Que nadie crea (porque muchos lo creen y ellos también) que el Presidente de una comunidad de vecinos, el Alcalde del más pequeño pueblo de España, el presidente del Gobierno, el propio Rey de España y menos todavía el Papa de la Iglesia Católica, son los que mandan y dirigen el cotarro a su antojo. No, no es así de fácil.
Muchas veces son los "tontos del pueblo" (con perdón) que, a modo de muñeco de feria, prestan su cabeza de paja para que los siempre descontentos vecinos, o elementos de la índole que corresponda, les arreen si hay suerte pelotazos y si no con piedras de buen tamaño. No sé el por qué de tantas envidias e animadversiones hacia unas personas que, con conocimiento de causa prestan su cabeza, la única que tienen, para este fin. El de ser diana y blanco de todas las descargas de adrenalina que el pueblo necesita para relajar sus nerviosismos.
¿Críticas...? Un monumento es lo que merecen la mayoría. Digo la mayoría porque no todos parecen lo que son, ni todos son lo que parecen.
Si reciben compensación o no a sus "sufrimientos" pues no lo sé, aunque imagino que sí. Eso ya va con el carácter de cada cual. Los hay que se enriquecen, ellos y sus decendientes, pero también los hay que por un instante de gloria, que pueden ser unos minutos sobre un escenario, micrófono en mano, ya darían su vida y machacarían la de los demás. A esos sí les compensa. Sin embargo hay otros que, siendo artífices y protagonistas, no quieren subirse a escenario alguno puesto que lo suyo es trabajar, sin más.
Cuando uno realmente se preocupa por conseguir el bien común (lo consiga o no, que eso es otra cosa), por conseguir lo mejor para su pueblo, repartir justicia por igual... Cuando realmente su idea es que, al menos dentro de su campo de actuación, se implante el máximo bienestar posible para todos, las pedradas superan en mucho los aplausos. Eso sin contar que esas pedradas que, se reciben inmerecidamente, duelen mucho más que las demás. No se esperan y por lo tanto el cuerpo no está en disposición de recibir el duro golpe que las mismas producen. Aquí el único que saca provecho, que los hay también, es el que usa de sus poderes para realizar actuaciones que le benefician a él, o a sus parientes y amigos. Al menos solo llegan pedradas de la mitad de la población.
El que, como cacique andaluz, hace y deshace indiscriminadamente lo que otros hicieron, aunque bien hecho esté al menos disfruta.
Todos los de mi edad y otros muchos más jóvenes o mayores que yo, se acordarán de la profusión de algunos alcaldes cabanenses por hacer llegar el agua a todos los barrios del pueblo, construyendo fuentes a diestro y siniestro, incluso un bonito surtidor en la plaça de l'Esglèsia. Otros llegaron después que las arrancaron todas sin contemplaciones.
Lo mismo con frondosas arboledas (plátanos gigantescos) que habían junto a los lavaderos y multitud de moreras en otras zonas y que ya no existen. Incluso hubo "un alcalde" que, con abusivo desprecio a la propia historia local, arrancó de cuajo una fuente inmemorial e histórica que, con agua de la Font de la Cava y correspondiente tubería, llevaba el deseado elemento a la placita-confluencia de las calles Delegado Valera y carrer de la Font. Esa fuente, (de granito y con el escudo de las tres torres de Cabanes) más antigua que la de la Plaça dels Hostals, abastecía del preciado líquido a una parte del municipio, alejada del centro de la población, a quienes evitaba después de un duro día de trabajo, tener que arreglarse para ir al centro del pueblo a por agua. Esa fuente no la construyó ninguno de los alcaldes a los que anteriormente me he referido, ni tampoco ninguno de ellos pensó jamás en eliminarla. Era muy anterior. Esa no se atrevió nadie a tocarla hasta que llegó el alcalde, que todos conocemos, suficientemente autoritario para hacerlo sin contemplaciones.
El mismo que acabó con las antiguas balsas extramuros de Cabanes, que servían para abastecer a los animales cuando regresaban del campo y que a nadie estorbaban. Las que con muros y escalones de piedra labrada daban historia y tipicidad al municipio; detalles que tanto aprecian los turistas que buscan lo rural.
Una cosa es que, haciéndolo bien o mal, sean alcaldes de todos mirando hacia otro lado en muchas de las actuaciones locales, sin mirar si la persona en cuestión es (a su entender) políticamente afín. Otra cosa es que permitan que los que gozan de sus simpatías pidan permiso para arreglar una gotera y vacíen completamente la casa y después (para más burla) tiren también la fachada y digan que se les ha caído, para también hacerla nueva, sin proyecto alguno. Todo eso al mismo tiempo que las personas a las que odian, solo Dios (y ellos) sepan por qué, tienen que hacer plano de Arquitecto, para verdaderamente arreglar esas mismas goteras.
Otros, con Permiso de Obra concedido, fueron paralizados y hasta hubieron de hacer escrituras de renuncia a las mejoras para poder terminar el arreglo del techo paralizado en mitad del trabajo. Otros, o los mismos, que sufrido un accidente y habiendo un seguro que lo cubría y consultada en el Ayuntamiento esa posibilidad, fueron criticados como si de un robo se tratara, por utilizar una herramienta que el pueblo pagaba para ese fin. Eso y no otra cosa es la política que merece el calificativo de asquerosa; desnudar a unos para vestir a otros. A quienes actúan de esta forma sí que les merece la pena mandar. Para esa clase de gente, mandar no es un problema y mucho menos un sacrificio. ¡Mando yo y se hace lo que a mí me venga en gana!. Entonces es cuando merece la pena mandar y bien que les duele cuando pierden la posibilidad de perpetuarse en el poder.
Sin embargo, la mayoría de quienes están al frente (repito que aquí incluyo hasta al propio Papa) no siempre lo están por propio gusto y, aunque el gusto por ser cabezas visibles exista, son muchas veces peleles dirigidos por los demás. Consejeros, concejales influyentes, gobierno y hasta la propia Curia, le dicen a la cabeza visible lo que ha de hablar y lo que ha de decidir. Eso sin contar que, algunas veces, hasta incluso la oposición manda más que los que están sentados en el sillón. Varios pasos más atrás están los que al entender de muchos no sirven para nada, pero esos son los buenos, los que no tienen mala fe, los que quisieran ecuanimidad en la justicia y bienestar para todos en general. Claro que esos, también más inteligentes, no llegan nunca a mandar pues ningún interés tiene para ellos estar en el punto de mira. La sombra es buena y el sueldo también.
Después están los peleles, personas que presionadas por los demás, se han visto sentados en un sillón que les viene grande, por pequeño que sea el cargo. Son más los que sirven para obedecer que los que sirven para mandar y, de éstos últimos, más los que sirven para hacer el mal que los que se dedican a hacer el bien. Esos son los políticos de verdad, los que paralizan la ejecución de obras de bienestar común, por obedecer una consigna de partido y no por creencia de estar haciendo lo correcto.
- ¿Y quien redacta la consigna de partido? -se preguntarán.
Naturalmente no es el presidente, ni el alcalde, ni el rey, ni el papa. Es el Gobierno, los concejales poderosos, los asesores y la Curia.
La mayor parte de las veces, la cabeza visible (no lo olviden) es la que menos manda. Si a alguien hay que temer es a los que mandan en la sombra. Normalmente, los que lo hacen a plena luz del día no son peligrosos. Claro que... ¡Atención a los que tiran fuentes históricas sin consultar al pueblo y las hacen desaparecer a todos los efectos!.
RAFAEL FABREGAT
PARA ESCRIBIR SOLO HAY DOS REGLAS, TENER ALGO QUE DECIR Y QUE TE DEJEN DECIRLO. (Rafael F. Condill)
31 de agosto de 2010
30 de agosto de 2010
0144- COSAS DE JOVENES SIN RECURSOS.
Corre en Cabanes (y en otros lugares también) la primavera del año del Señor de 1.965.
Hace buen tiempo y las temperaturas presagian la proximidad del verano. Son las once de la noche y estamos los amigos en el Bar de Xulla aburridos, comentando la crisis y lo difícil de la situación económica (juvenil, no mundial) cuando a Pepe el Maquet se le ocurre (vaya ocurrencias) decir:
- Per què no ens n'anem a la revolta de Vicent del Ros a tallar malea?
- Hostia! -decimos todos a una sorprendidos
- A tallar malea de nit?... ¡I a més a més, sense lluna!-exclamamos horrorizados.
- I per què no? -insiste él, tan acostumbrado a este tipo de trabajo y que, además, ya había visto in situ que era un sitio inmejorable. La zona a la que se refería Pepe el Maquet era una parte de los bancales en los que actualmente tiene el parany Alberto Martí, es decir: el triángulo que va desde la curva principal hasta la finca de Pepe y hasta el camino que va hacia el Toll de Cabrera. Entonces, si no todo, buena parte de esa finca estaba yerma, leñas bajas... maleza. A doscientos metros del pueblo y junto a la carretera. Según Pepe... ¡Ideal para ir los amigos y en una hora sacar dinero para una cena!. ¡Un chollo, vaya!.
Cogiendo la cosa a broma y como no teníamos tampoco nada mejor que hacer, no queriendo tampoco irnos a dormir todavía, nos encaminamos a la casa de Pepe en el carrer Perol (San Juan) donde cogimos tres "vint-i-cincs" y tres o cuatro azadas. Los compradores de "malea" proporcionaban a sus proveedores los cordeles para atar las gavillas y lo hacían en manojos de 25 cordeles cada uno, siendo también el múltiplo de 25 el precio a pagar por el material entregado. Pepe, proveedor habitual de Julio el de Còbia, tenía todo lo necesario y en cantidad. Bien pertrechados, nos encaminamos hacia la Font de Nelo y posteriormente a la revolta de Vicent del Ros. Llegados allí la oscuridad era de tal magnitud que era imposible hacer el trabajo. Hay que tener presente que en aquella época la iluminación de las calles era muy escasa y del pueblo no salía resplandor alguno. Sin embargo Pepe no quería rendirse y teniendo todos mechero (como hombres hechos y derechos -de 15 años- que éramos) nos animó a realizar el trabajo que allí nos había llevado.
Milagrosamente y prácticamente a tientas íbamos localizando y seleccionando las matas mayores (romero, aliaga y matissa). De vez en cuando se encendían los mecheros, pero solo en caso especial.
Dos hacían un poco de luz aquí y allá, tres cortaban y dos iban recogiendo y atando la maleza.
Yo, en este momento, no me explico como pudimos conseguirlo pero en poco más de una hora las 75 gavillas estaban atadas. Me imagino que 50 las haría solo Pepe...
- Si punxe és arxilaga -decía Pepe a la clase de párvulos.
- I si no punxe i te mamelles femella -respondió algún espabilado. Risas generales.
La cosa, repito, con tan experimentado promotor (Pepe) duró poco y en una hora teníamos atados los 75 gavells. A la mañana siguiente Pepe informó a Còbia y éste nos abonó inmediatamente el dinero (escaso) pero suficiente para comprar 3 Kg. de calamares que muy amablemente nos guisó la madre de José Antonio el Teulé, uno de los actuantes. La experiencia (durísima, para los que no estábamos acostumbrados) nos gustó al ver que permitía fiestas imprevistas y sabiendo que una de las fincas de mi padre estaba en "Gaidó" y tenía gran cantidad de "malea", pedimos permiso y al domingo siguiente allí estaba toda la pandilla, dispuesta a comerse el mundo.
Sin embargo el trabajo de cortar es duro, muy duro y especialmente si el terreno es pedregoso, como allí era el caso. Los golpes de la azada en la roca nos destrozó los brazos a los menos experimentados y agotados por el duro trabajo, el día se acabó pegando tiros a los olivos de mi padre, con la escopeta que Pepe el Maquet se había traído de casa. Sin embargo, a pesar de todo, el día acabó bien y reunimos nada menos que quinientos "gavells".
