Una vez más me remonto a la década de los 50. ¡Cosas de la edad y de la Historia que nos ocupa...!
En los pequeños pueblos como el nuestro, de poco más de dos mil habitantes y prácticamente todos agricultores de escasa hacienda, las humildes viviendas constaban de bajo y una altura, dos como máximo.
En los bajos encontrábamos en primer lugar la llamada entrada que hacía las veces de recibidor y almacén; el carro, el arado, sacos de trigo, almendras y algarrobas, así como todo el utillaje para el enganche del mulo y para las diferentes labores agrícolas a realizar a lo largo del año.
A continuación la cocina-comedor, siempre con chimenea, por ser la leña el único combustible empleado en la preparación de la comida y modo de calentar mínimamente la casa en invierno.
Tras ella la escalera de acceso al piso superior y a continuación el corral donde se refugiaba el mulo tras las duras jornadas de trabajo.
En el piso superior solían haber un par de habitaciones, normalmente sin puerta alguna y con una simple cortina de tela rudimentaria que diera un mínimo de intimidad.
En las casas con más posibilidades, la escalera seguía hacia una segunda planta en la que normalmente había una gran sala que constituía el 70% de la superficie del solar de la casa y que servía como trastero ó desván, mientras que el 30% restante lo constituía un pequeño terrado (algunas veces con porche) en el que poder tender la ropa.
Explicado lo anterior, para un perfecto conocimiento de la distribución habitual en este tipo de construcciones, es obligada la vuelta al motivo de esta entrada...
El 95% de las casas del pueblo carecía del servicio de aseo más elemental.
Los WC actuales no se conocían entonces, por la simple razón de que no había agua corriente y desagües. Solo en los bares y cuatro casas mal contadas, un simple retrete venía a dar "solución" a los apuros mayores, mientras los orines se hacían en patios, corrales, etc.
Con este sistema y sin agua corriente ni desagües, aguas mayores y menores en su caso, iban a parar a una fosa séptica que con más o menos frecuencia debía vaciarse manualmente con un simple cubo, acarreando el contenido mediante una gran tinaja de barro. Dicha tinaja se cargaba sobre un pequeño carro de mano que el semi-asfixiado portador llevaba hacia las afueras de la población donde vaciaba el contenido.
El sistema era tan desagradable, por la extraordinaria peste que desprendía, que eran muy pocos los particulares que querían dicho "adelanto" en la casa, salvo que su escaso uso evitara el vaciado.
Este trabajo se hacía siempre de madrugada para evitar las quejas del vecindario. Unos años después, en lugares públicos como Bares, Escuelas, etc. ya instalaron aquella placa cuadrada de porcelana que, con un agujero en el centro y con la huella de los pies en los lados, permitían evacuar el cuerpo con una cierta dignidad.
La inmensa mayoría, prácticamente todos, preferían evacuar sus necesidades directamente en las afueras del pueblo bajo cualquier pared de un bancal extramuros o en la propia casa, en el corral del mulo, semi-enterrado después con unos puñados de paja seca que se tiraba a los pies del animal a diario.
El estiércol producido por gentes y animales se sacaba una vez al mes, evitando una larga fermentación que hubiera producido olores demasiado fuertes.
Aún así, como es fácil suponer, las casas olían todas a corral por decirlo de una forma suave.
De todas maneras, al vivir todos de parecida forma, todas las casas tenían más o menos el mismo "ambiente" y nadie notaba olores fuera de lo común.
Solo destacaban un poco aquellas en las que se criaban también gallinas, conejos y hasta algún que otro cerdo; aunque para este último animal ya se consideraba imprescindible que la casa tuviera alguna ventilación.
El servicio de ducha, como mucho semanal fuera de la época veraniega, era de comodidades parecidas al citado WC.
No habiendo llegado por estas latitudes el plástico, era común en todas las casas disponer de grandes tinajas de barro, llamadas aquí "cosis", que tenían una capacidad aproximada de 100 litros o más.
También era frecuente en las casas de Cabanes disponer de capazos de goma que confeccionaba un artesano local.
Puestos de pie dentro de uno u otro utensilio (vacío) ibas arrojándote agua mediante una regadera y posteriormente enjabonándote con una de las pastillas que las madres habían fabricado unos meses atrás, con sosa caústica y restos de aceite rancio o indigesto por su elevada graduación...
En la actualidad, alguna de esas tinajas o "cosis" (rellenos de hormigón) se utilizan como mesas en masías rústicas de alto nivel.
Todos estos "servicios" de aseo se realizaban en el corral del mulo y en la parte de atrás de la casa.
La "ventaja" era que el ambiente difería poco del resto de las piezas, puesto que todas ellas estaban impregnadas de parecida "fragancia".
La higiene que ahora consideramos imprescindible no existía entonces y nadie notaba que el vecino pudiera oler a sudor puesto que todos olían igual.
