31 de agosto de 2010

0145- EL ASQUEROSO MUNDO DE LA POLITICA.

Que nadie crea (porque muchos lo creen y ellos también) que el Presidente de una comunidad de vecinos, el Alcalde del más pequeño pueblo de España, el presidente del Gobierno, el propio Rey de España y menos todavía el Papa de la Iglesia Católica, son los que mandan y dirigen el cotarro a su antojo. No, no es así de fácil.
Muchas veces son los "tontos del pueblo" (con perdón) que, a modo de muñeco de feria, prestan su cabeza de paja para que los siempre descontentos vecinos, o elementos de la índole que corresponda, les arreen si hay suerte pelotazos y si no con piedras de buen tamaño. No sé el por qué de tantas envidias e animadversiones hacia unas personas que, con conocimiento de causa prestan su cabeza, la única que tienen, para este fin. El de ser diana y blanco de todas las descargas de adrenalina que el pueblo necesita para relajar sus nerviosismos. 

¿Críticas...? Un monumento es lo que merecen la mayoría. Digo la mayoría porque no todos parecen lo que son, ni todos son lo que parecen.
Si reciben compensación o no a sus "sufrimientos" pues no lo sé, aunque imagino que sí. Eso ya va con el carácter de cada cual. Los hay que se enriquecen, ellos y sus decendientes, pero también los hay que por un instante de gloria, que pueden ser unos minutos sobre un escenario, micrófono en mano, ya darían su vida y machacarían la de los demás. A esos sí les compensa. Sin embargo hay otros que, siendo artífices y protagonistas, no quieren subirse a escenario alguno puesto que lo suyo es trabajar, sin más.
Cuando uno realmente se preocupa por conseguir el bien común (lo consiga o no, que eso es otra cosa), por conseguir lo mejor para su pueblo, repartir justicia por igual... Cuando realmente su idea es que, al menos dentro de su campo de actuación, se implante el máximo bienestar posible para todos, las pedradas superan en mucho los aplausos. Eso sin contar que esas pedradas que, se reciben inmerecidamente, duelen mucho más que las demás. No se esperan y por lo tanto el cuerpo no está en disposición de recibir el duro golpe que las mismas producen. Aquí el único que saca provecho, que los hay también, es el que usa de sus poderes para realizar actuaciones que le benefician a él, o a sus parientes y amigos. Al menos solo llegan pedradas de la mitad de la población.

El que, como cacique andaluz, hace y deshace indiscriminadamente lo que otros hicieron, aunque bien hecho esté al menos disfruta.
Todos los de mi edad y otros muchos más jóvenes o mayores que yo, se acordarán de la profusión de algunos alcaldes cabanenses por hacer llegar el agua a todos los barrios del pueblo, construyendo fuentes a diestro y siniestro, incluso un bonito surtidor en la plaça de l'Esglèsia. Otros llegaron después que las arrancaron todas sin contemplaciones.
Lo mismo con frondosas arboledas (plátanos gigantescos) que habían junto a los lavaderos y multitud de moreras en otras zonas y que ya no existen. Incluso hubo "un alcalde" que, con abusivo desprecio a la propia historia local, arrancó de cuajo una fuente inmemorial e histórica que, con agua de la Font de la Cava y correspondiente tubería, llevaba el deseado elemento a la placita-confluencia de las calles Delegado Valera y carrer de la Font. Esa fuente, (de granito y con el escudo de las tres torres de Cabanes) más antigua que la de la Plaça dels Hostals, abastecía del preciado líquido a una parte del municipio, alejada del centro de la población, a quienes evitaba después de un duro día de trabajo, tener que arreglarse para ir al centro del pueblo a por agua. Esa fuente no la construyó ninguno de los alcaldes a los que anteriormente me he referido, ni tampoco ninguno de ellos pensó jamás en eliminarla. Era muy anterior. Esa no se atrevió nadie a tocarla hasta que llegó el alcalde, que todos conocemos, suficientemente autoritario para hacerlo sin contemplaciones. 