Quedaba buena parte de finca sin cortar y decidimos volver al domingo siguiente, pero más de la mitad no acudieron a la cita. Maldiciendo los presentes la falta de seriedad, allí estábamos Pepe el Maquet, Enrique el del Raconet y un servidor Rafael el de Condill. Enfadados, se acordó entre los presentes separar lo cortado el domingo anterior con el actual y empezamos el trabajo. Sin embargo la cosa ya no era igual. Lo que es fiesta cuando está toda la pandilla, se convirtió en duro trabajo para LOS tres desgraciados y a media tarde, con doscientos cincuenta "gavells", abandonamos el tajo y marchamos hacia el pueblo.
Faltaba más de una hora para la sesión de cine del Benavente y echaban una película del Oeste, así que decidimos ir para reunirnos con el resto de la pandilla y recriminarles su falta al trabajo.
Sin embargo, antes de todo eso, urdimos prepararles una pequeña venganza. Pepe era el que tenía las ocurrencias mas salvajes:
- La meva mare té un gat vell que el volem matar. El agafarem i els diem als amigs que em mort un conill i farem el sopar. Ells que posen el pà i el vi, ous i unes tomates. Farem tortilla de tomata a banda, per acompanyar. Nosaltres menjarem la tortilla i ells el gat -acordamos.
Todo organizado nos encaminamos a la casa del Maquet. Su madre, siempre muy amable, nos ofreció unas magdalenas que comimos con deleite. De pronto...
- La meva mare està molt disgustà -dijo Enrique el del Raconet.
- Que li passe? -indagó la buena señora.
- Que tenim la casa plena de rates -dijo serio Enrique.
- Això no és problema -dijo la madre de Pepe.
- Just tinc un gat molt caçador que em sobre, dons ja tinc dos gatets més, fills d'ell. ¡Agafa'l!
- Dòna..., em sap mal. Si tant se l'estime! -dijo Enrique cabizbajo.
- Agafa'l i no et preocupes que quede ben servida -reiteró la madre de Pepe.
- Val. ¿L'agafarem dins d'un sac? -preguntó mirando a Pepe.
Pepe se encogió de hombros y entró hacia el corral saliendo con un saco. Metió dentro al gato y dándole Enrique las gracias a su madre marchamos hacia mi casa.
Yo, incapaz de matar ni a una mosca, estaba horrorizado. Lo mataron y lo teníamos a medio pelar cuando llegó mi madrastra.
- Que es això? -preguntó ella señalando al animal.
- Un conill que amb caçat avuí a Gaidó -le contestamos.
- Ah si... ¿i això que penje?
-dijo señalando el rabo que colgaba.
No pudiendo ocultar el asunto, alguien cortó el rabo del animal y explicó los planes que teníamos...
No estando cabeza ni rabo, nadie podía saber si era gato o conejo. Al menos eso pensábamos nosotros.
El animal, perfectamente limpio de vísceras y abierto en canal, quedó colgando de una de las vigas de la citada entrada de mi casa y nos despedimos conviniendo vernos en el cine puesto que apenas faltaban veinte minutos para comenzar la sesión.
Cada uno marchó a su casa y aunque entonces no se estilaba lo de ducharse, puesto que no había agua en las casas, me lavé lo mejor posible y vistiendo mis mejores ropas me encaminé hacia el Cine Benavente.
La película ya había comenzado pero, aunque a oscuras, pronto localicé a la pandilla y un rato después llegaron Pepe y Enrique.
En el descanso y en los muchos cortes (de cinta y de luz) que se producían, explicamos a los amigos el plan de cenar juntos y lógicamente todos se apuntaron.
Enrique el de Contxa ofreció su casa y con ella el vino y todo lo necesario para montar la cena, Paquito el de Basilia una docena de huevos de las gallinas que su madre criaba en "el descovert", Elietes el de Peleto dos hogazas del pan que su madre había hecho el día anterior, así como una bolsa de tomates que su padre cogía en cantidad en un pequeño bancal que tenían en l'Arena, a doscientos metros del pueblo; Jose Antonio el Teulé y Frasuà una caja de pastas y una botella de coñac.
Aún sin ser de la pandilla, Vicente el de Pepita también fue invitado a la cena y colaboró con unas botellas que le "limpió" a su padre.
La fiesta estaba garantizada y, al finalizar la película, toda la pandilla se dispersó en busca de las viandas que iban a complementar el guiso.
La cita era en treinta minutos en casa de Enrique el de Contxa; su madre siempre muy amable con nosotros nos facilitó todo lo necesario e incluso se brindó a freír el "conejo" y a hacernos los huevos fritos con tomate. Pepe el Maquet bajó el tocadiscos y, para justificar nuestras risas, ponía discos de chistes de Tony Leblanc. En honor a la verdad, hay que decir que el "conejo", ya empezando a tostarse, impregnaba la casa de un olorcillo realmente apetitoso. De no saberlo, hubiera sido el primero en comerlo.
Terminada la fritura, pedimos a la madre de Enrique que los huevos fritos con tomate los hiciera en una paella aparte "para que la carne no se enfriara" y siguieron los chistes de Tony Leblanc y las risas.
Diez minutos después la mesa estaba puesta y la comida a punto. Una gran fuente de "conejo" frito en el centro; los huevos con tomate en dos platos aparte; las hogazas de pan que la madre de Elietes nos había proporcionado y dos botellas de vino que Enrique había llenado en el tonel de su padre. Todos (menos tres) echaron mano al plato central y en un plis-plas el "conejo" se acabó. El Maquet, Raconet y yo, charlábamos, bebíamos y comíamos huevos con tomate, entre risas. Después salieron las pastas y la botella de coñac y para finalizar (entonces lo del café se estilaba poco) Pepe el Maquet dijo tener un regalo preparado. Era para Fransuà, que era el que más carne había comido. De una caja sacó un paquete de grueso papel, de los que en las tiendas ponían el arroz a ranel y se lo dio al tiempo que los organizadores de la cena salimos corriendo hacia la calle.
Dentro de la bolsa, la cabeza del gato sin pelar. Como he dicho, nosotros salimos disparados y cuando éste reaccionó ya estábamos a casi a cincuenta metros. Aún así la cabeza voló por encima de nuestras cabezas llegando hasta la casa de "Paquito el de Basilia". Risas y alguna vomitera por parte de Fransuà y de Vicente el de Pepita, que
no podían soportar el asco de haberse comido el gato.
Después, ya más calmada la situación y con las naturales bromas, llegamos a la Plaça de la Font donde hicimos "la última" en el Bar Tony. Allí, viéndonos a todos animados y ya vacío el local de clientes, el propietario conectó el tocadiscos y "El Titi" y Lola Flores desgranaron algunas canciones que incluso se llegaron a bailar sobre las mesas. Yo suelo decir y con razón, que no estábamos civilizados. Yo, sin querer escapar a mi parte de culpa debo decir que, todavía hoy, me horroriza pensar en el pobre gato. Solo el saber que es un animal más, con los mismos derechos que aquellos que diariamente comemos, me reconforta un poco. Aún así, yo soy incapaz y si hubiera de matar la carne que como, sin duda sería vegetariano.
RAFAEL FABREGAT
Hace buen tiempo y las temperaturas presagian la proximidad del verano. Son las once de la noche y estamos los amigos en el Bar de Xulla aburridos, comentando la crisis y lo difícil de la situación económica (juvenil, no mundial) cuando a Pepe el Maquet se le ocurre (vaya ocurrencias) decir:
- Per què no ens n'anem a la revolta de Vicent del Ros a tallar malea?
- Hostia! -decimos todos a una sorprendidos
- A tallar malea de nit?... ¡I a més a més, sense lluna!-exclamamos horrorizados.
- I per què no? -insiste él, tan acostumbrado a este tipo de trabajo y que, además, ya había visto in situ que era un sitio inmejorable. La zona a la que se refería Pepe el Maquet era una parte de los bancales en los que actualmente tiene el parany Alberto Martí, es decir: el triángulo que va desde la curva principal hasta la finca de Pepe y hasta el camino que va hacia el Toll de Cabrera. Entonces, si no todo, buena parte de esa finca estaba yerma, leñas bajas... maleza. A doscientos metros del pueblo y junto a la carretera. Según Pepe... ¡Ideal para ir los amigos y en una hora sacar dinero para una cena!. ¡Un chollo, vaya!.
Cogiendo la cosa a broma y como no teníamos tampoco nada mejor que hacer, no queriendo tampoco irnos a dormir todavía, nos encaminamos a la casa de Pepe en el carrer Perol (San Juan) donde cogimos tres "vint-i-cincs" y tres o cuatro azadas. Los compradores de "malea" proporcionaban a sus proveedores los cordeles para atar las gavillas y lo hacían en manojos de 25 cordeles cada uno, siendo también el múltiplo de 25 el precio a pagar por el material entregado. Pepe, proveedor habitual de Julio el de Còbia, tenía todo lo necesario y en cantidad. Bien pertrechados, nos encaminamos hacia la Font de Nelo y posteriormente a la revolta de Vicent del Ros. Llegados allí la oscuridad era de tal magnitud que era imposible hacer el trabajo. Hay que tener presente que en aquella época la iluminación de las calles era muy escasa y del pueblo no salía resplandor alguno. Sin embargo Pepe no quería rendirse y teniendo todos mechero (como hombres hechos y derechos -de 15 años- que éramos) nos animó a realizar el trabajo que allí nos había llevado.
Milagrosamente y prácticamente a tientas íbamos localizando y seleccionando las matas mayores (romero, aliaga y matissa). De vez en cuando se encendían los mecheros, pero solo en caso especial.
Dos hacían un poco de luz aquí y allá, tres cortaban y dos iban recogiendo y atando la maleza.
Yo, en este momento, no me explico como pudimos conseguirlo pero en poco más de una hora las 75 gavillas estaban atadas. Me imagino que 50 las haría solo Pepe...
- Si punxe és arxilaga -decía Pepe a la clase de párvulos.
- I si no punxe i te mamelles femella -respondió algún espabilado. Risas generales.
La cosa, repito, con tan experimentado promotor (Pepe) duró poco y en una hora teníamos atados los 75 gavells. A la mañana siguiente Pepe informó a Còbia y éste nos abonó inmediatamente el dinero (escaso) pero suficiente para comprar 3 Kg. de calamares que muy amablemente nos guisó la madre de José Antonio el Teulé, uno de los actuantes. La experiencia (durísima, para los que no estábamos acostumbrados) nos gustó al ver que permitía fiestas imprevistas y sabiendo que una de las fincas de mi padre estaba en "Gaidó" y tenía gran cantidad de "malea", pedimos permiso y al domingo siguiente allí estaba toda la pandilla, dispuesta a comerse el mundo.
Sin embargo el trabajo de cortar es duro, muy duro y especialmente si el terreno es pedregoso, como allí era el caso. Los golpes de la azada en la roca nos destrozó los brazos a los menos experimentados y agotados por el duro trabajo, el día se acabó pegando tiros a los olivos de mi padre, con la escopeta que Pepe el Maquet se había traído de casa. Sin embargo, a pesar de todo, el día acabó bien y reunimos nada menos que quinientos "gavells".
Quedaba buena parte de finca sin cortar y decidimos volver al domingo siguiente, pero más de la mitad no acudieron a la cita. Maldiciendo los presentes la falta de seriedad, allí estábamos Pepe el Maquet, Enrique el del Raconet y un servidor Rafael el de Condill. Enfadados, se acordó entre los presentes separar lo cortado el domingo anterior con el actual y empezamos el trabajo. Sin embargo la cosa ya no era igual. Lo que es fiesta cuando está toda la pandilla, se convirtió en duro trabajo para LOS tres desgraciados y a media tarde, con doscientos cincuenta "gavells", abandonamos el tajo y marchamos hacia el pueblo.
Faltaba más de una hora para la sesión de cine del Benavente y echaban una película del Oeste, así que decidimos ir para reunirnos con el resto de la pandilla y recriminarles su falta al trabajo.
Sin embargo, antes de todo eso, urdimos prepararles una pequeña venganza. Pepe era el que tenía las ocurrencias mas salvajes:
- La meva mare té un gat vell que el volem matar. El agafarem i els diem als amigs que em mort un conill i farem el sopar. Ells que posen el pà i el vi, ous i unes tomates. Farem tortilla de tomata a banda, per acompanyar. Nosaltres menjarem la tortilla i ells el gat -acordamos.
