Corre en Cabanes (y en otros lugares también) la primavera del año del Señor de 1.965.
Hace buen tiempo y las temperaturas presagian la proximidad del verano. Son las once de la noche y estamos los amigos en el Bar de Xulla aburridos, comentando la crisis y lo difícil de la situación económica (juvenil, no mundial) cuando a Pepe el Maquet se le ocurre (vaya ocurrencias) decir:
- Per què no ens n'anem a la revolta de Vicent del Ros a tallar malea?
- Hostia! -decimos todos a una sorprendidos
- A tallar malea de nit?... ¡I a més a més, sense lluna!-exclamamos horrorizados.
- I per què no? -insiste él, tan acostumbrado a este tipo de trabajo y que, además, ya había visto in situ que era un sitio inmejorable. La zona a la que se refería Pepe el Maquet era una parte de los bancales en los que actualmente tiene el parany Alberto Martí, es decir: el triángulo que va desde la curva principal hasta la finca de Pepe y hasta el camino que va hacia el Toll de Cabrera. Entonces, si no todo, buena parte de esa finca estaba yerma, leñas bajas... maleza. A doscientos metros del pueblo y junto a la carretera. Según Pepe... ¡Ideal para ir los amigos y en una hora sacar dinero para una cena!. ¡Un chollo, vaya!.
Cogiendo la cosa a broma y como no teníamos tampoco nada mejor que hacer, no queriendo tampoco irnos a dormir todavía, nos encaminamos a la casa de Pepe en el carrer Perol (San Juan) donde cogimos tres "vint-i-cincs" y tres o cuatro azadas. Los compradores de "malea" proporcionaban a sus proveedores los cordeles para atar las gavillas y lo hacían en manojos de 25 cordeles cada uno, siendo también el múltiplo de 25 el precio a pagar por el material entregado. Pepe, proveedor habitual de Julio el de Còbia, tenía todo lo necesario y en cantidad. Bien pertrechados, nos encaminamos hacia la Font de Nelo y posteriormente a la revolta de Vicent del Ros. Llegados allí la oscuridad era de tal magnitud que era imposible hacer el trabajo. Hay que tener presente que en aquella época la iluminación de las calles era muy escasa y del pueblo no salía resplandor alguno. Sin embargo Pepe no quería rendirse y teniendo todos mechero (como hombres hechos y derechos -de 15 años- que éramos) nos animó a realizar el trabajo que allí nos había llevado.
Milagrosamente y prácticamente a tientas íbamos localizando y seleccionando las matas mayores (romero, aliaga y matissa). De vez en cuando se encendían los mecheros, pero solo en caso especial.
Dos hacían un poco de luz aquí y allá, tres cortaban y dos iban recogiendo y atando la maleza.
Yo, en este momento, no me explico como pudimos conseguirlo pero en poco más de una hora las 75 gavillas estaban atadas. Me imagino que 50 las haría solo Pepe...
- Si punxe és arxilaga -decía Pepe a la clase de párvulos.
- I si no punxe i te mamelles femella -respondió algún espabilado. Risas generales.
La cosa, repito, con tan experimentado promotor (Pepe) duró poco y en una hora teníamos atados los 75 gavells. A la mañana siguiente Pepe informó a Còbia y éste nos abonó inmediatamente el dinero (escaso) pero suficiente para comprar 3 Kg. de calamares que muy amablemente nos guisó la madre de José Antonio el Teulé, uno de los actuantes. La experiencia (durísima, para los que no estábamos acostumbrados) nos gustó al ver que permitía fiestas imprevistas y sabiendo que una de las fincas de mi padre estaba en "Gaidó" y tenía gran cantidad de "malea", pedimos permiso y al domingo siguiente allí estaba toda la pandilla, dispuesta a comerse el mundo.
Sin embargo el trabajo de cortar es duro, muy duro y especialmente si el terreno es pedregoso, como allí era el caso. Los golpes de la azada en la roca nos destrozó los brazos a los menos experimentados y agotados por el duro trabajo, el día se acabó pegando tiros a los olivos de mi padre, con la escopeta que Pepe el Maquet se había traído de casa. Sin embargo, a pesar de todo, el día acabó bien y reunimos nada menos que quinientos "gavells".