El mismo que acabó con las antiguas balsas extramuros de Cabanes, que servían para abastecer a los animales cuando regresaban del campo y que a nadie estorbaban. Las que con muros y escalones de piedra labrada daban historia y tipicidad al municipio; detalles que tanto aprecian los turistas que buscan lo rural.
Una cosa es que, haciéndolo bien o mal, sean alcaldes de todos mirando hacia otro lado en muchas de las actuaciones locales, sin mirar si la persona en cuestión es (a su entender) políticamente afín. Otra cosa es que permitan que los que gozan de sus simpatías pidan permiso para arreglar una gotera y vacíen completamente la casa y después (para más burla) tiren también la fachada y digan que se les ha caído, para también hacerla nueva, sin proyecto alguno. Todo eso al mismo tiempo que las personas a las que odian, solo Dios (y ellos) sepan por qué, tienen que hacer plano de Arquitecto, para verdaderamente arreglar esas mismas goteras. 

Otros, con Permiso de Obra concedido, fueron paralizados y hasta hubieron de hacer escrituras de renuncia a las mejoras para poder terminar el arreglo del techo paralizado en mitad del trabajo. Otros, o los mismos, que sufrido un accidente y habiendo un seguro que lo cubría y consultada en el Ayuntamiento esa posibilidad, fueron criticados como si de un robo se tratara, por utilizar una herramienta que el pueblo pagaba para ese fin. Eso y no otra cosa es la política que merece el calificativo de asquerosa; desnudar a unos para vestir a otros. A quienes actúan de esta forma sí que les merece la pena mandar. Para esa clase de gente, mandar no es un problema y mucho menos un sacrificio. ¡Mando yo y se hace lo que a mí me venga en gana!. Entonces es cuando merece la pena mandar y bien que les duele cuando pierden la posibilidad de perpetuarse en el poder.

Sin embargo, la mayoría de quienes están al frente (repito que aquí incluyo hasta al propio Papa) no siempre lo están por propio gusto y, aunque el gusto por ser cabezas visibles exista, son muchas veces peleles dirigidos por los demás. Consejeros, concejales influyentes, gobierno y hasta la propia Curia, le dicen a la cabeza visible lo que ha de hablar y lo que ha de decidir. Eso sin contar que, algunas veces, hasta incluso la oposición manda más que los que están sentados en el sillón. Varios pasos más atrás están los que al entender de muchos no sirven para nada, pero esos son los buenos, los que no tienen mala fe, los que quisieran ecuanimidad en la justicia y bienestar para todos en general. Claro que esos, también más inteligentes, no llegan nunca a mandar pues ningún interés tiene para ellos estar en el punto de mira. La sombra es buena y el sueldo también.

Después están los peleles, personas que presionadas por los demás, se han visto sentados en un sillón que les viene grande, por pequeño que sea el cargo. Son más los que sirven para obedecer que los que sirven para mandar y, de éstos últimos, más los que sirven para hacer el mal que los que se dedican a hacer el bien. Esos son los políticos de verdad, los que paralizan la ejecución de obras de bienestar común, por obedecer una consigna de partido y no por creencia de estar haciendo lo correcto.
- ¿Y quien redacta la consigna de partido? -se preguntarán.
Naturalmente no es el presidente, ni el alcalde, ni el rey, ni el papa. Es el Gobierno, los concejales poderosos, los asesores y la Curia.
La mayor parte de las veces, la cabeza visible (no lo olviden) es la que menos manda. Si a alguien hay que temer es a los que mandan en la sombra. Normalmente, los que lo hacen a plena luz del día no son peligrosos. Claro que... ¡Atención a los que tiran fuentes históricas sin consultar al pueblo y las hacen desaparecer a todos los efectos!. 

RAFAEL FABREGAT

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