15 de mayo de 2011

0357- NUCLEARES EN ZONAS DE RIESGO.

Está claro que todos sin excepción, cuando le damos al interruptor, queremos que la luz se encienda. Los holgazanes y los ecologistas también.
Está claro que a las comodidades no quiere renunciar nadie, por lo que tampoco podemos renunciar a los riesgos que tal comodidad acarrea. Sin embargo si tales riesgos son inevitables, evaluemos al menos su importancia y obremos en consecuencia. Independientemente del riesgo, que lo hay en cualquier medio de transformación de las materias naturales, lo de las centrales nucleares no nos gusta en absoluto. Seguramente será porque la palabra nuclear asusta ya por si sola, unida como está a desastres de magnitud inimaginable. Sin embargo se nos dice una y otra vez que dicha energía es la más limpia, la más barata y la de menor riesgo para el planeta y para la humanidad.

Yo, torpe inocentón, me lo creo todo. Lo creo porque, a pesar de los desastres de Chernóvil y Fukushima, ocurre como en los aéreos; siempre impactantes y de gran número de víctimas pero, en comparación con el número de gente que vuela realmente, hay que reconocer que es el medio más seguro. Por grandes que sean las tragedias cuando las hay, a nivel global la balanza dice bien claro que su impacto negativo es infinitamente menor que el de cualquier otro sistema, capaz de cubrir nuestras necesidades de electricidad. Lo que sí está claro es que la instalación de una central nuclear, es una cosa tan seria que solo la ONU debería aprobar su instalación y no solo como garantía de construcción adecuada, sino muy especialmente por las seguridades de todo tipo que deberían ser exigidas internacionalmente, entre ellas la sísmica. El mundo está lleno de zonas con baja población y sin riesgo sísmico, por lo que es una verdadera locura el construir centrales en lugares no adecuados. 

Primero evaluación de riesgo sísmico, después garantías de instalación y funcionamiento y por último de no afección en caso de accidente. Otra cosa importante es la transparencia. Si nos tiene que doler, queremos saberlo. En Chernóvil se mintió y en Fukushima se sigue mintiendo, lo cual ayuda bien poco a la credibilidad de las centrales nucleares. Nos toman por tontos, ¿qué le vamos a hacer?. El petróleo no está repartido por todos los países del planeta por igual y quien no lo tiene se aguanta. Lo mismo tendría que hacerse con la instalación de centrales nucleares. El que carezca de zonas adecuadas para instalar una actividad de ese tipo, que se aguante. Lo que no se puede consentir es que por necesidad y beneficio de unos pocos, se ponga en riesgo la vida de todos. La radioactividad no conoce fronteras ni paga aranceles. 

Cuando los riesgos puedan ser controlados dentro de una zona que no afecte al ciudadano local ni a terceros países adelante.
Sin embargo, mientras esto no sea así, ningún país debería consentir que pudiera instalarse una central que ponga en riesgo la integridad de su territorio.
Siendo como es una isla, bastante alejada de otros países de su entorno, Japón sí cumpliría la premisa de ser un país con escasa afectación a sus vecinos en el caso de accidente nuclear pero, aún así, no debería ser suficiente teniendo en cuenta su elevado riesgo sísmico y siendo un país tan altamente poblado. También los habitantes del país instalador de centrales tiene derecho a esa misma seguridad por lo que solamente un organismo internacional como la ONU debería ser el árbitro.

Solo un jurado neutral debería ser capaz de aprobar instalaciones de este tipo y siempre desde el punto de vista de la máxima seguridad de todos los habitantes del planeta. 
Los llamados partidos verdes poco pueden hacer y nada hacen, por lo que su presencia dentro del ámbito político es tan solo el de un sector más al que alimentar por no hacer nada. No ocurre lo mismo con Greenpeace, que salió de la nada y está presente en todos los foros internacionales, donde se hable de seguridad y del medio ambiente. Empresas muy poderosas están en contra del punto de vista de Greenpeace pero, más pronto que tarde, todos deberemos mentalizarnos de que la salud del planeta es la nuestra propia...

RAFAEL FABREGAT

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