Todo organizado nos encaminamos a la casa del Maquet. Su madre, siempre muy amable, nos ofreció unas magdalenas que comimos con deleite. De pronto...
- La meva mare està molt disgustà -dijo Enrique el del Raconet.
- Que li passe? -indagó la buena señora.
- Que tenim la casa plena de rates -dijo serio Enrique.
- Això no és problema -dijo la madre de Pepe.
- Just tinc un gat molt caçador que em sobre, dons ja tinc dos gatets més, fills d'ell. ¡Agafa'l!
- Dòna..., em sap mal. Si tant se l'estime! -dijo Enrique cabizbajo.
- Agafa'l i no et preocupes que quede ben servida -reiteró la madre de Pepe.
- Val. ¿L'agafarem dins d'un sac? -preguntó mirando a Pepe.
Pepe se encogió de hombros y entró hacia el corral saliendo con un saco. Metió dentro al gato y dándole Enrique las gracias a su madre marchamos hacia mi casa.
Yo, incapaz de matar ni a una mosca, estaba horrorizado. Lo mataron y lo teníamos a medio pelar cuando llegó mi madrastra.
- Que es això? -preguntó ella señalando al animal.
- Un conill que amb caçat avuí a Gaidó -le contestamos.
- Ah si... ¿i això que penje?
-dijo señalando el rabo que colgaba.
No pudiendo ocultar el asunto, alguien cortó el rabo del animal y explicó los planes que teníamos...
No estando cabeza ni rabo, nadie podía saber si era gato o conejo. Al menos eso pensábamos nosotros.
El animal, perfectamente limpio de vísceras y abierto en canal, quedó colgando de una de las vigas de la citada entrada de mi casa y nos despedimos conviniendo vernos en el cine puesto que apenas faltaban veinte minutos para comenzar la sesión.
Cada uno marchó a su casa y aunque entonces no se estilaba lo de ducharse, puesto que no había agua en las casas, me lavé lo mejor posible y vistiendo mis mejores ropas me encaminé hacia el Cine Benavente.
La película ya había comenzado pero, aunque a oscuras, pronto localicé a la pandilla y un rato después llegaron Pepe y Enrique.
En el descanso y en los muchos cortes (de cinta y de luz) que se producían, explicamos a los amigos el plan de cenar juntos y lógicamente todos se apuntaron.
Enrique el de Contxa ofreció su casa y con ella el vino y todo lo necesario para montar la cena, Paquito el de Basilia una docena de huevos de las gallinas que su madre criaba en "el descovert", Elietes el de Peleto dos hogazas del pan que su madre había hecho el día anterior, así como una bolsa de tomates que su padre cogía en cantidad en un pequeño bancal que tenían en l'Arena, a doscientos metros del pueblo; Jose Antonio el Teulé y Frasuà una caja de pastas y una botella de coñac.
Aún sin ser de la pandilla, Vicente el de Pepita también fue invitado a la cena y colaboró con unas botellas que le "limpió" a su padre.
La fiesta estaba garantizada y, al finalizar la película, toda la pandilla se dispersó en busca de las viandas que iban a complementar el guiso.
La cita era en treinta minutos en casa de Enrique el de Contxa; su madre siempre muy amable con nosotros nos facilitó todo lo necesario e incluso se brindó a freír el "conejo" y a hacernos los huevos fritos con tomate. Pepe el Maquet bajó el tocadiscos y, para justificar nuestras risas, ponía discos de chistes de Tony Leblanc. En honor a la verdad, hay que decir que el "conejo", ya empezando a tostarse, impregnaba la casa de un olorcillo realmente apetitoso. De no saberlo, hubiera sido el primero en comerlo.
Terminada la fritura, pedimos a la madre de Enrique que los huevos fritos con tomate los hiciera en una paella aparte "para que la carne no se enfriara" y siguieron los chistes de Tony Leblanc y las risas.
Diez minutos después la mesa estaba puesta y la comida a punto. Una gran fuente de "conejo" frito en el centro; los huevos con tomate en dos platos aparte; las hogazas de pan que la madre de Elietes nos había proporcionado y dos botellas de vino que Enrique había llenado en el tonel de su padre. Todos (menos tres) echaron mano al plato central y en un plis-plas el "conejo" se acabó. El Maquet, Raconet y yo, charlábamos, bebíamos y comíamos huevos con tomate, entre risas. Después salieron las pastas y la botella de coñac y para finalizar (entonces lo del café se estilaba poco) Pepe el Maquet dijo tener un regalo preparado. Era para Fransuà, que era el que más carne había comido. De una caja sacó un paquete de grueso papel, de los que en las tiendas ponían el arroz a ranel y se lo dio al tiempo que los organizadores de la cena salimos corriendo hacia la calle.
Dentro de la bolsa, la cabeza del gato sin pelar. Como he dicho, nosotros salimos disparados y cuando éste reaccionó ya estábamos a casi a cincuenta metros. Aún así la cabeza voló por encima de nuestras cabezas llegando hasta la casa de "Paquito el de Basilia". Risas y alguna vomitera por parte de Fransuà y de Vicente el de Pepita, que
no podían soportar el asco de haberse comido el gato.
Después, ya más calmada la situación y con las naturales bromas, llegamos a la Plaça de la Font donde hicimos "la última" en el Bar Tony. Allí, viéndonos a todos animados y ya vacío el local de clientes, el propietario conectó el tocadiscos y "El Titi" y Lola Flores desgranaron algunas canciones que incluso se llegaron a bailar sobre las mesas. Yo suelo decir y con razón, que no estábamos civilizados. Yo, sin querer escapar a mi parte de culpa debo decir que, todavía hoy, me horroriza pensar en el pobre gato. Solo el saber que es un animal más, con los mismos derechos que aquellos que diariamente comemos, me reconforta un poco. Aún así, yo soy incapaz y si hubiera de matar la carne que como, sin duda sería vegetariano.
RAFAEL FABREGAT
29 de agosto de 2010
0143- EL INTELECTO (A VECES) FALLA.
Algunos días, nadie sabe por qué, la cabeza no está donde tiene que estar. Cuando esto ocurre yo tengo la costumbre de darle como adjetivo el antónimo de la claridad, o sea, el espesor.
- Montse, cariño -le digo a mi mujer.
- Dime, amor -me responde.
¿Alguien se cree que en mi casa empleamos lenguaje tan fino?. ¡Pues no! pero es que, si quitamos lo de cariño y amor, la frase no queda ni la mitad de bien... ¿A que no?.
Bien, al grano...
Yo, cuando me levanto "espeso" y nada se me ocurre, emulando al célebre Moncho Borrajo con el que, tanto mi mujer como yo, hemos compartido actuación en el Teatro Apolo de Barcelona, le digo:
- Montse, di-me una paraula, la primera que et vingue al cap.
- Ganivet -dice ella.
- Collons! -me digo interiormente alarmado. ¿Como se le habrá ocurrido tal cosa?. Sin embargo, al igual que el amigo Moncho, hay que jugar con lo que hay y lo que hay es la palabra ganivet (cuchillo).
Antes de iniciar la entrada con la palabra pronunciada por mi mujer y que obligatoriamente ha de servir (al menos) como inicio del escrito, quiero aclarar las dudas que algún lector pueda tener con el asunto de "nuestra actuación" en el Teatro Apolo de Barcelona con el célebre monologuista Moncho Borrajo.
Antiguamente las ventas de cualquier producto solían hacerse frecuentemente mediante visita personal y era habitual que cuando nuestro almacén se llenaba de material que, aunque iba vendiéndose, no era en la cantidad que uno quería y necesitaba, yo solía viajar a Barcelona a girar visita a mis clientes.
En alguna de esas ocasiones, no muchas, solía acompañarme mi mujer y en esos casos, tras la cena, teníamos por costumbre celebrar las ventas obtenidas con un espectáculo de "Revista" en el Paralelo barcelonés. Aquella noche, una más, actuaba en el Teatro Apolo el entonces muy famoso Moncho Borrajo. Se decía que se metía mucho con su público y que parte de su espectáculo se basaba en esa pecularidad. Nosotros, tímidos de solemnidad, no nos amedrentamos por ello y allá que nos fuimos esperando pasar una buena velada.
El espectáculo, para nosotros, empezó antes de subirse el telón ya que era frecuente y casi obligado en esa ciudad, que los actores dieran alguna primicia de su arte a la entrada a la sala. En este caso la primicia era que el susodicho Moncho Borrajo, disfrazado de acomodadora, iba cogiendo las entradas de algunos espectadores al azar y los acompañaba a sus butacas.
El actor, más feo que guapo (como yo) y con un tipo como el mío podía disfrazarse de cualquier cosa, menos de guapa acomodadora, pero ahí estaba la gracia... A nosotros, seguramente con cara de pueblerinos, nos vio enseguida y por lo tanto nos atendió la citada "acomodadora" y allá que nos fuimos siguiendo sus pasos, tras darle las entradas. Yo, cosa rara pues mis reflejos suelen ser lentos, tuve una idea que entendí como brillante y siguiendo la broma, tras mostrarnos las localidades y devolvernos las entradas, le di una moneda de 100 Ptas. de propina.
Lo que siguió fue indescriptible... ( !!! )
Siendo uno o dos duros (una moneda de veinticinco pesetas a lo sumo) la propina que solía darse a los acomodadores, el hecho de recibir 100 pesetas desató sus gritos y la fiesta. La "acomodadora", colocado entre sus "senos" un micrófono inalámbrico, grande como eran entonces, para poder trasladar sus comentarios a todos los espectadores de una sala ya a rebosar, decía querer abandonar su profesión y cambiarse a la de acomodador.
Las risas del respetable y personalmente las nuestras hacían presagiar una velada inolvidable como así fue.
Tras sus extraordinarios monólogos, a los que sumaba historias y versos a partir de una sola palabra de cualquier espectador y ante la timidez general de que se metiera con uno, algunos espectadores preferían butacas de palco o incluso del mismo gallinero para estar "a salvo" de sus ocurrencias. Sin embargo, para esta clase de espectadores guardaba Moncho Borrajo su mejor arma secreta.
En mitad de su actuación y metiéndose con los del "gallinero" que se consideraban a salvo de sus gansadas, se sentaba en un sillón que le habían instalado en el centro del escenario, se abrochaba un cinturón de seguridad y apretando un botón el sillón, sujeto a un reforzado mecanismo extensible que soportaba perfectamente su peso, salía disparado por encima de los espectadores del patio de butacas, hacia aquellos que se consideraban a salvo de sus bromas.
Las exclamaciones de los espectadores de platea, ante la sorpresa de tan inesperado mecanismo de traslación, no se hicieron esperar y más todavía las risas y gritos de Moncho que, apenas a medio metro de la barandilla del "gallinero" aparentaba querer encaramarse a ella para "atacar" a los espectadores de aquella zona que se creían a salvo. Nosotros teníamos las localidades en la quinta fila del patio de butacas y casi en el mismo centro de la sala. Con Moncho Borrajo en el escenario, las cinco primeras filas eran las últimas que se vendían.
En un momento de su actuación se apagaron las luces del escenario y él, con una potente linterna, buscaba entre los espectadores unos colaboradores. La broma de mi generosa propina (que nunca me devolvió) hizo que, tras un rato de zigzagueos, la luz de su linterna se parase sobre nosotros.
Nada especial tuvimos que hacer, pero... ¡ya se sabe!.
Gritos, aspavientos, el aparente reconocimiento del generoso espectador que le había dado 100 pesetas de propina a la "acomodadora" y el Moncho Borrajo que baja del escenario hacia nosotros. Luces de sala y focos de cañón hacia los tímidos pueblerinos y todos los espectadores de pie y pendientes de la reacción de los espectadores elegidos. La cosa fue fácil. Me dio a mí la linterna y a mi mujer un libro. Yo la iluminaba y ella tenía que elegir una palabra de aquel libro, sobre la cual basaría Moncho la siguiente "historia". Total, una excelente velada.