En no más de una docena de casas, naturalmente las más pudientes (o creídas) de la población, había un depósito de agua en la cubierta, de no más de unos 100 litros que, mediante la consiguiente tubería de plomo, llevaba el agua hasta el fregadero de la cocina.
No más que eso, puesto que toda el agua debía acarrearse a mano desde la fuente del pueblo hasta la casa o sacarse de la cisterna, quien la tuviera. Pero eso no es todo, ya que todavía había que subir los cántaros por la escalera y hasta el terrado (2/3 pisos), lo que suponía un trabajo tal que hacía que el depósito estuviera siempre vacío.
Digamos que el suministro de agua al fregadero era más una decoración que una comodidad real ya que, el sacrificio de llenar el depósito, superaba con mucho la ventaja de fregar los platos con agua corriente. Bajo aquel fregadero, había siempre un cubo de agua para fregar los cacharros y el grifo solía agarrotarse por falta de uso. No había más comodidades porque, aparte la miseria tantas veces referida, éstas no estaban tampoco disponibles en los pequeños pueblos. Sin agua corriente ni desagües, pretender instalarlas era tirar el dinero por la ventana y los tiempos no estaban para eso. Cuando yo me casé, con mi idolatrada novia Montse, no teníamos casa y hubimos de alquilar una donde instalarnos.
Entendiendo mi carácter y pretensiones de ofrecer a mi futura mujer lo mejor, alquilamos la mejor casa disponible de Cabanes; la de Viçent el de Paveto, en el número 77 del carrer de la Font, entonces llamado Capitán Cortés, una verdadera "joya" en aquellos momentos.
Una casa sin agua, sin luz, con retrete o comú, en un bancal anexo al fondo y paredes desconchadas. Dos habitaciones, la segunda con piso de yeso y llena de mierda de las gallinas que habían criado allí hasta entonces.
Personalmente y sin haber tocado jamás una bombilla, instalé la luz por toda la casa y nunca agradeceremos bastante la ayuda de amigos y familiares que colaboraron en la limpieza, empapelado de paredes y todo cuanto contribuyó a que aquella pocilga fuera habitable. Nada que ver con la forma de vida actual. De todas formas todos estábamos igual y muchas de las comodidades, por desconocidas, dejaban de ser necesarias. Solo el cine las mostraba pero...
- ¡Las películas son todo mentiras!, -nos decían nuestros padres...
EL ÚLTIMO CONDILL
PARA ESCRIBIR SOLO HAY DOS REGLAS, TENER ALGO QUE DECIR Y QUE TE DEJEN DECIRLO. (Rafael F. Condill)
25 de febrero de 2010
24 de febrero de 2010
0044- C.D.CABANES - BENLLOCH C.F.
Está claro que todo el deporte en general y el fútbol en particular, ha movido y mueve a las masas desde mucho tiempo atrás. Pero si esto ocurre ahora, en un momento avanzado en el que cualquier cosa está al alcance de la mano, imaginemos lo que sería 40/50 años antes, en un pequeño pueblo como Cabanes y en el que las distracciones eran mínimas y no coincidentes.
Sin televisión en las casas y habiendo pactado el presidente del club de fútbol con el empresario del Cine Benavente el horario de ambos espectáculos, el éxito de espectadores estaba garantizado en los dos eventos dominicales. Para que así fuera, la película no empezaba hasta 30 minutos después que terminara el partido, lo que daba tiempo a los aficionados al fútbol para ir a buscar a novias y esposas llevándolas al cine para contento de todos.
Había algunas confrontaciones futbolísticas comarcales que destacaban en interés y espectacularidad, más por los enfrentamientos de la afición que por los que deportivamente llevaban a cabo los jugadores. Con diferencia la lid más importante era con el F.C. Benlloch, con el que el espectáculo estaba asegurado.
Ante la más mínima duda por cualquier jugada ocurrida en el campo, las dos docenas de "Belloquins" que habían llegado a Cabanes con el autocar de los jugadores, saltaban del banco que cercaba el perímetro del campo de juego insultando al árbrito y a toda su familia.
- Fill de puta, burro, cabró! -eran los más suaves adjetivos.
Los aficionados locales, si la jugada les era favorable, defendían al árbitro y su manera de pitar por lo que increpaban a los espectadores foráneos...
- Malcriats, masovers!. Del Barranquet per amunt havieu de ser! -decían los de aquí.
Los jugadores seguían y los ánimos se calmaban hasta la siguiente jugada dudosa, en la que se repetía todo lo relatado anteriormente.
Así se llegaba al descanso, en el que buena parte de los espectadores acudían a la cantina del club que a este efecto estaba instalada junto a los vestuarios de los jugadores.
Se calmaban los nervios fumando un cigarrillo en tertulia con los amigos y la sed con una gaseosa "Beltrán o Siurana" (tanto monta) de fabricación local.