Quedaba buena parte de finca sin cortar y decidimos volver al domingo siguiente, pero más de la mitad no acudieron a la cita. Maldiciendo los presentes la falta de seriedad, allí estábamos Pepe el Maquet, Enrique el del Raconet y un servidor Rafael el de Condill. Enfadados, se acordó entre los presentes separar lo cortado el domingo anterior con el actual y empezamos el trabajo. Sin embargo la cosa ya no era igual. Lo que es fiesta cuando está toda la pandilla, se convirtió en duro trabajo para LOS tres desgraciados y a media tarde, con doscientos cincuenta "gavells", abandonamos el tajo y marchamos hacia el pueblo.
Faltaba más de una hora para la sesión de cine del Benavente y echaban una película del Oeste, así que decidimos ir para reunirnos con el resto de la pandilla y recriminarles su falta al trabajo.
Sin embargo, antes de todo eso, urdimos prepararles una pequeña venganza. Pepe era el que tenía las ocurrencias mas salvajes:
- La meva mare té un gat vell que el volem matar. El agafarem i els diem als amigs que em mort un conill i farem el sopar. Ells que posen el pà i el vi, ous i unes tomates. Farem tortilla de tomata a banda, per acompanyar. Nosaltres menjarem la tortilla i ells el gat -acordamos.
Todo organizado nos encaminamos a la casa del Maquet. Su madre, siempre muy amable, nos ofreció unas magdalenas que comimos con deleite. De pronto...
- La meva mare està molt disgustà -dijo Enrique el del Raconet.
- Que li passe? -indagó la buena señora.
- Que tenim la casa plena de rates -dijo serio Enrique.
- Això no és problema -dijo la madre de Pepe.
- Just tinc un gat molt caçador que em sobre, dons ja tinc dos gatets més, fills d'ell. ¡Agafa'l!
- Dòna..., em sap mal. Si tant se l'estime! -dijo Enrique cabizbajo.
- Agafa'l i no et preocupes que quede ben servida -reiteró la madre de Pepe.
- Val. ¿L'agafarem dins d'un sac? -preguntó mirando a Pepe.
Pepe se encogió de hombros y entró hacia el corral saliendo con un saco. Metió dentro al gato y dándole Enrique las gracias a su madre marchamos hacia mi casa.
Yo, incapaz de matar ni a una mosca, estaba horrorizado. Lo mataron y lo teníamos a medio pelar cuando llegó mi madrastra.
- Que es això? -preguntó ella señalando al animal.
- Un conill que amb caçat avuí a Gaidó -le contestamos.
- Ah si... ¿i això que penje?
-dijo señalando el rabo que colgaba.
No pudiendo ocultar el asunto, alguien cortó el rabo del animal y explicó los planes que teníamos...
No estando cabeza ni rabo, nadie podía saber si era gato o conejo. Al menos eso pensábamos nosotros.
El animal, perfectamente limpio de vísceras y abierto en canal, quedó colgando de una de las vigas de la citada entrada de mi casa y nos despedimos conviniendo vernos en el cine puesto que apenas faltaban veinte minutos para comenzar la sesión.
Cada uno marchó a su casa y aunque entonces no se estilaba lo de ducharse, puesto que no había agua en las casas, me lavé lo mejor posible y vistiendo mis mejores ropas me encaminé hacia el Cine Benavente.
La película ya había comenzado pero, aunque a oscuras, pronto localicé a la pandilla y un rato después llegaron Pepe y Enrique.
En el descanso y en los muchos cortes (de cinta y de luz) que se producían, explicamos a los amigos el plan de cenar juntos y lógicamente todos se apuntaron.