Años después, viendo que su éxito empezaba a mermar y no queriendo conocer la experiencia de tener que actuar con salas a medio llenar, abandonó su profesión y lo hizo con el espectáculo "Despedida y cierre" cuyo cartel se acompaña.
Fue sin duda el "inventor" del monólogo y uno de los más importantes ejecutores del mismo. Eso y nada más fue lo que pasó y lo que ha venido a mi mente al pedirle a mi mujer que me diera una palabra con la que basar la entrada de hoy. Sin embargo eso de que la primera cosa que se le ocurra, sea un cuchillo... ¡me da que pensar!
Yo ahora, emulando a Moncho Borrajo, tendría que basar esta entrada (por ejemplo) en Albacete y sus tradicionales y excelentes cuchillos pero... ¿quien me garantiza a mí que los actuales cuchillos de Albacete sean de Albacete?. Porque, si así fuera, casi que sería la única cosa que todavía es lo que antes era. Todos sabemos que hasta las mejores marcas de ropa y los más costosos productos, están fabricándose en China, por lo tanto ¿será diferente en el tema de cuchillos?.
Mejor lo dejamos ahí y ya que tenemos que decir algo de Albacete, diré que a poco más de 25 Km. de dicha ciudad y viajando por la N-322, llegamos a la localidad de Bazalote, por antonomasia el pueblo español de los ajos. Allí cargan a granel "los gitanos de bien" sus furgonetas, con las que después recorren la península pregonando tan "perfumado" manjar, imprescindible en nuestras cocinas. Allí paró varias veces el camión de reparto de EFASE, de vuelta de la provincia de Córdoba donde teníamos un cliente con el que hacíamos intercambio comercial. Con varias firmas comercializando el mismo producto, era fácil comprar un par de sacos para familiares y amigos a un precio irrisorio, que impedía el más mínimo pensamiento de plantación. Dichos ajos, en su calidad Extra y sin el más mínimo defecto en cabeza ni tallo, se comercializan en ristras de 25 o 50 unidades y también en red plástica de 5 y 10 unidades sin tallo. Toda cabeza rota o defectuosa era apartada y vendidos estos ajos a granel en sacos de 25 Kg. a un precio irrisorio por falta de comercialización en las grandes cadenas.
Unos kilómetros antes El Jardín. Una pequeña aldea y bello paraje enclavado en la ribera del río del mismo nombre, atravesada por la antigua carretera nacional y ruta principal que permitía la subsistencia de sus vecinos con la comercialización de lo mejor de sus productos autóctonos. Principalmente en las diferentes variedades de queso manchego y todos los derivados del cerdo. Allí vimos y compramos por vez primera el típico queso curado al romero, hoy ya en cualquier establecimiento del ramo, pero entonces una novedad de tipo local. Pero... todo esto, ¿vengo yo a contarlo por el solo hecho de que a mi mujer se le haya ocurrido nombrar la palabra cuchillo? Pues bueno... ¡Ya está bien, ya está bien...! Porque si todo lo cuento hoy, ¿qué contaré mañana?.
RAFAEL FABREGAT
- Montse, cariño -le digo a mi mujer.
- Dime, amor -me responde.
¿Alguien se cree que en mi casa empleamos lenguaje tan fino?. ¡Pues no! pero es que, si quitamos lo de cariño y amor, la frase no queda ni la mitad de bien... ¿A que no?.
Bien, al grano...
Yo, cuando me levanto "espeso" y nada se me ocurre, emulando al célebre Moncho Borrajo con el que, tanto mi mujer como yo, hemos compartido actuación en el Teatro Apolo de Barcelona, le digo:
- Montse, di-me una paraula, la primera que et vingue al cap.
- Ganivet -dice ella.
- Collons! -me digo interiormente alarmado. ¿Como se le habrá ocurrido tal cosa?. Sin embargo, al igual que el amigo Moncho, hay que jugar con lo que hay y lo que hay es la palabra ganivet (cuchillo).
Antes de iniciar la entrada con la palabra pronunciada por mi mujer y que obligatoriamente ha de servir (al menos) como inicio del escrito, quiero aclarar las dudas que algún lector pueda tener con el asunto de "nuestra actuación" en el Teatro Apolo de Barcelona con el célebre monologuista Moncho Borrajo.
Antiguamente las ventas de cualquier producto solían hacerse frecuentemente mediante visita personal y era habitual que cuando nuestro almacén se llenaba de material que, aunque iba vendiéndose, no era en la cantidad que uno quería y necesitaba, yo solía viajar a Barcelona a girar visita a mis clientes.
En alguna de esas ocasiones, no muchas, solía acompañarme mi mujer y en esos casos, tras la cena, teníamos por costumbre celebrar las ventas obtenidas con un espectáculo de "Revista" en el Paralelo barcelonés. Aquella noche, una más, actuaba en el Teatro Apolo el entonces muy famoso Moncho Borrajo. Se decía que se metía mucho con su público y que parte de su espectáculo se basaba en esa pecularidad. Nosotros, tímidos de solemnidad, no nos amedrentamos por ello y allá que nos fuimos esperando pasar una buena velada.
El espectáculo, para nosotros, empezó antes de subirse el telón ya que era frecuente y casi obligado en esa ciudad, que los actores dieran alguna primicia de su arte a la entrada a la sala. En este caso la primicia era que el susodicho Moncho Borrajo, disfrazado de acomodadora, iba cogiendo las entradas de algunos espectadores al azar y los acompañaba a sus butacas.
El actor, más feo que guapo (como yo) y con un tipo como el mío podía disfrazarse de cualquier cosa, menos de guapa acomodadora, pero ahí estaba la gracia... A nosotros, seguramente con cara de pueblerinos, nos vio enseguida y por lo tanto nos atendió la citada "acomodadora" y allá que nos fuimos siguiendo sus pasos, tras darle las entradas. Yo, cosa rara pues mis reflejos suelen ser lentos, tuve una idea que entendí como brillante y siguiendo la broma, tras mostrarnos las localidades y devolvernos las entradas, le di una moneda de 100 Ptas. de propina.
Lo que siguió fue indescriptible... ( !!! )
Siendo uno o dos duros (una moneda de veinticinco pesetas a lo sumo) la propina que solía darse a los acomodadores, el hecho de recibir 100 pesetas desató sus gritos y la fiesta. La "acomodadora", colocado entre sus "senos" un micrófono inalámbrico, grande como eran entonces, para poder trasladar sus comentarios a todos los espectadores de una sala ya a rebosar, decía querer abandonar su profesión y cambiarse a la de acomodador.
Las risas del respetable y personalmente las nuestras hacían presagiar una velada inolvidable como así fue.
Tras sus extraordinarios monólogos, a los que sumaba historias y versos a partir de una sola palabra de cualquier espectador y ante la timidez general de que se metiera con uno, algunos espectadores preferían butacas de palco o incluso del mismo gallinero para estar "a salvo" de sus ocurrencias. Sin embargo, para esta clase de espectadores guardaba Moncho Borrajo su mejor arma secreta.
En mitad de su actuación y metiéndose con los del "gallinero" que se consideraban a salvo de sus gansadas, se sentaba en un sillón que le habían instalado en el centro del escenario, se abrochaba un cinturón de seguridad y apretando un botón el sillón, sujeto a un reforzado mecanismo extensible que soportaba perfectamente su peso, salía disparado por encima de los espectadores del patio de butacas, hacia aquellos que se consideraban a salvo de sus bromas.
Las exclamaciones de los espectadores de platea, ante la sorpresa de tan inesperado mecanismo de traslación, no se hicieron esperar y más todavía las risas y gritos de Moncho que, apenas a medio metro de la barandilla del "gallinero" aparentaba querer encaramarse a ella para "atacar" a los espectadores de aquella zona que se creían a salvo. Nosotros teníamos las localidades en la quinta fila del patio de butacas y casi en el mismo centro de la sala. Con Moncho Borrajo en el escenario, las cinco primeras filas eran las últimas que se vendían.
En un momento de su actuación se apagaron las luces del escenario y él, con una potente linterna, buscaba entre los espectadores unos colaboradores. La broma de mi generosa propina (que nunca me devolvió) hizo que, tras un rato de zigzagueos, la luz de su linterna se parase sobre nosotros.
Nada especial tuvimos que hacer, pero... ¡ya se sabe!.
Gritos, aspavientos, el aparente reconocimiento del generoso espectador que le había dado 100 pesetas de propina a la "acomodadora" y el Moncho Borrajo que baja del escenario hacia nosotros. Luces de sala y focos de cañón hacia los tímidos pueblerinos y todos los espectadores de pie y pendientes de la reacción de los espectadores elegidos. La cosa fue fácil. Me dio a mí la linterna y a mi mujer un libro. Yo la iluminaba y ella tenía que elegir una palabra de aquel libro, sobre la cual basaría Moncho la siguiente "historia". Total, una excelente velada.
Años después, viendo que su éxito empezaba a mermar y no queriendo conocer la experiencia de tener que actuar con salas a medio llenar, abandonó su profesión y lo hizo con el espectáculo "Despedida y cierre" cuyo cartel se acompaña.
Fue sin duda el "inventor" del monólogo y uno de los más importantes ejecutores del mismo. Eso y nada más fue lo que pasó y lo que ha venido a mi mente al pedirle a mi mujer que me diera una palabra con la que basar la entrada de hoy. Sin embargo eso de que la primera cosa que se le ocurra, sea un cuchillo... ¡me da que pensar!
Yo ahora, emulando a Moncho Borrajo, tendría que basar esta entrada (por ejemplo) en Albacete y sus tradicionales y excelentes cuchillos pero... ¿quien me garantiza a mí que los actuales cuchillos de Albacete sean de Albacete?. Porque, si así fuera, casi que sería la única cosa que todavía es lo que antes era. Todos sabemos que hasta las mejores marcas de ropa y los más costosos productos, están fabricándose en China, por lo tanto ¿será diferente en el tema de cuchillos?.
Mejor lo dejamos ahí y ya que tenemos que decir algo de Albacete, diré que a poco más de 25 Km. de dicha ciudad y viajando por la N-322, llegamos a la localidad de Bazalote, por antonomasia el pueblo español de los ajos. Allí cargan a granel "los gitanos de bien" sus furgonetas, con las que después recorren la península pregonando tan "perfumado" manjar, imprescindible en nuestras cocinas. Allí paró varias veces el camión de reparto de EFASE, de vuelta de la provincia de Córdoba donde teníamos un cliente con el que hacíamos intercambio comercial. Con varias firmas comercializando el mismo producto, era fácil comprar un par de sacos para familiares y amigos a un precio irrisorio, que impedía el más mínimo pensamiento de plantación. Dichos ajos, en su calidad Extra y sin el más mínimo defecto en cabeza ni tallo, se comercializan en ristras de 25 o 50 unidades y también en red plástica de 5 y 10 unidades sin tallo. Toda cabeza rota o defectuosa era apartada y vendidos estos ajos a granel en sacos de 25 Kg. a un precio irrisorio por falta de comercialización en las grandes cadenas.
Unos kilómetros antes El Jardín. Una pequeña aldea y bello paraje enclavado en la ribera del río del mismo nombre, atravesada por la antigua carretera nacional y ruta principal que permitía la subsistencia de sus vecinos con la comercialización de lo mejor de sus productos autóctonos. Principalmente en las diferentes variedades de queso manchego y todos los derivados del cerdo. Allí vimos y compramos por vez primera el típico queso curado al romero, hoy ya en cualquier establecimiento del ramo, pero entonces una novedad de tipo local. Pero... todo esto, ¿vengo yo a contarlo por el solo hecho de que a mi mujer se le haya ocurrido nombrar la palabra cuchillo? Pues bueno... ¡Ya está bien, ya está bien...! Porque si todo lo cuento hoy, ¿qué contaré mañana?.
RAFAEL FABREGAT
27 de agosto de 2010
0142- EL CUENTO DE NUNCA ACABAR.
Cada año ocurre lo mismo.
Si es invierno... ¡Buf, hace un frío que pela!.¡Como este año, no se ha visto nunca nada igual...!
Si es verano lo mismo... ¡Madre mía del amor hermoso!... ¡Calor como este no se ha visto jamás!.
