En el siglo XIII la piedra matriz fue robada por el rey Eduardo I de Inglaterra que la llevó a la Abadía de Westminster en Londres. Ante las contínuas reclamaciones recibidas, en 1996 el gobierno británico decidió devolver a Escocia la "Piedra del Destino", con la condición de que fuera llevada a Londres en cada una de las coronaciones que se llevasen a cabo en el Reino Unido. Por tal motivo y cesión, la citada piedra está actualmente en el Castillo de Edimburgo, junto al resto de joyas y tesoros de la corona escocesa.
Pero vayamos atrás en el tiempo...
Sobre la piedra que le servía de cabecera, Jacob tuvo un sueño en el que se le apareció Yahvé. Al levantarse por la mañana Jacob derramó aceite sobre la piedra y se la llevó consigo hasta Egipto donde permaneció hasta que Moisés se la llevó en su éxodo hacia la Tierra Prometida. La piedra fue utilizada para la coronación de los reyes de Israel hasta el año 602 a.C. cuando Nabucodonosor II atacó Jeerusalén y mató al rey Zekías y a todos sus hijos varones. Pero el profeta Jeremías escapó con la Piedra del Destino hacia Egipto primero y, haciendo escala en Sicilia, se dirigió a la ciudad hispana de Brigantium, la actual Betanzos (Galicia). Uno de los reyes de Brigantum conquistó parte de las tierras irlandesas, aunque finalmente fueron asesinados. Tras largos años de enfrentamiento surgió la paz entre ambos pueblos siendo Simón Brek, hijo del rey de Brigantium el que gobernara aquellas tierras.
La Piedra que también había servido para coronar a los reyes de Brigantia, en adelante lo haría con los reyes irlandeses que la bautizaron con el nombre de "Lia-Fàil" (la piedra que habla). Presidió pues la coronación de los reyes de Dalriada, que eran coronados en la Colina de Tara. No habiendo reyes por herencia, los elegidos por los nobles eran llevados a Tara donde estaba la Piedra del Destino y el aspirante se situaba de pie sobre la misma, momento en que la piedra gritaba para dar su aprobación aunque, naturalmente, el griterío de los allí congregados hacía imposible oír a la piedra, cuyo grito se daba por supuesto. Todavía queda una leve huella de este lugar de coronación irlandés, en la Colina de Tara, a 30 Km. escasos de la ciudad de Dublín (Irlanda).
Palacio de Scone, antigua abadía del mismo nombre. |
RAFAEL FABREGAT