La cantina era un pequeño cuartito adosado a los vestuarios, de unos tres metros cuadrados y con grandes ventanas con portón exterior de madera que el encargado levantaba en horizontal y daba sombra a los clientes en verano o protección en caso de escasa lluvia. La sombra no era de mucha necesidad puesto que delante mismo, a poco más de 2 m., había un viejo albaricoquero de gran envergadura (al que nadie le había visto madurar sus frutos, puesto que la chiquillería local nos los comíamos a medio engordar) y que por consiguiente daba buena sombra a la concurrencia.
Los vestuarios eran una habitación mediana para cada equipo, en las esquinas de la pequeña construcción, y otra más pequeña en el centro que servía para el arbitro y como pequeño almacén.
Quince o veinte minutos después de pitado el descanso se efectuaba la salida de los jugadores al campo, bebiéndose un último sorbo de gaseosa y echándose el resto por cara y parte posterior del cuello. Lo recuerdo con nitidez, posiblemente por la escasez de la que tantas veces he hablado y que me hacía pensar que aquella gaseosa que con tanta alegría se tiraba al suelo, gustosamente nos la hubiéramos bebido más de uno que, faltos de dinero, padecíamos la sed que otros ya habían conseguido apagar en la cantina.
EL ÚLTIMO CONDILL
Sin televisión en las casas y habiendo pactado el presidente del club de fútbol con el empresario del Cine Benavente el horario de ambos espectáculos, el éxito de espectadores estaba garantizado en los dos eventos dominicales. Para que así fuera, la película no empezaba hasta 30 minutos después que terminara el partido, lo que daba tiempo a los aficionados al fútbol para ir a buscar a novias y esposas llevándolas al cine para contento de todos.
Había algunas confrontaciones futbolísticas comarcales que destacaban en interés y espectacularidad, más por los enfrentamientos de la afición que por los que deportivamente llevaban a cabo los jugadores. Con diferencia la lid más importante era con el F.C. Benlloch, con el que el espectáculo estaba asegurado.
Ante la más mínima duda por cualquier jugada ocurrida en el campo, las dos docenas de "Belloquins" que habían llegado a Cabanes con el autocar de los jugadores, saltaban del banco que cercaba el perímetro del campo de juego insultando al árbrito y a toda su familia.
- Fill de puta, burro, cabró! -eran los más suaves adjetivos.
Los aficionados locales, si la jugada les era favorable, defendían al árbitro y su manera de pitar por lo que increpaban a los espectadores foráneos...
- Malcriats, masovers!. Del Barranquet per amunt havieu de ser! -decían los de aquí.
Los jugadores seguían y los ánimos se calmaban hasta la siguiente jugada dudosa, en la que se repetía todo lo relatado anteriormente.
Así se llegaba al descanso, en el que buena parte de los espectadores acudían a la cantina del club que a este efecto estaba instalada junto a los vestuarios de los jugadores.
Se calmaban los nervios fumando un cigarrillo en tertulia con los amigos y la sed con una gaseosa "Beltrán o Siurana" (tanto monta) de fabricación local.
La cantina era un pequeño cuartito adosado a los vestuarios, de unos tres metros cuadrados y con grandes ventanas con portón exterior de madera que el encargado levantaba en horizontal y daba sombra a los clientes en verano o protección en caso de escasa lluvia. La sombra no era de mucha necesidad puesto que delante mismo, a poco más de 2 m., había un viejo albaricoquero de gran envergadura (al que nadie le había visto madurar sus frutos, puesto que la chiquillería local nos los comíamos a medio engordar) y que por consiguiente daba buena sombra a la concurrencia.
Los vestuarios eran una habitación mediana para cada equipo, en las esquinas de la pequeña construcción, y otra más pequeña en el centro que servía para el arbitro y como pequeño almacén.
Quince o veinte minutos después de pitado el descanso se efectuaba la salida de los jugadores al campo, bebiéndose un último sorbo de gaseosa y echándose el resto por cara y parte posterior del cuello. Lo recuerdo con nitidez, posiblemente por la escasez de la que tantas veces he hablado y que me hacía pensar que aquella gaseosa que con tanta alegría se tiraba al suelo, gustosamente nos la hubiéramos bebido más de uno que, faltos de dinero, padecíamos la sed que otros ya habían conseguido apagar en la cantina.
Los socios y espectadores volvían a sus respectivos asientos al tiempo que se reanudaba el juego y caso de que unos minutos después el C.D. Cabanes marcara gol...
- Fòra de joc... fòra de joc! -increpaban els Belloquins.
- Àrbitre, cabró, fill de puta! Que estas cec? -recalcaban los foráneos.
Una vez más, los de Cabanes defendían al árbitro...
- Malcriats, pocavergonyes, masovers. -al tiempo que, más de una vez, las cosas iban a más y la Guardia Civil tenía que cortar el altercado con amenazas.