Para acabarlo de arreglar, conectas el televisor y ¡más de lo mismo! En todas las cadenas, están entrevistando al personal...
- ¿Que tal se resiste este frío? (o este calor) -pregunta el reportero.
- Horroroso, esto en (x) años que tengo no lo he visto nunca -responde el entrevistado.
Y esto (fíjense) ocurre todos los años, uno detrás de otro, tanto en invierno como en verano, llueva, nieve o haga viento.
Hoy sábado 27 de Agosto, algo inusual ya en estas fechas, además de un sol abrasador debido a una masa de aire subsahariano, ha soplado el poniente y efectivamente se han dado las temperaturas mas altas del verano, pero esto mismo ocurrió el pasado año a mediados de Julio y el próximo será en otra fecha. Todos los años, hay unos días soplando el poniente y otros subiendo el aire sahariano y otros las dos cosas a la vez.
Lo ya no tan frecuente es que en días de calor tan extremo, haya "boletaires" en el ejercicio de su afición favorita; eso sí que se sale de lo normal. Sin embargo este año se ha dado ese caso y no porque a éstos les haya trastornado el calor, y fuera de sí hayan marchado a la montaña en busca de los preciados frutos de la naturaleza, sino porque se han dado una serie de circunstancias que han propiciado lo que parece una contradicción.
Todas las semanas del mes de Agosto ha llovido en el lugar, lo que obliga al micelio a realizar el entramado microscópico que posteriormente fructifica en las hermosas setas que todos conocemos.
Muy ajustado por las fechas, todavía veraniegas, estos hechos se han producido en el tiempo y lugar adecuado para que esta semana pudieran encontrarse setas en cantidad superior a lo normal. Sin embargo no es extraño que salgan setas en Agosto; lo que si es extraño es que, en esta zona, llueva lo suficiente para que esto ocurra. De hecho, aunque no habitual, han sido varios los años en que hemos buscado setas con éxito, dentro del mes de Agosto.
Las lluvias que normalmente suelen darse en esta zona a mediados de Septiembre este año, como repito ha ocurrido otras veces, lo hicieron en Agosto y la salida de setas se ha adelantado, ni más ni menos.
Lo más extraño y que nunca anteriormente había visto yo personalmente, es la segunda coincidencia y es que, cuando ya la temperatura y humedad del terreno es propicia para la salida de las preciadas setas, venga viento de poniente y bolsa de aire subsahariano y sitúe el termómetro en valores superiores a los cuarenta grados, en zonas tan elevadas.
Las setas, unas fuera esperado al ilusionado buscador y otras a punto de hacerlo, se han visto sorprendidas por este brusco e inesperado cambio de temperaturas. Una vuelta al verano más tórrido que las ha asustado obligándoles a agazaparse bajo la tierra, tres días antes húmeda y ahora nuevamente endurecida por el abrasador poniente.
Pero claro -me dije yo- las que estaban fuera... ¡allí estarán! Las setas no son como los caracoles que, cuando el sol sale, se marchan hacia su madriguera. Las que han salido, salidas están y, salvo que alguien se las haya llevado...
- Què fem Montse? -le dije intentando curarme en salud.
- Què hem de fer?...anar-se'n a buscar bolets no? -me dijo animada.
- Dòna, t'ho dic per el ponent i la calor que fà de bon matí -reiteré.
- Si no en trobem cap, no passe res, la cosa es pasar el día -dijo ella.
Estas elucubraciones me animaron a perseverar en los preparativos iniciales y, aunque con un tiempo que en nada invitaba a ir a la búsqueda de setas, allá nos fuimos mi mujer y yo, sufridores micológicos de alto nivel.
La primera parada fue en (x). Compramos pan para los bocadillos y veinte minutos después estábamos en el lugar elegido para la búsqueda. Doscientos metros antes de llegar al sitio donde normalmente suelo dejar el coche paré al ver un punto en la verde hierba.
Bajé del coche y, en efecto...
- ¡Dos boletos Edulis! -le dije a mi mujer alborozado.
Sin embargo ni entonces ni después busqué en el lugar. Mis planes eran otros y tras aparcar el coche, mi mujer quedó buscando por las inmediaciones y yo me dirigí al lugar que tenía previsto.
Aquí hay uno..., allá hay dos..., ahí hay uno enorme... allá hay cinco todos juntos... En poco más de una hora y buscando apenas una cuadrícula de 500 m. de lado hice media cesta, unos 2 Kg. Sin embargo mi nula actividad en lo que llevo de verano hizo que me fatigara rápidamente y, más o menos vista ya la zona prevista, lo dejé. El capricho estaba satisfecho y el éxito (para este tipo de seta) no tenía para mí precedentes en estas fechas tan tempranas.
Llegado al coche mi mujer, que apenas se había separado unos metros del mismo, tenía media docena de setas comestibles, entre las que figuraba otro boleto más...
- Que et semble si anarem a (x) per vorer com està el terreno i dinarem per allí? -le dije.
- Perfecte, anem -respondió ella.
Y campo través, por pista desconocida (?), marchamos hacía el nuevo destino.
Nuevas montañas, nuevos paisajes, nuevos pueblos que anotar en la memoria.
Unos kilómetros antes de llegar al objetivo unos puntos blancos en un campo cercano nos llamó nuestra atención. Paramos el coche en el entrador de la finca en cuestión y efectivamente: ¡Agaricus! (Champiñones silvestres).
Ante el hallazgo yo le digo a mi mujer:
- Montse, agafa la teva cistella i ves mirant de dins cap a fòra. -le dije- Jo ho faré al revés i entre els dos en un moment mirarem tot el bancal.
La dejé en la parte de afuera y yo fui a la parte de dentro donde pronto empecé a coger ejemplares. En unos quince minutos llené la cesta a rebosar y fui a vaciarla a la caja de plástico que llevaba en el coche. Miré hacia mi mujer y también ella tenía la cesta llena por lo que la llamé y le dije que fuera hacia el coche que ya recogería yo los que quedaban. Fueron tres cestas en menos de media hora.
- Què fem ara? -preguntó mi mujer.
- Tot just és l'una, per dinar és una mica prompte -le dije.
- Anem davant del poble -propuso mi mujer.
- Jo estic cansat per caminar molt més. A més, se'ns farie tard. Per que no anem a veure si han eixit les macrolepiotes? Allí arribem en el cotxe fins on elles están! -dije como contrapropuesta.
- Val, val. Anem-se'n -acepta mi mujer resignada.
Son unos 6 Km. pero todo carretera, por lo que en cinco minutos estábamos allí. Solo vimos un par de macrolepiotas, la seta que buscábamos. Por lo visto alguien se nos adelantó, pero los rovellones no son tan visibles y en diez minutos encontramos allí mismo 25/30 ejemplares. Sobre un kilo, aproximadamente.
No necesitábamos más puesto que se trataba de llenar el tiempo que faltaba para la comida y al mismo tiempo ver como estaba el terreno en ese punto.
A la llegada al restaurante, donde somos ya muy conocidos, el dueño nos preguntó si habíamos tenido éxito. - Tres cestas -le dije. (Allí hablan castellano)
El hombre marchó a traernos las bebidas y a su regreso...
- No te has creído lo de las tres cestas ¿verdad? -le pregunté sonriendo.
- Hombre yo... ya sé que sois buenos, pero... -pensativo, parecía dudar.
- Nada, nada, has hecho bien en no creerlo pues era mentira -le dije-. Realmente no han sido tres cestas, ya que solo llevamos dos. ¡Han sido dos cestas, una caja frutera de plástico y una bolsa! -le dije ufano.
- ¡De vosotros me lo creo todo! -dijo él que sabe de nuestras proezas.
- La gente va encontrando algo, pero tanto como eso no. -recalcó.
Lo que no le dijimos nosotros era que el 80% de lo encontrado eran champiñones y allí, cuando se habla de setas, se sobreentiende que se trata siempre de rovellones, pero... ¡tampoco hay que contarlo todo! El que quiera saber... ¡que estudie!
Marchamos hacia Cabanes. Allí cogimos los perritos, el portátil, los pertrechos necesarios y ¡hacia la casita de la Ribera!
A nuestra llegada y por riguroso orden...
Primero: limpieza, embolsado al vacío y congelado de las setas que no habíamos de gastar de forma inmediata. Segundo: chapuzón en la piscina para quitarnos el calor. Tercero: mirar si algún lector me había aceptado el reto del día anterior, de que esa misma noche yo pensaba cenar revuelto de setas, por si querían apuntarse. Cuarto...¡Descansar!
Aparte de la pesada búsqueda (son 250 Km. -ida y vuelta- muchos de ellos por pistas de tierra) uno... ¡ya no está para muchos trotes!
RAFAEL FABREGAT
Si es invierno... ¡Buf, hace un frío que pela!.¡Como este año, no se ha visto nunca nada igual...!
Si es verano lo mismo... ¡Madre mía del amor hermoso!... ¡Calor como este no se ha visto jamás!.
Para acabarlo de arreglar, conectas el televisor y ¡más de lo mismo! En todas las cadenas, están entrevistando al personal...
- ¿Que tal se resiste este frío? (o este calor) -pregunta el reportero.
- Horroroso, esto en (x) años que tengo no lo he visto nunca -responde el entrevistado.
Y esto (fíjense) ocurre todos los años, uno detrás de otro, tanto en invierno como en verano, llueva, nieve o haga viento.
Hoy sábado 27 de Agosto, algo inusual ya en estas fechas, además de un sol abrasador debido a una masa de aire subsahariano, ha soplado el poniente y efectivamente se han dado las temperaturas mas altas del verano, pero esto mismo ocurrió el pasado año a mediados de Julio y el próximo será en otra fecha. Todos los años, hay unos días soplando el poniente y otros subiendo el aire sahariano y otros las dos cosas a la vez.
Lo ya no tan frecuente es que en días de calor tan extremo, haya "boletaires" en el ejercicio de su afición favorita; eso sí que se sale de lo normal. Sin embargo este año se ha dado ese caso y no porque a éstos les haya trastornado el calor, y fuera de sí hayan marchado a la montaña en busca de los preciados frutos de la naturaleza, sino porque se han dado una serie de circunstancias que han propiciado lo que parece una contradicción.
Todas las semanas del mes de Agosto ha llovido en el lugar, lo que obliga al micelio a realizar el entramado microscópico que posteriormente fructifica en las hermosas setas que todos conocemos.
Muy ajustado por las fechas, todavía veraniegas, estos hechos se han producido en el tiempo y lugar adecuado para que esta semana pudieran encontrarse setas en cantidad superior a lo normal. Sin embargo no es extraño que salgan setas en Agosto; lo que si es extraño es que, en esta zona, llueva lo suficiente para que esto ocurra. De hecho, aunque no habitual, han sido varios los años en que hemos buscado setas con éxito, dentro del mes de Agosto.
Las lluvias que normalmente suelen darse en esta zona a mediados de Septiembre este año, como repito ha ocurrido otras veces, lo hicieron en Agosto y la salida de setas se ha adelantado, ni más ni menos.
Lo más extraño y que nunca anteriormente había visto yo personalmente, es la segunda coincidencia y es que, cuando ya la temperatura y humedad del terreno es propicia para la salida de las preciadas setas, venga viento de poniente y bolsa de aire subsahariano y sitúe el termómetro en valores superiores a los cuarenta grados, en zonas tan elevadas.
Las setas, unas fuera esperado al ilusionado buscador y otras a punto de hacerlo, se han visto sorprendidas por este brusco e inesperado cambio de temperaturas. Una vuelta al verano más tórrido que las ha asustado obligándoles a agazaparse bajo la tierra, tres días antes húmeda y ahora nuevamente endurecida por el abrasador poniente.
Pero claro -me dije yo- las que estaban fuera... ¡allí estarán! Las setas no son como los caracoles que, cuando el sol sale, se marchan hacia su madriguera. Las que han salido, salidas están y, salvo que alguien se las haya llevado...
- Què fem Montse? -le dije intentando curarme en salud.
- Què hem de fer?...anar-se'n a buscar bolets no? -me dijo animada.
