Unas veces por falta de comida y otras por atender peticiones religiosas, de todo punto infundadas, hay que ver el hambre que nuestros antepasados tuvieron que padecer, aún teniendo comida para saciarla.
Sí amigos. La rigurosa abstinencia cárnica que la Iglesia Católica pregonaba en tiempos de Cuaresma, introduje entre los cristianos la costumbre de que el Sábado Santo se bendijeran todos los huevos recogidos desde el 'miércoles de ceniza' para repartirlos entre los amigos el Día de Pascua de Resurrección.
En algunos lugares y como recordatorio de la sangre derramada por Jesucristo, se pintaban de rojo aunque posteriormente se hacía también en otros colores.
La costumbre francesa, tras la misa del Domingo de Resurrección, era la de ofrecerle al rey unas pirámides de huevos de color dorado que éste repartía posteriormente entre la gente de la Corte.
Durante siglos, en las comunidades de Baleares, Cataluña y Valencia, los pasteleros cocinaron y todavía cocinan, unos bollos de harina, huevo y azúcar al horno, con uno o varios huevos (según el tamaño) incrustados en la masa, así como algunas frutas confitadas y que, de diferentes tamaños y formas, los padrinos adquieren para regalo a sus ahijados, obsequio al que se le llama "la mona de Pascua".
Incluso en la ciudad argelina de Orán y a pesar de sus tradicionales costumbres islámicas, se elabora este mismo bollo que allí llaman "la Mouna", lo que nos habla de lo extendida que está esta costumbre de regalar por estas fechas esta pastel a sobrinos y ahijados.
Especialmente en Cataluña, pero también en otras comunidades, estos bollos en forma de rosco fueron reemplazados por figuras de chocolate.
Estas figuras van del propio huevo, en diferentes tamaños, a imaginativos primates, jugadores de fútbol o figuras de dibujos animados.
Algunas pueden llegar a más de un metro de altura y todas ellas elaboradas con chocolate de la más alta calidad. ¡Felices Pascuas!.
RAFAEL FABREGAT