Los ánimos se calmaban momentáneamente pero nadie daba su brazo a torcer.
Al finalizar el partido era frecuente que algunos aficionados y especialmente aquellos "Belloquins" que habían protagonizado el altercado, formaran un pasillo que desde el terreno de juego llegaba hasta los vestuarios y que los alterados espectadores aprovechaban para insultar al árbitro, dándole incluso algún empujón.- Fòra de joc... fòra de joc! -increpaban els Belloquins.
- Àrbitre, cabró, fill de puta! Que estas cec? -recalcaban los foráneos.
Una vez más, los de Cabanes defendían al árbitro...
- Malcriats, pocavergonyes, masovers. -al tiempo que, más de una vez, las cosas iban a más y la Guardia Civil tenía que cortar el altercado con amenazas.
Los ánimos se calmaban momentáneamente pero nadie daba su brazo a torcer.
Cuando durante el partido había habido alguna jugada altamente polémica, que eran prácticamente todos, se montaba el citado pasillo al que acudían rápidamente la pareja de la Guardia Civil, siempre presente en estos partidos comarcales en los que la bronca estaba asegurada.
Eran tiempos de obligado acatamiento a las órdenes de la Benemérita y los aficionados, sin poner un solo pie en el campo de juego, esperaban la salida del árbitro pero éste, si veía peligro para su integridad física, no osaba salir del campo y mucho menos recorrer el pasillo que le esperaba amenazante.
Eran tiempos de obligado acatamiento a las órdenes de la Benemérita y los aficionados, sin poner un solo pie en el campo de juego, esperaban la salida del árbitro pero éste, si veía peligro para su integridad física, no osaba salir del campo y mucho menos recorrer el pasillo que le esperaba amenazante.
La mayoría de las veces el agua no llegaba al río puesto que los guardias, libreta y lápiz en mano, amenazaban con tomar el nombre a quien tocase al juez de la contienda deportiva, pero en más de una ocasión los ánimos se caldeaban hasta el punto de meterse aficionados en el campo corriendo tras el árbitro de turno.
Pero éste, siempre más en forma que los perseguidores, esquivaba algún que otro manotazo y corriendo hasta su caseta conseguía llegar a ella con la ayuda de los civiles, que cortaban el paso a los acalorados espectadores... Pero muchas veces no podían evitar que le alcanzara algún puñetazo.
Aunque los campos de las grandes ciudades están mejor protegidos al respecto, en los pueblos estas cosas siguen sucediendo, por lo que la pregunta es obligada... Por cuatro euros mal contados que cobran los árbitros de este tipo de categorías regionales, ¿Cómo es posible que todavía encuentren voluntarios para pitar estos partidos?Pero éste, siempre más en forma que los perseguidores, esquivaba algún que otro manotazo y corriendo hasta su caseta conseguía llegar a ella con la ayuda de los civiles, que cortaban el paso a los acalorados espectadores... Pero muchas veces no podían evitar que le alcanzara algún puñetazo.
EL ÚLTIMO CONDILL
23 de febrero de 2010
0043- EL CICLISMO EN CABANES.
En España la fabricación de bicicletas tiene sus raíces en la industria armamentística.
A consecuencia del Pleito Armero de 1.923 la industria de Eibar se resintió notablemente y decidió diversificar, dedicando sus esfuerzos a la fabricación de bicicletas.
Las grandes fábricas de armamento vieron en esta máquina un filón que había que aprovechar y buscaron asociarse con quienes ya trabajaban en ello. Modificaron y renovaron sus máquinas para producir a gran escala lo que hasta entonces había sido una producción testimonial.
En cuanto al ciclismo, fue un invento de los fabricantes para dar a conocer el "velocípedo". Los corredores no eran importantes puesto que los fabricantes no tenían interés alguno en promocionar a quienes montaban las bicicletas. La necesidad vital era vender "máquinas". La fábrica española más antigua fue ORBEA que inició su andadura en Eibar (1.860) siendo también la primera que instaló la energía eléctrica en sus talleres en 1.890.
La primera prueba ciclista se organizó el año 1.910 (EIBAR-ELGOIBAR-EIBAR) desconociéndose el ganador. No sería hasta 1.913 cuando se tendría en cuenta en nombre del corredor que ganaba las competiciones, por lo que Cándido Arrizabalaga es considerado el primer ciclista español ganador en competición.
La fundación del primer Club Deportivo Ciclista se produjo en Eibar en el año 1.924 y la primera "Vuelta ciclista a España" se celebró el año 1.935. Aunque ya se fabrican bicicletas en España, es una producción testimonial exclusiva del país vasco (Eibar) que apenas si atiende el consumo de la región. No hay distribución nacional. Posiblemente esta foto es de la primera bicicleta que entró en Cabanes, propiedad del tío Ros de Corona. Fabricada en Francia; llantas de hierro, ruedas de goma maciza, trasmisión por cadena y biela regulable.
