El año 542 Zaragoza fue sitiada por el rey franco Childeberto I. La plaza resistió los embates del francés durante 49 días acabándose los alimentos y las armas con las que combatir. Ya perdida toda esperanza, los supervivientes organizaron una procesión invocando la ayuda al patrón de la ciudad San Vicente Mártir, entonces Vicente de Huesca. Siendo muy conocidos en el país vecino los milagros de este mártir, los francos accedieron a levantar el cerco con la condición de que les fueran entregadas las reliquias del santo. Fieles devotos o no, los de Zaragoza no se lo pensaron dos veces y entregaron a los franceses las reliquias solicitadas a fin de obtener la libertad. Los francos marcharon a su tierra y con estas reliquias fundaron la abadía de Saint-Germain-des-Prés, en París.
Vicente de Huesca había sido discípulo de San Valero, obispo y patrón de Zaragoza cuyas reliquias descansan en la catedral de La Seo, aunque su cuerpo fuera enterrado en Roda de Isábena (Huesca) entonces cabeza eclesial de Aragón. Tras la reconquista de Zaragoza por Alfonso I en 1118, la autoridad religiosa de Roda envió a la de Zaragoza un brazo y la cabeza de San Valero como restauración de la mitra cristiana. El 29 de Enero se celebra su festividad. Uno de los eventos más esperados es el reparto de un roscón gigante, de más de un kilómetro de longitud y una tonelada de peso. Inmensa la cola que hay que soportar para poder degustar una de sus 20.000 raciones. No es una cuestión de hambre, sino que conlleva la bendición del un Santo del que Vicente de Huesca llegó a ser su diácono.
De acuerdo con la tradición Vicente era el encargado de predicar la fe en nombre de Valero que era tartamudo. El año 303 el emperador Diocleciano puso en marcha una dura persecución contra los cristianos, enviando a Hispania durante dos años al prefecto Publio Daciano que se ensañó con fanatismo y crueldad con todos los que apoyaban esta religión. Valero y Vicente fueron prendidos y trasladados el año 304 a Valencia. En los interrogatorios Vicente tomó la palabra por los dos, dado el impedimento de Valero, pero el tribunal no lo entendió así y ante su fogosidad sufrió martirio y muerte, mientras Valero fue tan solo desterrado a tierras pirenaicas, entonces poco hospitalarias. En 1050, lo que se creyó que eran los restos de Valero, fueron llevados a la sede episcopal de Roda de Isábena.
La tradición relata el tormento de San Vicente Mártir del siguiente modo: encerrado en un calabozo, fue azotado y atormentado en el potro para finalmente descoyuntarle los huesos. No consiguiendo la confesión que pretendían, sobre la divinidad del emperador, se le desgarró la piel y se le puso en una parrilla ardiendo. De acuerdo con la leyenda, antes de morir convirtió a la fe cristiana a su verdugo. Ya muerto, Daciano ordenó que lanzaran su cuerpo al mar, atado a una piedra de molino pero milagrosamente salió a flote y fue encontrado en una playa de Cullera. Sus restos tuvieron varias ubicaciones. Patrón de Valencia, el 16 de Octubre de 1970 llegó a la catedral un brazo que dicen ser de San Vicente Mártir, regalado por una familia de Pádua. Según estudio forense, está quemado y perteneció a un hombre joven de principios del siglo IV.
RAFAEL FABREGAT
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