- Dòna, t'ho dic per el ponent i la calor que fà de bon matí -reiteré.
- Si no en trobem cap, no passe res, la cosa es pasar el día -dijo ella.
Estas elucubraciones me animaron a perseverar en los preparativos iniciales y, aunque con un tiempo que en nada invitaba a ir a la búsqueda de setas, allá nos fuimos mi mujer y yo, sufridores micológicos de alto nivel.
La primera parada fue en (x). Compramos pan para los bocadillos y veinte minutos después estábamos en el lugar elegido para la búsqueda. Doscientos metros antes de llegar al sitio donde normalmente suelo dejar el coche paré al ver un punto en la verde hierba.
Bajé del coche y, en efecto...
- ¡Dos boletos Edulis! -le dije a mi mujer alborozado.
Sin embargo ni entonces ni después busqué en el lugar. Mis planes eran otros y tras aparcar el coche, mi mujer quedó buscando por las inmediaciones y yo me dirigí al lugar que tenía previsto.
Aquí hay uno..., allá hay dos..., ahí hay uno enorme... allá hay cinco todos juntos... En poco más de una hora y buscando apenas una cuadrícula de 500 m. de lado hice media cesta, unos 2 Kg. Sin embargo mi nula actividad en lo que llevo de verano hizo que me fatigara rápidamente y, más o menos vista ya la zona prevista, lo dejé. El capricho estaba satisfecho y el éxito (para este tipo de seta) no tenía para mí precedentes en estas fechas tan tempranas.
Llegado al coche mi mujer, que apenas se había separado unos metros del mismo, tenía media docena de setas comestibles, entre las que figuraba otro boleto más...
- Que et semble si anarem a (x) per vorer com està el terreno i dinarem per allí? -le dije.
- Perfecte, anem -respondió ella.
Y campo través, por pista desconocida (?), marchamos hacía el nuevo destino.
Nuevas montañas, nuevos paisajes, nuevos pueblos que anotar en la memoria.
Unos kilómetros antes de llegar al objetivo unos puntos blancos en un campo cercano nos llamó nuestra atención. Paramos el coche en el entrador de la finca en cuestión y efectivamente: ¡Agaricus! (Champiñones silvestres).
Ante el hallazgo yo le digo a mi mujer:
- Montse, agafa la teva cistella i ves mirant de dins cap a fòra. -le dije- Jo ho faré al revés i entre els dos en un moment mirarem tot el bancal.
La dejé en la parte de afuera y yo fui a la parte de dentro donde pronto empecé a coger ejemplares. En unos quince minutos llené la cesta a rebosar y fui a vaciarla a la caja de plástico que llevaba en el coche. Miré hacia mi mujer y también ella tenía la cesta llena por lo que la llamé y le dije que fuera hacia el coche que ya recogería yo los que quedaban. Fueron tres cestas en menos de media hora.
- Què fem ara? -preguntó mi mujer.
- Tot just és l'una, per dinar és una mica prompte -le dije.
- Anem davant del poble -propuso mi mujer.
- Jo estic cansat per caminar molt més. A més, se'ns farie tard. Per que no anem a veure si han eixit les macrolepiotes? Allí arribem en el cotxe fins on elles están! -dije como contrapropuesta.
- Val, val. Anem-se'n -acepta mi mujer resignada.
Son unos 6 Km. pero todo carretera, por lo que en cinco minutos estábamos allí. Solo vimos un par de macrolepiotas, la seta que buscábamos. Por lo visto alguien se nos adelantó, pero los rovellones no son tan visibles y en diez minutos encontramos allí mismo 25/30 ejemplares. Sobre un kilo, aproximadamente.
No necesitábamos más puesto que se trataba de llenar el tiempo que faltaba para la comida y al mismo tiempo ver como estaba el terreno en ese punto.
A la llegada al restaurante, donde somos ya muy conocidos, el dueño nos preguntó si habíamos tenido éxito. - Tres cestas -le dije. (Allí hablan castellano)
El hombre marchó a traernos las bebidas y a su regreso...
- No te has creído lo de las tres cestas ¿verdad? -le pregunté sonriendo.
- Hombre yo... ya sé que sois buenos, pero... -pensativo, parecía dudar.
- Nada, nada, has hecho bien en no creerlo pues era mentira -le dije-. Realmente no han sido tres cestas, ya que solo llevamos dos. ¡Han sido dos cestas, una caja frutera de plástico y una bolsa! -le dije ufano.
- ¡De vosotros me lo creo todo! -dijo él que sabe de nuestras proezas.
- La gente va encontrando algo, pero tanto como eso no. -recalcó.
Lo que no le dijimos nosotros era que el 80% de lo encontrado eran champiñones y allí, cuando se habla de setas, se sobreentiende que se trata siempre de rovellones, pero... ¡tampoco hay que contarlo todo! El que quiera saber... ¡que estudie!
Marchamos hacia Cabanes. Allí cogimos los perritos, el portátil, los pertrechos necesarios y ¡hacia la casita de la Ribera!
A nuestra llegada y por riguroso orden...
Primero: limpieza, embolsado al vacío y congelado de las setas que no habíamos de gastar de forma inmediata. Segundo: chapuzón en la piscina para quitarnos el calor. Tercero: mirar si algún lector me había aceptado el reto del día anterior, de que esa misma noche yo pensaba cenar revuelto de setas, por si querían apuntarse. Cuarto...¡Descansar!
Aparte de la pesada búsqueda (son 250 Km. -ida y vuelta- muchos de ellos por pistas de tierra) uno... ¡ya no está para muchos trotes!
RAFAEL FABREGAT
26 de agosto de 2010
0141- LOS INCULTOS TAMBIEN PODEMOS ESCRIBIR.
Mal, pero podemos.
Ayer, buscando unos datos en Internet, descubrí el Blog de un conocido (porque decir amigo sería seguramente excesivo) de mi localidad. O sea, de Cabanes.
Naturalmente me interesé en la lectura de sus ideas y elucubraciones y pronto cerré la entrada asustado. Hijo de gente bien, con estudios y casado con una chica de buena familia, pronto quedó patente lo pulido de su léxico y lo rebuscado de su prosa.
Como verán, también yo he tenido que buscar algunas palabras, no habituales en mi forma de escribir, para intentar explicarles el asunto y no desmerecer en mi exposición sobre los pormenores salidos de una pluma tan brillante. La diferencia es que yo he tenido que consultar el manual y el susodicho tiene de manera natural esta fina forma de escribir sin mirar en sitio alguno.
Son la cosas del saber, ¡que no las del querer!
- Pero tú, Rafael -me dije- ¿Donde cojones te metes?... ¡Escribiendo cada día, si apenas te sacaste el Certificado de Estudios Primarios, en una época en la que apenas si habían unas máquinas de escribir sin cinta (con una de estas aprendí yo) y cuya letra, al presionar la tecla correspondiente, antes de golpear el papel iba a una almohadilla impregnada de tinta, para humedecerse del preciado líquido!.
¡Un tiempo en el que, en los colegios públicos, tan solo se enseñaba a cantar el Cara al sol por la mañana, el Ángelus a mediodía y el Rosario por las tardes. Eso sin contar el Mes de María durante todo el santo mes de Mayo...
- ¿Qué coño sabes tú de escribir?... ¿Hiciste, al menos, un curso de mecanografía? -me dice el subconsciente.
- Pues no, no. Es verdad, no sé nada... pero me distrae -me digo yo autodisculpándome.
Algunas veces, me ayuda a recordar cosas que me gusta recordar y a olvidar cosas que quisiera olvidar. Algún día, no muy lejano, dedicaré mi tiempo y mi limitada escritura a recordar, con pelos y señales, todo aquello que quisiera olvidar y no puedo, ¡quizás así lo consiga! -añade mi mente.
- Vale, vale, está bien. Haz lo que quieras. Has hecho tantas veces el ridículo que, total ¡una más o menos...! -responde mi otro yo, tan rebelde como siempre.
En fin, que visto lo pulido de la forma de escribir de mi conciudadano, empecé a dudar de si tenía que seguir o no.
- ¡Estás haciendo reír al personal!
-pensé.
Un rato después, reflexionando sobre este asunto, fui condescendiente conmigo mismo y me dije que... ¡Yo escribo para mí y para los que son como yo, no para los que son como él!.
Esta reflexión me permitía, de un plumazo, seguir escribiendo y continuar estando orgulloso de ello.
- ¡Uf, que alivio! -pensé animado.
Total, que aquí me tienen. Escribiendo nuevamente mis chorradas, casi diarias. De vez en cuando, algún amigo, conocido, o misericordioso lector, me anima a seguir escribiendo. Es gasolina para mi depósito, lo que permite que mi motor no se pare y lo que me hace perseverar en esta distracción que no pretende otra cosa que ocupar el mucho tiempo disponible.
Gracias a todos por su interés y hasta siempre. Bueno, lo de siempre es un decir...
¡Siempre que no me dejen salir de casa y no haya setas que buscar...!
- Vale, vale. Ya sé que con esta "prisión domiciliaria" que nos han impuesto, es de locos hacerlo pero... ¡En fin, ya veremos!.
De todas formas si, mientras tanto, alguien quiere apostar que mañana ceno revuelto de setas, que me llame y oferte las chuletas en el doble de proporción y que ponga los huevos necesarios... ¡los de gallina, claro!. Una buena botella de vino blanco, tampoco estorbaría. En cuanto a la foto de la chica... Para los que no me conozcan; no, no soy yo. Un servidor es un tío, viejo chocho y feo además.
RAFAEL FABREGAT
Ayer, buscando unos datos en Internet, descubrí el Blog de un conocido (porque decir amigo sería seguramente excesivo) de mi localidad. O sea, de Cabanes.
Naturalmente me interesé en la lectura de sus ideas y elucubraciones y pronto cerré la entrada asustado. Hijo de gente bien, con estudios y casado con una chica de buena familia, pronto quedó patente lo pulido de su léxico y lo rebuscado de su prosa.
Como verán, también yo he tenido que buscar algunas palabras, no habituales en mi forma de escribir, para intentar explicarles el asunto y no desmerecer en mi exposición sobre los pormenores salidos de una pluma tan brillante. La diferencia es que yo he tenido que consultar el manual y el susodicho tiene de manera natural esta fina forma de escribir sin mirar en sitio alguno.
Son la cosas del saber, ¡que no las del querer!
- Pero tú, Rafael -me dije- ¿Donde cojones te metes?... ¡Escribiendo cada día, si apenas te sacaste el Certificado de Estudios Primarios, en una época en la que apenas si habían unas máquinas de escribir sin cinta (con una de estas aprendí yo) y cuya letra, al presionar la tecla correspondiente, antes de golpear el papel iba a una almohadilla impregnada de tinta, para humedecerse del preciado líquido!.
¡Un tiempo en el que, en los colegios públicos, tan solo se enseñaba a cantar el Cara al sol por la mañana, el Ángelus a mediodía y el Rosario por las tardes. Eso sin contar el Mes de María durante todo el santo mes de Mayo...
- ¿Qué coño sabes tú de escribir?... ¿Hiciste, al menos, un curso de mecanografía? -me dice el subconsciente.
- Pues no, no. Es verdad, no sé nada... pero me distrae -me digo yo autodisculpándome.
Algunas veces, me ayuda a recordar cosas que me gusta recordar y a olvidar cosas que quisiera olvidar. Algún día, no muy lejano, dedicaré mi tiempo y mi limitada escritura a recordar, con pelos y señales, todo aquello que quisiera olvidar y no puedo, ¡quizás así lo consiga! -añade mi mente.
- Vale, vale, está bien. Haz lo que quieras. Has hecho tantas veces el ridículo que, total ¡una más o menos...! -responde mi otro yo, tan rebelde como siempre.
En fin, que visto lo pulido de la forma de escribir de mi conciudadano, empecé a dudar de si tenía que seguir o no.
- ¡Estás haciendo reír al personal!
-pensé.
Un rato después, reflexionando sobre este asunto, fui condescendiente conmigo mismo y me dije que... ¡Yo escribo para mí y para los que son como yo, no para los que son como él!.