Estamos en Cabanes y es verano de 1.925...
Gran deportista, Herminio Fabregat Ribés (mi padre) fue desde muy joven un gran aficionado al ciclismo siendo la suya, a pesar de venir de familia tan humilde, la segunda bicicleta que entró en la localidad. No tenía nada de extraño tal afición puesto que siendo la bicicleta una gran novedad, al menos por estos lares, solo el hecho de subirse en una de ellas era ya una gloria que muy pocos disfrutaban entonces y poseerla el sueño inalcanzable de todos. Por qué y como la consiguió Herminio es de muy fácil explicación: las ganas de trabajar y el tesón puesto al servicio de tan dura meta, obraron el milagro convirtiendo en fácil lo difícil y en posible lo que nunca creyó que lograría. Conseguida la parte económica de aquella singular ilusión quedaba otra difícil meta por lograr, la cual era el hacerse con aquella extraña máquina que tan poco abundaba.
La producción vasca de este tipo de "máquinas" era escasa y apenas si atendía la demanda regional, por lo que no había distribuidores que a nivel nacional facilitasen su compra.
Fue el "tío Ros de Corona” quien se la traería de Francia, aprovechando el cambio de la suya por un modelo recién salido al mercado ¡que llevaba las ruedas "llenas de aire", lográndose de esta forma una conducción de mayor comodidad y consiguiéndose una más alta velocidad con menor esfuerzo, al haberse eliminado el peso y la dureza de las ruedas macizas que era el sistema que se había utilizado hasta aquel momento. Anunciada de antemano la llegada de la diligencia de Castellón, la entrada a Cabanes del tío Ros de Corona fue todo un acontecimiento.
Toda la chiquillería local y buen número de mozos veinteañeros y curiosos en general, esperaban apostados en el Hostal de Amado junto a la Carretera de Zaragoza, la llegada de la Diligencia en la que retornaba el viajero acompañado de las susodichas máquinas.
Parte de aquella chiquillería, impaciente ante el singular suceso que rompería la monotonía de nuestro pequeño pueblo, llegó hasta la Caseta de l'advocat en un afán vanguardista: ser los primeros en divisar el esperado objetivo, que era el acontecimiento de la jornada. La carretera de Zaragoza era en aquella época de machaca cubierta de tierra, convirtiéndose en un barrizal en los escasos días de lluvia y en una descomunal polvareda cuando se circulaba en tiempos secos, aún teniendo en cuenta la escasa velocidad de aquellos vehículos de "gasógeno" que, aunque bastante modernizados, no superaban ni mucho menos los 30 Km. por hora. Hacía ya algunos años que la diligencia había dejado de funcionar con caballos habida cuenta los muchos accidentes sufridos por vuelco, motivados por el desboque de los nerviosos animales, uno de los cuales tuvo lugar en la misma Posta del Hostal de Amado el día 2 de Noviembre de 1.910 y que se saldó con algunos muertos. De ello da fe la estela de cerámica que figura en la fachada de este edificio todavía existente.
En aquel año 1.925 los coches habían aumentado en tamaño y comodidad y también en su velocidad media, puesto que los caballos habían sido sustituidos por el motor de gasógeno (a vapor) y el único material que dicha máquina requería era agua y carbón, siendo muy rápido el repostaje en comparación con el que se necesitaba cuando los coches eran tirados por caballos. Solo el cambiar a los agotados animales, de los que siempre había reserva en las Postas Oficiales, ya era un tiempo considerable que requería casi una hora. A más de 25 km. de la capital, el Hostal de Amado era una de esas Postas oficiales y en ella hubo anteriormente mulos de reserva y actualmente el carbón para abastecer a las nuevas Diligencias. No en balde se dice que en dicho hostal pernoctó incluso el Rey, muchas décadas atrás.
El tiempo fue pasando y… de pronto un punto negro en el horizonte, que destacaba perfectamente centrado sobre una inmensa nube de polvo. El griterío de la chiquillería apostada en las inmediaciones de la Caseta de l'Advocat fue el detonante que animó a la concurrencia que esperaba impaciente en el Hostal de Amado.
- ¡¡¡ Ja venen, ja venen...!!!
A partir de ese instante y hasta que la Diligencia llegó a la Posta, cargada hasta los topes de chiquillos que se colgaban del mas mínimo asidero posible y seguida a todo correr por aquellos que no tuvieron tanta suerte, todos quienes estaban esperando parecían presos de una extraña enfermedad que les impedía permanecer quietos un solo instante. El más nervioso de todos los presentes era naturalmente Herminio que, aunque no protagonista, era partícipe destacado de aquel acontecimiento. La Diligencia llegó por fin, siendo rodeada de inmediato por todos los allí reunidos. El tío Ros, lleno de polvo pero elegantemente ataviado y calzado con unas alpargatas valencianas nuevas que compró a su llegada a Castellón, puso el pie en el suelo ante el alborozo general, siendo asediado a preguntas por todos los concurrentes.