Enrique el de Contxa ofreció su casa y con ella el vino y todo lo necesario para montar la cena, Paquito el de Basilia una docena de huevos de las gallinas que su madre criaba en "el descovert", Elietes el de Peleto dos hogazas del pan que su madre había hecho el día anterior, así como una bolsa de tomates que su padre cogía en cantidad en un pequeño bancal que tenían en l'Arena, a doscientos metros del pueblo; Jose Antonio el Teulé y Frasuà una caja de pastas y una botella de coñac.
Aún sin ser de la pandilla, Vicente el de Pepita también fue invitado a la cena y colaboró con unas botellas que le "limpió" a su padre.
La fiesta estaba garantizada y, al finalizar la película, toda la pandilla se dispersó en busca de las viandas que iban a complementar el guiso.
La cita era en treinta minutos en casa de Enrique el de Contxa; su madre siempre muy amable con nosotros nos facilitó todo lo necesario e incluso se brindó a freír el "conejo" y a hacernos los huevos fritos con tomate. Pepe el Maquet bajó el tocadiscos y, para justificar nuestras risas, ponía discos de chistes de Tony Leblanc. En honor a la verdad, hay que decir que el "conejo", ya empezando a tostarse, impregnaba la casa de un olorcillo realmente apetitoso. De no saberlo, hubiera sido el primero en comerlo.
Terminada la fritura, pedimos a la madre de Enrique que los huevos fritos con tomate los hiciera en una paella aparte "para que la carne no se enfriara" y siguieron los chistes de Tony Leblanc y las risas.
Diez minutos después la mesa estaba puesta y la comida a punto. Una gran fuente de "conejo" frito en el centro; los huevos con tomate en dos platos aparte; las hogazas de pan que la madre de Elietes nos había proporcionado y dos botellas de vino que Enrique había llenado en el tonel de su padre. Todos (menos tres) echaron mano al plato central y en un plis-plas el "conejo" se acabó. El Maquet, Raconet y yo, charlábamos, bebíamos y comíamos huevos con tomate, entre risas. Después salieron las pastas y la botella de coñac y para finalizar (entonces lo del café se estilaba poco) Pepe el Maquet dijo tener un regalo preparado. Era para Fransuà, que era el que más carne había comido. De una caja sacó un paquete de grueso papel, de los que en las tiendas ponían el arroz a ranel y se lo dio al tiempo que los organizadores de la cena salimos corriendo hacia la calle.
Dentro de la bolsa, la cabeza del gato sin pelar. Como he dicho, nosotros salimos disparados y cuando éste reaccionó ya estábamos a casi a cincuenta metros. Aún así la cabeza voló por encima de nuestras cabezas llegando hasta la casa de "Paquito el de Basilia". Risas y alguna vomitera por parte de Fransuà y de Vicente el de Pepita, que
no podían soportar el asco de haberse comido el gato.
Después, ya más calmada la situación y con las naturales bromas, llegamos a la Plaça de la Font donde hicimos "la última" en el Bar Tony. Allí, viéndonos a todos animados y ya vacío el local de clientes, el propietario conectó el tocadiscos y "El Titi" y Lola Flores desgranaron algunas canciones que incluso se llegaron a bailar sobre las mesas. Yo suelo decir y con razón, que no estábamos civilizados. Yo, sin querer escapar a mi parte de culpa debo decir que, todavía hoy, me horroriza pensar en el pobre gato. Solo el saber que es un animal más, con los mismos derechos que aquellos que diariamente comemos, me reconforta un poco. Aún así, yo soy incapaz y si hubiera de matar la carne que como, sin duda sería vegetariano.
RAFAEL FABREGAT
Molt bona històrio. Avui dia ja no passen coses d'aquestes... Gràcies!
ResponderEliminarAsí es amigo, así es. Los jóvenes de hoy, ya se sabe... el iPhone, la Play-Statión, la tele y pare usted de contar. Pues bien. A esos jóvenes tengo que decirles que, por mucho que les extrañe, los jóvenes de nuestro tiempo nos divertíamos una barbaridad. A lo bestia, pero una barbaridad. Lo que demuestra que lo importante no son los medios, sino la edad.
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