Esta reflexión me permitía, de un plumazo, seguir escribiendo y continuar estando orgulloso de ello.
- ¡Uf, que alivio! -pensé animado.
Total, que aquí me tienen. Escribiendo nuevamente mis chorradas, casi diarias. De vez en cuando, algún amigo, conocido, o misericordioso lector, me anima a seguir escribiendo. Es gasolina para mi depósito, lo que permite que mi motor no se pare y lo que me hace perseverar en esta distracción que no pretende otra cosa que ocupar el mucho tiempo disponible.
Gracias a todos por su interés y hasta siempre. Bueno, lo de siempre es un decir...
¡Siempre que no me dejen salir de casa y no haya setas que buscar...!
- Vale, vale. Ya sé que con esta "prisión domiciliaria" que nos han impuesto, es de locos hacerlo pero... ¡En fin, ya veremos!.
De todas formas si, mientras tanto, alguien quiere apostar que mañana ceno revuelto de setas, que me llame y oferte las chuletas en el doble de proporción y que ponga los huevos necesarios... ¡los de gallina, claro!. Una buena botella de vino blanco, tampoco estorbaría. En cuanto a la foto de la chica... Para los que no me conozcan; no, no soy yo. Un servidor es un tío, viejo chocho y feo además.
RAFAEL FABREGAT
25 de agosto de 2010
0140- LA RIBERA DE CABANES Y SUS GENTES.
Con razón o sin ella, los vecinos de la Ribera de Cabanes han culpado siempre de sus fracasos a las autoridades locales. No creo yo que sean esos dirigentes los culpables del éxodo masivo que, desde siempre, han hecho abandonar a la juventud su Ribera natal. Son muchos los factores y en honor a la verdad no se puede culpar totalmente a nadie en concreto. La culpa es de todos.
Cabanes, y naturalmente La Ribera, han estado permanentemente habitadas por gente muy autónoma, poco predestinada al servicio a los demás, independientes hasta la médula. Justamente esa independencia ha hecho que los habitantes de la Ribera no crearan nunca un solo núcleo; una unidad que, de materializarse en épocas anteriores, hubiera podido conseguir fácilmente su independencia del municipio.
Por el contrario, sin entenderse entre sí y sin un Plan de Ordenación Urbana, cada cual situó su casa allá donde creyó oportuno creándose nada menos que siete núcleos diferentes:
- Borseral,
- Pulido,
- Empalme,
- Torre la sal,
- Venta San Antonio,
- Apeadero o Estación y
- Pardalero o camí d'Albalat.
Desde el punto de vista laboral, cada uno ha ido a lo suyo y con muchas o pocas tierras, poco caso se ha hecho nunca a la instalación, en pueblos vecinos, de fábricas o desarrollo turístico. Es más, en multitud de ocasiones, precisando un vecino de la ayuda de otras personas para la poda de un arbolado o la recolección de una cosecha, han ido a buscar ayuda y se la han denegado. ¡Tengo mucho trabajo, ahora no puedo!, etc.
Escasa ambición y menor interés aún por comprometerse a nada, han hecho que nuestra costa quedara desierta, al tiempo que la de los pueblos vecinos se inundara de actividades de ocio y de rentabilidad para los vecinos. ¿Era eso lo que se pretendía?. Dicen que no, pero nada hicieron por entrar en el juego. Cuando alguien ha hecho una oferta, suspicaces, han preguntado de inmediato ¿cuanto voy a ganar, de qué trabajo se trata y cuantas horas hay que estar en el tajo?... Como es natural esa forma de ser invita poco a los inversores sea cual sea la posible actividad a desarrollar y hace que se mire en otras direcciones. El interés puede y debe tenerse, pero hay que demostrar disponibilidad.
Oropesa, con poco término munipal cultivable y en poder de una cantidad minoritaria de familias, hizo rápido caso al posible desarrollo turístico y ahí está el resultado. Torreblanca, aunque con ideas similares a las nuestras, poco a poco también ha ido desarrollando su potencial turístico y, aunque a mucha distancia de Oropesa, está consiguiendo una demanda importante y empezando a primar el sector turístico sobre el agrícola.
En fin, de momento aquel tren se perdió, veremos que ocurre con los próximos, que sin duda volverán a pasar algún día... Mientras tanto solo caben lamentaciones y ver que la juventud de nuestra querida Ribera marchan contínuamente en un éxodo que parece no tener fin.
Volviendo al tema anterior, quiero decir que siempre pensé que esa antipatía, más o menos acusada y recíproca, que la juventud de La Ribera ha tenido siempre hacia la de Cabanes, terminaría con los años. Ni sé de donde viene ese resentimiento ni, lógicamente, cual será su duración, pero siempre creí que era producto de la incultura y que, por consiguiente, estaba condenado a finalizar a medio plazo puesto que no había ninguna razón de fondo que lo alimentase y la juventud está cada vez mejor preparada y abierta a todo y a todos. Sin embargo me equivoqué. La gota que colmó el vaso y que mantuvo la llama del rencor encendida, se produjo quince años atrás (1.995) cuando, justamente la noche de la verbena de Sant Pere, previa al día de la fiesta del Santo, los encargados y dirigentes de las Fiestas, con las que colabora económicamente (como es de justicia) el Ayuntamiento, decidieron que la entrada al mismo fuera gratuíta para todos, excepto para los jóvenes de Cabanes.
La reacción de la juventud cabanense no se hizo esperar y, viendo que todos entraban gratis y a ellos se les pretendía cobrar, nadie sacó su entrada. Todos en una piña se trasladaron al cercano Bar Folk organizándose tal macro-fiesta que nadie cabía en el local, al tiempo que más de doscientos jóvenes bailaban y bebían en la calle del citado bar, para sorpresa y agrado de su propietario. Mientras tanto, en el lugar destinado a la citada verbena, apenas dos docenas de jóvenes de la Ribera que una hora después, viendo que "la fiesta" estaba en el Folk, también se trasladaron allí dejando a la orquesta totalmente abandonada, al solo acompañamiento de cuatro pandillas de gente mayor. Eso viene a demostrar que el rencor es infundado, que no tiene fondo y que poco duraría si los mayores no alimentaran en las nuevas generaciones la llama de la animadversión. Nunca más se ha vuelto repetir acción tan injusta y negativa y posteriormente el acceso a esa verbena ha sido siempre gratis, para todos cuantos han acudido a ella.
Sin embargo aquella juventud cabanense, que en la actualidad cuentan 40/50 años de edad, aunque tenían el acceso gratis, jamás volvieron a ese baile. Lo lógico y natural es que nuevas generaciones vuelvan a intentar esa reconciliación, pero no hay signo alguno que permita asegurar que eso vaya a producirse en breve. Con estas actitudes, está claro que pocos acercamientos se pueden producir y pocas oportunidades económicas se pueden presentar. Los posibles empresarios, interesados en instalar una industria o unos servicios hosteleros, ante esta clase de respuestas huyen despavoridos a otras localidades donde todo son ayudas y largas colas para acceder a esos puestos de trabajo que se ofrecen. En aquellos años, en los que todo eran oportunidades y las gentes de Cabanes y de la Ribera no las aprovecharon fueron muchas y variadas las ofertas que tuvo el municipio y núcleo de La Ribera.
Algunos achacan a los dirigentes locales de la época, la exclusiva culpabilidad de la pérdida de esas oportunidades pero, en honor a la verdad, hay que reconocer que (aunque alguna pudieron tener) no la tuvieron toda, ni mucho menos.
La gente de Cabanes, y la de La Ribera también, eran y son demasiado "gallos", demasiado exigentes, demasiado autónomos.
Ante esta actitud general de los mayores, siempre quejándose por todo pero incapaces de hacer nada para corregir el problema, obligaron a la juventud a marcharse buscando fuera las oportunidades que no tenían en su tierra natal. Instalados principalmente en Torreblanca, Oropesa y Castellón, unos se instalaron como albañiles, otros como fontaneros, otros en hostelería y otros muchos estudiaron y sacaron una carrera que les permitió alejarse de un lugar sin futuro.
Pero eso no ocurrió solamente en la Ribera de Cabanes, también el pueblo tuvo un importante descenso de la población que llegó a ser preocupante.
Ante la escasa rentabilidad de la tierra y el duro trabajo que nadie quería realizar, se impuso el abandono de los campos y de la zona.
Solo la proximidad a la costa y a la capital provincial, nos salvó a todos del abandono de la villa y de sus núcleos de población. Aunque muchos se fueron, otros vinieron a ocupar su lugar y la población se ha visto incluso aumentada pero... ¡ese no es el argumento de esta entrada...!
Tenía yo poco más de 16 años de edad cuando pernocté por primera vez en La Ribera. Al ser mi madrastra hermana de Encarnación París, casa lindante con la conocida "Venta de Germán" en el núcleo del mismo nombre y regentando su hijo Daniel París un taller de bicicletas en los bajos de la misma casa, me invitaron a bajar a las tradicionales "Festes de Sant Pere".
Yo no desaproveche la ocasión y primeramente en la casa de "mi tía" y posteriormente en la de alguna de sus hijas, pasaba allí el día de "Sant Pere" y el de la víspera, de igual o mayor importancia.
El día anterior a "Sant Pere" era (y es) tradicional la famosa verbena que entonces se hacía siempre en el grandioso comedor de La Venta, habilitado como Pista de baile, claro que las cosas no eran como ahora... Por una simple cuestión económica, casi todos los años la orquesta contratada era el Conjunto Ildúm, vecinos todos de Cabanes.
Manolo Bonet a la batería, Pepe el de Légido al saxo tenor, Pepe el Merdero de vocalista y acordeón, Octavio el Ferré a la trompeta y Javier el de Cano al saxo bajo, hacían las delicias de la concurrencia al compás de "El manisero", al tiempo que todas las madres de las chicas presentes en el baile, en una perfecta circunferencia, rodeaban el salón sentadas en sillas al efecto vigilando la proximidad con que chicos y chicas bailaban. Una mirada y una subida de cejas de la madre eran suficientes para que el casi imperceptible roce de tu pareja contigo desapareciera, para disgusto de unos y otras. Sin embargo ellas, más listas que nosotros y necesitadas del mismo roce, intentaban bailar en la otra parte del salón, alejadas de las miradas de sus madres que, como tortugas, levantaban las cabezas y hasta su culo de las sillas intentando averiguar el paradero de sus hijas.
El Merdero desgranaba las notas de La Hiedra, un bolero que invitaba a las parejas a reducir distancias, ante la preocupación de las madres presentes. ¡la carne es tan débil...!
Abrázame, abrázame mi amor,
igual que la hiedra...
Vivo loca por tí,
en plena juventud,
a tí me ligaré
y a ti consagraré, mi vida...
Claro, con esas letras y con esos ritmos, las madres preocupadas. ¡Y con razón!. En un núcleo sin luz pública y terminándose el baile de madrugada, cuando no había madres por medio era obligado acompañar a las chicas a su casa. Pobrecitas... ¡estaba tan oscuro!. Para el siguiente día, festividad del Santo, era obligado quedar para la mañana de playa o bien al guateque que también las pandillas de allí organizaban por la tarde. La noche de los sábados y la tarde-noche de los domingos y días festivos en el Bar Julve, había sala de proyección y el cine o el baile estaban asegurados.
Allí acudíamos los que las chicas del pueblo no nos hacían el caso que nosotros demandábamos. Para entonces ya tenía yo 18 años y en la zona de La Ribera las chicas, más modernas por su cercanía al litoral y ante el incipiente turismo, no eran tan recatadas y las cosas funcionaban mejor.
Los ligones de la pandilla éramos Enrique el de Concha y un servidor, aparentemente los más necesitados y las chicas, siempre tan condescendientes y maternales, al vernos tan necesitados...
Sin embargo, cosas de la vida, mis pensamientos quedaban en Cabanes puesto que allí estaba el amor de mi vida, claro que aquel amor solo tenía 14 años y apenas empezaba entonces a despertar a la vida y a ese tipo de inquietudes. El hecho de ser un bombón tampoco me ayudaba en absoluto puesto que allí por donde pasaba todos le decían alguna cosa y ella, lógicamente, se lo creía un poquito y con razón.