Propietario de uno de los talleres locales dedicados a la confección de escobas, tenía ganados algunos dineros y siendo como era de carácter estrafalario y un poco intelectual, disertó explícitamente sobre los pormenores del viaje, mientras el ayudante del conductor descargaba los bultos del viajero que iban perfectamente amarrados en lo alto de la baca. Los pertrechos de tan ilustre viajero consistían en una maleta de cartón, cuyo color era casi indefinible por el uso y por las contínuas rozaduras a que había sido expuesta, amén del polvo acumulado durante el viaje; un saco en el que se adivinaban algunas piezas de repuesto y otros artículos de tipo personal, y... ¡perfectamente atadas con una cuerda de esparto y protegidas por una loneta que las envolvía, estaban las dos flamantes bicicletas!.
Para una mayor comodidad en su transporte hasta la casa, para atender la curiosidad de los presentes y para la propia satisfacción del viajero y de su cliente y amigo Herminio, las bicicletas fueron desembaladas en la Posta ante las exclamaciones de los concurrentes y las felicitaciones al viajero y, como no, a Herminio por ser el destinatario de una de ellas.
Cargada con nuevas reservas de agua y atiborrado el calderín de troncos de madera de carrasca, por haber problemas de suministro de carbón, la Diligencia de Gasógeno arrancó en dirección norte. Al mismo tiempo todos los presentes en una piña, cuyo centro eran El tío Ros y Herminio, llevando del manillar las relucientes bicicletas enfilaron el carrer Castelló hacia el centro de la villa, en bulliciosa conversación sobre las cualidades de las mismas y las velocidades alcanzables en teoría. Herminio, agradecido con el tío Ros de Corona, fijó como meta la primera taberna que les saliera al paso, al objeto de tomarse unas "cazallas" que refrescaran al viajero y a los amigos allí presentes.
Esta ronda llegó a los primeros cien metros pero no con cazalla sino con vino, ya que estando a la puerta de su Bodega “el tío Trinqueté”, les pidió que le mostraran las nuevas máquinas traídas de Francia y les invitó a una ronda del mejor caldo de sus toneles. A aquella ronda siguieron otras a cuyo pago quisieron colaborar algunos presentes, y el recibimiento se convirtió en una pequeña fiesta en la que salieron laudes y guitarras y en las que el centro de la misma continuaron siendo las dos máquinas y sus propietarios.
Siguió la comitiva, un buen rato después, hasta la “Fonda de Micalet” y después a “Casa La Perra” y “Café dels Frares” finalizando el recorrido en la “Taberna de Modestet”, donde ya con demasiado caldo en el estómago y habiendo bajado la concurrencia, se pararon a merendar las especialidades de la casa, que no era otras que los callos con patas de cordero y habas secas hervidas acompañadas con salsa de ajos y almendras picadas con perejil.
¡Cabanes tenía ya dos bicicletas...!
Como todas las cosas de la vida, poco a poco esta cifra fue aumentando, convirtiendo nuestra localidad en pionera, lugar de concentración y centro de pruebas comarcales, en las que Herminio fue muchas veces campeón. Dichas pruebas, primero esporádicas, iban siendo cada vez más frecuentes a medida que aumentaba el número de “privilegiados” propietarios de tan rápidas e imponentes máquinas.
Reconocía Herminio tener un rival especialmente capaz de superarle en fortaleza física y, por tanto, en ganarle alguna de aquellas pruebas ciclistas que ellos mismos organizaban. Dicha persona era de la localidad y llamado “Vicent el de La Querala”.
Vicent gozaba efectivamente de una fortaleza física privilegiada y conocida de todos los vecinos de Cabanes. Muchas décadas después, ya con más de noventa años de edad, iba todos los días al campo al apuntar el alba con su carro de mano regresando un par de horas después con el mismo abarrotado de hierba que había segado para alimento de más de doscientos conejos, con los que abastecía a medio Cabanes. Si esa era su fortaleza cuando tenía más que cumplidos los noventa años, es fácil imaginar lo que esta persona sería con veinte. No obstante tal despliegue de fortaleza física, decía Herminio que no se correspondía con el sentido común para administrarla, lo que hacía que saliera disparado al inicio de las competiciones ciclistas y ya semi-asfixiado llegara de los últimos a la meta. Se repetía pues, una vez más, el célebre cuento de la liebre y la tortuga... Pero esa no es la cuestión que nos ocupa en esta entrada. Lo más importante es que, a partir de aquel día en que el tío Ros llegó de Francia, Cabanes ya tenía dos bicicletas.
