13 de febrero de 2015

1660- LAS ETERNAS PREGUNTAS.

Cuanto más sabemos, más cuenta nos damos de nuestra insignificancia. Todos hemos visto decenas de fotografías de nuestro planeta pero, ¿qué me dicen de ésta?. Ahí estamos todos, con nuestro egoísmo, con nuestras miserias...


Imagínense que están mirando la tierra desde el espacio, quizás desde otro planeta próximo. ¿Que ven?. ¿Qué se imaginan que puede haber ahí, en esa esfera, una más de los miles de millones de cuerpos que hay en el firmamento?. Claro que ustedes juegan con ventaja. No necesitan imaginarlo porque saben perfectamente lo que hay. Todo un mundo de vida. Plantas y animales de todo tipo y casi 7.000 millones (que se dice pronto) de seres humanos, egoístas, orgullosos, incapaces de ayudar a sus semejantes puesto que solo piensan en satisfacer sus propios anhelos e inquietudes...
¿Se imaginan la magnitud de lo que nos rodea y nuestra insignificancia?. 
Cuando nos dicen que la luz es capaz de dar OCHO VUELTAS a la tierra EN UN SEGUNDO... ¿Qué piensan cuando los astrónomos dicen haber detectado galaxias a 13.800 millones de años-luz?.


¿Y que piensan ustedes cuando les dicen que los restos fósiles humanos más antiguos que se conocen apenas tienen 400.000 años?. La vida parece ser que empezó en forma de unas simples bacterias, hace ya 3.000 millones de años, pero en realidad los animales que evolucionaron a humanos (el último eslabón de la cadena) no apareció sobre la tierra hasta 3 millones de años atrás. El "cuento" de Adán y Eva, apenas tiene 8.000 años de historia. Somos el único animal pensante que hay sobre el planeta, el único capaz de evolucionar. ¿Es eso una suerte?. Sí y no. Debido al egoísmo natural, fruto del primitivo instinto de supervivencia, el ser humano no busca el bien común y por lo tanto impide la sana evolución.


No se camina en una misma dirección. Cada cual tiene ideas diferentes y de forma inevitable los caminos chocan entre si. Se busca el ser más que los demás y en esa búsqueda, se procura llegar más lejos, con el menor esfuerzo posible. Que sea otro el que haga el esfuerzo mayor y ser nosotros quienes recojamos la mayor parte de los frutos. Para eso hubo que engañar a los demás y la mejor forma de hacerlo fue creando las religiones. El ser humano hacía miles de años que miraba al cielo y se daba cuenta de su inmensidad y por lo tanto de su soledad y de lo miserable de su existencia. De ahí a crear los dioses solo fue cuestión de tiempo, de muy poco tiempo.


El sol daba vida y calor, al tiempo que la lluvia daba el alimento. ¿Qué fenómenos eran merecedores de mayor adoración?. Claro que eso no daba beneficio al pensador... Había que crear la figura que manejara las riendas de esos fenómenos, o al menos que (aparentemente) rogara en nombre y beneficio de todos. En un primer momento el jefe de la tribu fue el más fuerte, pero aquello no duró mucho puesto que ser el más fuerte no es suficiente. Había alguien superior a él, la cabeza pensante, el brujo y jefe espiritual de la tribu. Era éste el que hablaba a los dioses, el que traía el sol, la lluvia y el alimento a la población. Claro que el brujo no quería ser jefe... Serlo era complicado y muy perecedero. 


Nadie manda al gusto de todos y no faltan los enemigos que harán cualquier cosa por eliminar tu autoridad y a ti mismo si pueden. 
Ser brujo era mejor. Era ser la máxima autoridad y el protegido de los dioses. Siendo la cabeza pensante de la tribu, no tardó en darse cuenta que lo mejor era que (en nombre de Dios) fuera él quien nombrara a los jefes de la tribu. El brujo contactaría pues con los dioses y en su nombre elegiría al más conveniente para el cargo. Después una señal divina (lluvia o sol) daría el visto bueno al nombramiento. ¡Es tan fácil engañar a los tontos, que somos el 99%...! Aquello prosperó hasta el punto de que, con los siglos, fue necesario crear una asociación de brujos y un jefe para todos ellos.

Las primeras medidas fueron aprovechar todas las señales que llegaban del exterior. Una estrella más brillante, un cometa, un meteorito, un terremoto, una inundación... Todo podían ser "señales divinas", favorables o acarreadoras de desgracias. Ese 99% obedecía sin rechistar pues se sabía pecador. Claro que pagar los tributos que jefes y brujos requerían solo podía rebajarles los "castigos divinos". La lluvia o el sol no llegaban cuando se les requería, sino cuando se les antojaba. Claro que la desgracia no estaba en el cielo, sino en la tierra. Los brujos tenían órdenes concretas para quienes dudaran de su buen hacer y autoridad. En consecuencia la gente tenía miedo de ofender a los dioses y ciertamente no les faltaban razones.  
Pero dejemos este asunto, que no nos lleva a ninguna parte. Bueno, sí nos lleva pero...

A pesar de tanta claridad sobre el Cielo y la Tierra, sobre Dioses y humanos, las eternas preguntas siguen sin poder contestarse. ¿Qué hacemos aquí y qué sentido tiene nuestra existencia?. El cielo está lleno de estrellas y millones de ellas forman una misma galaxia, del mismo modo que el Universo contiene millones de galaxias... 


Todo gira en torno a una ley de probabilidades. El hecho de que haya otros planetas habitados es tan posible como lo es que el Universo sea infinito, de lo contrario nos preguntaríamos que hay más allá del Universo... Aunque para el ser humano sea difícil de comprender, resulta casi obligado pensar que el mundo no tiene principio ni fin, aunque sí una permanente transformación. El caso es que no sabemos como llamar a tan gradioso fenómeno y he ahí que algunos se inclinen por decir que es "la mano de Dios", como podrían llamarle cualquier otra cosa. Lo que si está clara es nuestra insignificancia, lo corto de nuestra vida y lo mal que la aprovechamos. Una lástima. Simplemente habrá que seguir el camino... ¡hasta que "Dios" quiera!.

RAFAEL FABREGAT 

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