Mi vecindad, puesto que nuestras casas estaban unidas por la parte de atrás y viéndonos todos los días en la casa o fuera de ella, unido ello a mis requiebros permanentes, terminó por desatar en ella el amor que ya en mí hacía tiempo que existía... ¡y la naturaleza hizo todo lo demás!
Con aquel sí, que se produjo a sus dieciséis años (yo veinte) finalizaron mis viajes a la Ribera de Cabanes y a cualquier otro lugar.
Ella me dio tres hijas maravillosas y éstas (hasta ahora) otras tantas nietas tan guapas como su abuela lo fue... ¡y lo es todavía!.
Ahora tenemos además un nieto, el más espabilado del colegio (a mi entender) porque, claro, qué vamos a decir los abuelos... ¡Pues eso!.
RAFAEL FABREGAT
Cabanes, y naturalmente La Ribera, han estado permanentemente habitadas por gente muy autónoma, poco predestinada al servicio a los demás, independientes hasta la médula. Justamente esa independencia ha hecho que los habitantes de la Ribera no crearan nunca un solo núcleo; una unidad que, de materializarse en épocas anteriores, hubiera podido conseguir fácilmente su independencia del municipio.
Por el contrario, sin entenderse entre sí y sin un Plan de Ordenación Urbana, cada cual situó su casa allá donde creyó oportuno creándose nada menos que siete núcleos diferentes:
- Borseral,
- Pulido,
- Empalme,
- Torre la sal,
- Venta San Antonio,
- Apeadero o Estación y
- Pardalero o camí d'Albalat.
Desde el punto de vista laboral, cada uno ha ido a lo suyo y con muchas o pocas tierras, poco caso se ha hecho nunca a la instalación, en pueblos vecinos, de fábricas o desarrollo turístico. Es más, en multitud de ocasiones, precisando un vecino de la ayuda de otras personas para la poda de un arbolado o la recolección de una cosecha, han ido a buscar ayuda y se la han denegado. ¡Tengo mucho trabajo, ahora no puedo!, etc.
Escasa ambición y menor interés aún por comprometerse a nada, han hecho que nuestra costa quedara desierta, al tiempo que la de los pueblos vecinos se inundara de actividades de ocio y de rentabilidad para los vecinos. ¿Era eso lo que se pretendía?. Dicen que no, pero nada hicieron por entrar en el juego. Cuando alguien ha hecho una oferta, suspicaces, han preguntado de inmediato ¿cuanto voy a ganar, de qué trabajo se trata y cuantas horas hay que estar en el tajo?... Como es natural esa forma de ser invita poco a los inversores sea cual sea la posible actividad a desarrollar y hace que se mire en otras direcciones. El interés puede y debe tenerse, pero hay que demostrar disponibilidad.
Oropesa, con poco término munipal cultivable y en poder de una cantidad minoritaria de familias, hizo rápido caso al posible desarrollo turístico y ahí está el resultado. Torreblanca, aunque con ideas similares a las nuestras, poco a poco también ha ido desarrollando su potencial turístico y, aunque a mucha distancia de Oropesa, está consiguiendo una demanda importante y empezando a primar el sector turístico sobre el agrícola.
En fin, de momento aquel tren se perdió, veremos que ocurre con los próximos, que sin duda volverán a pasar algún día... Mientras tanto solo caben lamentaciones y ver que la juventud de nuestra querida Ribera marchan contínuamente en un éxodo que parece no tener fin.
Volviendo al tema anterior, quiero decir que siempre pensé que esa antipatía, más o menos acusada y recíproca, que la juventud de La Ribera ha tenido siempre hacia la de Cabanes, terminaría con los años. Ni sé de donde viene ese resentimiento ni, lógicamente, cual será su duración, pero siempre creí que era producto de la incultura y que, por consiguiente, estaba condenado a finalizar a medio plazo puesto que no había ninguna razón de fondo que lo alimentase y la juventud está cada vez mejor preparada y abierta a todo y a todos. Sin embargo me equivoqué. La gota que colmó el vaso y que mantuvo la llama del rencor encendida, se produjo quince años atrás (1.995) cuando, justamente la noche de la verbena de Sant Pere, previa al día de la fiesta del Santo, los encargados y dirigentes de las Fiestas, con las que colabora económicamente (como es de justicia) el Ayuntamiento, decidieron que la entrada al mismo fuera gratuíta para todos, excepto para los jóvenes de Cabanes.
La reacción de la juventud cabanense no se hizo esperar y, viendo que todos entraban gratis y a ellos se les pretendía cobrar, nadie sacó su entrada. Todos en una piña se trasladaron al cercano Bar Folk organizándose tal macro-fiesta que nadie cabía en el local, al tiempo que más de doscientos jóvenes bailaban y bebían en la calle del citado bar, para sorpresa y agrado de su propietario. Mientras tanto, en el lugar destinado a la citada verbena, apenas dos docenas de jóvenes de la Ribera que una hora después, viendo que "la fiesta" estaba en el Folk, también se trasladaron allí dejando a la orquesta totalmente abandonada, al solo acompañamiento de cuatro pandillas de gente mayor. Eso viene a demostrar que el rencor es infundado, que no tiene fondo y que poco duraría si los mayores no alimentaran en las nuevas generaciones la llama de la animadversión. Nunca más se ha vuelto repetir acción tan injusta y negativa y posteriormente el acceso a esa verbena ha sido siempre gratis, para todos cuantos han acudido a ella.
Sin embargo aquella juventud cabanense, que en la actualidad cuentan 40/50 años de edad, aunque tenían el acceso gratis, jamás volvieron a ese baile. Lo lógico y natural es que nuevas generaciones vuelvan a intentar esa reconciliación, pero no hay signo alguno que permita asegurar que eso vaya a producirse en breve. Con estas actitudes, está claro que pocos acercamientos se pueden producir y pocas oportunidades económicas se pueden presentar. Los posibles empresarios, interesados en instalar una industria o unos servicios hosteleros, ante esta clase de respuestas huyen despavoridos a otras localidades donde todo son ayudas y largas colas para acceder a esos puestos de trabajo que se ofrecen. En aquellos años, en los que todo eran oportunidades y las gentes de Cabanes y de la Ribera no las aprovecharon fueron muchas y variadas las ofertas que tuvo el municipio y núcleo de La Ribera.
Algunos achacan a los dirigentes locales de la época, la exclusiva culpabilidad de la pérdida de esas oportunidades pero, en honor a la verdad, hay que reconocer que (aunque alguna pudieron tener) no la tuvieron toda, ni mucho menos.
La gente de Cabanes, y la de La Ribera también, eran y son demasiado "gallos", demasiado exigentes, demasiado autónomos.
Ante esta actitud general de los mayores, siempre quejándose por todo pero incapaces de hacer nada para corregir el problema, obligaron a la juventud a marcharse buscando fuera las oportunidades que no tenían en su tierra natal. Instalados principalmente en Torreblanca, Oropesa y Castellón, unos se instalaron como albañiles, otros como fontaneros, otros en hostelería y otros muchos estudiaron y sacaron una carrera que les permitió alejarse de un lugar sin futuro.
Pero eso no ocurrió solamente en la Ribera de Cabanes, también el pueblo tuvo un importante descenso de la población que llegó a ser preocupante.
Ante la escasa rentabilidad de la tierra y el duro trabajo que nadie quería realizar, se impuso el abandono de los campos y de la zona.
Solo la proximidad a la costa y a la capital provincial, nos salvó a todos del abandono de la villa y de sus núcleos de población. Aunque muchos se fueron, otros vinieron a ocupar su lugar y la población se ha visto incluso aumentada pero... ¡ese no es el argumento de esta entrada...!
Tenía yo poco más de 16 años de edad cuando pernocté por primera vez en La Ribera. Al ser mi madrastra hermana de Encarnación París, casa lindante con la conocida "Venta de Germán" en el núcleo del mismo nombre y regentando su hijo Daniel París un taller de bicicletas en los bajos de la misma casa, me invitaron a bajar a las tradicionales "Festes de Sant Pere".
Yo no desaproveche la ocasión y primeramente en la casa de "mi tía" y posteriormente en la de alguna de sus hijas, pasaba allí el día de "Sant Pere" y el de la víspera, de igual o mayor importancia.
El día anterior a "Sant Pere" era (y es) tradicional la famosa verbena que entonces se hacía siempre en el grandioso comedor de La Venta, habilitado como Pista de baile, claro que las cosas no eran como ahora... Por una simple cuestión económica, casi todos los años la orquesta contratada era el Conjunto Ildúm, vecinos todos de Cabanes.
Manolo Bonet a la batería, Pepe el de Légido al saxo tenor, Pepe el Merdero de vocalista y acordeón, Octavio el Ferré a la trompeta y Javier el de Cano al saxo bajo, hacían las delicias de la concurrencia al compás de "El manisero", al tiempo que todas las madres de las chicas presentes en el baile, en una perfecta circunferencia, rodeaban el salón sentadas en sillas al efecto vigilando la proximidad con que chicos y chicas bailaban. Una mirada y una subida de cejas de la madre eran suficientes para que el casi imperceptible roce de tu pareja contigo desapareciera, para disgusto de unos y otras. Sin embargo ellas, más listas que nosotros y necesitadas del mismo roce, intentaban bailar en la otra parte del salón, alejadas de las miradas de sus madres que, como tortugas, levantaban las cabezas y hasta su culo de las sillas intentando averiguar el paradero de sus hijas.
El Merdero desgranaba las notas de La Hiedra, un bolero que invitaba a las parejas a reducir distancias, ante la preocupación de las madres presentes. ¡la carne es tan débil...!
Abrázame, abrázame mi amor,
igual que la hiedra...
Vivo loca por tí,
en plena juventud,
a tí me ligaré
y a ti consagraré, mi vida...
Claro, con esas letras y con esos ritmos, las madres preocupadas. ¡Y con razón!. En un núcleo sin luz pública y terminándose el baile de madrugada, cuando no había madres por medio era obligado acompañar a las chicas a su casa. Pobrecitas... ¡estaba tan oscuro!. Para el siguiente día, festividad del Santo, era obligado quedar para la mañana de playa o bien al guateque que también las pandillas de allí organizaban por la tarde. La noche de los sábados y la tarde-noche de los domingos y días festivos en el Bar Julve, había sala de proyección y el cine o el baile estaban asegurados.
Allí acudíamos los que las chicas del pueblo no nos hacían el caso que nosotros demandábamos. Para entonces ya tenía yo 18 años y en la zona de La Ribera las chicas, más modernas por su cercanía al litoral y ante el incipiente turismo, no eran tan recatadas y las cosas funcionaban mejor.
Los ligones de la pandilla éramos Enrique el de Concha y un servidor, aparentemente los más necesitados y las chicas, siempre tan condescendientes y maternales, al vernos tan necesitados...
Sin embargo, cosas de la vida, mis pensamientos quedaban en Cabanes puesto que allí estaba el amor de mi vida, claro que aquel amor solo tenía 14 años y apenas empezaba entonces a despertar a la vida y a ese tipo de inquietudes. El hecho de ser un bombón tampoco me ayudaba en absoluto puesto que allí por donde pasaba todos le decían alguna cosa y ella, lógicamente, se lo creía un poquito y con razón.
Mi vecindad, puesto que nuestras casas estaban unidas por la parte de atrás y viéndonos todos los días en la casa o fuera de ella, unido ello a mis requiebros permanentes, terminó por desatar en ella el amor que ya en mí hacía tiempo que existía... ¡y la naturaleza hizo todo lo demás!
Con aquel sí, que se produjo a sus dieciséis años (yo veinte) finalizaron mis viajes a la Ribera de Cabanes y a cualquier otro lugar.
Ella me dio tres hijas maravillosas y éstas (hasta ahora) otras tantas nietas tan guapas como su abuela lo fue... ¡y lo es todavía!.
Ahora tenemos además un nieto, el más espabilado del colegio (a mi entender) porque, claro, qué vamos a decir los abuelos... ¡Pues eso!.
RAFAEL FABREGAT