Para que ese número creciera solo había que esperar. (No mucho, por cierto)
RAFAEL FABREGAT
A consecuencia del Pleito Armero de 1.923 la industria de Eibar se resintió notablemente y decidió diversificar, dedicando sus esfuerzos a la fabricación de bicicletas.
Las grandes fábricas de armamento vieron en esta máquina un filón que había que aprovechar y buscaron asociarse con quienes ya trabajaban en ello. Modificaron y renovaron sus máquinas para producir a gran escala lo que hasta entonces había sido una producción testimonial.
En cuanto al ciclismo, fue un invento de los fabricantes para dar a conocer el "velocípedo". Los corredores no eran importantes puesto que los fabricantes no tenían interés alguno en promocionar a quienes montaban las bicicletas. La necesidad vital era vender "máquinas". La fábrica española más antigua fue ORBEA que inició su andadura en Eibar (1.860) siendo también la primera que instaló la energía eléctrica en sus talleres en 1.890.
La primera prueba ciclista se organizó el año 1.910 (EIBAR-ELGOIBAR-EIBAR) desconociéndose el ganador. No sería hasta 1.913 cuando se tendría en cuenta en nombre del corredor que ganaba las competiciones, por lo que Cándido Arrizabalaga es considerado el primer ciclista español ganador en competición.
La fundación del primer Club Deportivo Ciclista se produjo en Eibar en el año 1.924 y la primera "Vuelta ciclista a España" se celebró el año 1.935. Aunque ya se fabrican bicicletas en España, es una producción testimonial exclusiva del país vasco (Eibar) que apenas si atiende el consumo de la región. No hay distribución nacional. Posiblemente esta foto es de la primera bicicleta que entró en Cabanes, propiedad del tío Ros de Corona. Fabricada en Francia; llantas de hierro, ruedas de goma maciza, trasmisión por cadena y biela regulable.
Estamos en Cabanes y es verano de 1.925...
Gran deportista, Herminio Fabregat Ribés (mi padre) fue desde muy joven un gran aficionado al ciclismo siendo la suya, a pesar de venir de familia tan humilde, la segunda bicicleta que entró en la localidad. No tenía nada de extraño tal afición puesto que siendo la bicicleta una gran novedad, al menos por estos lares, solo el hecho de subirse en una de ellas era ya una gloria que muy pocos disfrutaban entonces y poseerla el sueño inalcanzable de todos. Por qué y como la consiguió Herminio es de muy fácil explicación: las ganas de trabajar y el tesón puesto al servicio de tan dura meta, obraron el milagro convirtiendo en fácil lo difícil y en posible lo que nunca creyó que lograría. Conseguida la parte económica de aquella singular ilusión quedaba otra difícil meta por lograr, la cual era el hacerse con aquella extraña máquina que tan poco abundaba.
La producción vasca de este tipo de "máquinas" era escasa y apenas si atendía la demanda regional, por lo que no había distribuidores que a nivel nacional facilitasen su compra.
Fue el "tío Ros de Corona” quien se la traería de Francia, aprovechando el cambio de la suya por un modelo recién salido al mercado ¡que llevaba las ruedas "llenas de aire", lográndose de esta forma una conducción de mayor comodidad y consiguiéndose una más alta velocidad con menor esfuerzo, al haberse eliminado el peso y la dureza de las ruedas macizas que era el sistema que se había utilizado hasta aquel momento. Anunciada de antemano la llegada de la diligencia de Castellón, la entrada a Cabanes del tío Ros de Corona fue todo un acontecimiento.
Toda la chiquillería local y buen número de mozos veinteañeros y curiosos en general, esperaban apostados en el Hostal de Amado junto a la Carretera de Zaragoza, la llegada de la Diligencia en la que retornaba el viajero acompañado de las susodichas máquinas.
Parte de aquella chiquillería, impaciente ante el singular suceso que rompería la monotonía de nuestro pequeño pueblo, llegó hasta la Caseta de l'advocat en un afán vanguardista: ser los primeros en divisar el esperado objetivo, que era el acontecimiento de la jornada. La carretera de Zaragoza era en aquella época de machaca cubierta de tierra, convirtiéndose en un barrizal en los escasos días de lluvia y en una descomunal polvareda cuando se circulaba en tiempos secos, aún teniendo en cuenta la escasa velocidad de aquellos vehículos de "gasógeno" que, aunque bastante modernizados, no superaban ni mucho menos los 30 Km. por hora. Hacía ya algunos años que la diligencia había dejado de funcionar con caballos habida cuenta los muchos accidentes sufridos por vuelco, motivados por el desboque de los nerviosos animales, uno de los cuales tuvo lugar en la misma Posta del Hostal de Amado el día 2 de Noviembre de 1.910 y que se saldó con algunos muertos. De ello da fe la estela de cerámica que figura en la fachada de este edificio todavía existente.
En aquel año 1.925 los coches habían aumentado en tamaño y comodidad y también en su velocidad media, puesto que los caballos habían sido sustituidos por el motor de gasógeno (a vapor) y el único material que dicha máquina requería era agua y carbón, siendo muy rápido el repostaje en comparación con el que se necesitaba cuando los coches eran tirados por caballos. Solo el cambiar a los agotados animales, de los que siempre había reserva en las Postas Oficiales, ya era un tiempo considerable que requería casi una hora. A más de 25 km. de la capital, el Hostal de Amado era una de esas Postas oficiales y en ella hubo anteriormente mulos de reserva y actualmente el carbón para abastecer a las nuevas Diligencias. No en balde se dice que en dicho hostal pernoctó incluso el Rey, muchas décadas atrás.
El tiempo fue pasando y… de pronto un punto negro en el horizonte, que destacaba perfectamente centrado sobre una inmensa nube de polvo. El griterío de la chiquillería apostada en las inmediaciones de la Caseta de l'Advocat fue el detonante que animó a la concurrencia que esperaba impaciente en el Hostal de Amado.
- ¡¡¡ Ja venen, ja venen...!!!
A partir de ese instante y hasta que la Diligencia llegó a la Posta, cargada hasta los topes de chiquillos que se colgaban del mas mínimo asidero posible y seguida a todo correr por aquellos que no tuvieron tanta suerte, todos quienes estaban esperando parecían presos de una extraña enfermedad que les impedía permanecer quietos un solo instante. El más nervioso de todos los presentes era naturalmente Herminio que, aunque no protagonista, era partícipe destacado de aquel acontecimiento. La Diligencia llegó por fin, siendo rodeada de inmediato por todos los allí reunidos. El tío Ros, lleno de polvo pero elegantemente ataviado y calzado con unas alpargatas valencianas nuevas que compró a su llegada a Castellón, puso el pie en el suelo ante el alborozo general, siendo asediado a preguntas por todos los concurrentes.
Propietario de uno de los talleres locales dedicados a la confección de escobas, tenía ganados algunos dineros y siendo como era de carácter estrafalario y un poco intelectual, disertó explícitamente sobre los pormenores del viaje, mientras el ayudante del conductor descargaba los bultos del viajero que iban perfectamente amarrados en lo alto de la baca. Los pertrechos de tan ilustre viajero consistían en una maleta de cartón, cuyo color era casi indefinible por el uso y por las contínuas rozaduras a que había sido expuesta, amén del polvo acumulado durante el viaje; un saco en el que se adivinaban algunas piezas de repuesto y otros artículos de tipo personal, y... ¡perfectamente atadas con una cuerda de esparto y protegidas por una loneta que las envolvía, estaban las dos flamantes bicicletas!.
Para una mayor comodidad en su transporte hasta la casa, para atender la curiosidad de los presentes y para la propia satisfacción del viajero y de su cliente y amigo Herminio, las bicicletas fueron desembaladas en la Posta ante las exclamaciones de los concurrentes y las felicitaciones al viajero y, como no, a Herminio por ser el destinatario de una de ellas.
Cargada con nuevas reservas de agua y atiborrado el calderín de troncos de madera de carrasca, por haber problemas de suministro de carbón, la Diligencia de Gasógeno arrancó en dirección norte. Al mismo tiempo todos los presentes en una piña, cuyo centro eran El tío Ros y Herminio, llevando del manillar las relucientes bicicletas enfilaron el carrer Castelló hacia el centro de la villa, en bulliciosa conversación sobre las cualidades de las mismas y las velocidades alcanzables en teoría. Herminio, agradecido con el tío Ros de Corona, fijó como meta la primera taberna que les saliera al paso, al objeto de tomarse unas "cazallas" que refrescaran al viajero y a los amigos allí presentes.
Esta ronda llegó a los primeros cien metros pero no con cazalla sino con vino, ya que estando a la puerta de su Bodega “el tío Trinqueté”, les pidió que le mostraran las nuevas máquinas traídas de Francia y les invitó a una ronda del mejor caldo de sus toneles. A aquella ronda siguieron otras a cuyo pago quisieron colaborar algunos presentes, y el recibimiento se convirtió en una pequeña fiesta en la que salieron laudes y guitarras y en las que el centro de la misma continuaron siendo las dos máquinas y sus propietarios.
Siguió la comitiva, un buen rato después, hasta la “Fonda de Micalet” y después a “Casa La Perra” y “Café dels Frares” finalizando el recorrido en la “Taberna de Modestet”, donde ya con demasiado caldo en el estómago y habiendo bajado la concurrencia, se pararon a merendar las especialidades de la casa, que no era otras que los callos con patas de cordero y habas secas hervidas acompañadas con salsa de ajos y almendras picadas con perejil.
¡Cabanes tenía ya dos bicicletas...!
Como todas las cosas de la vida, poco a poco esta cifra fue aumentando, convirtiendo nuestra localidad en pionera, lugar de concentración y centro de pruebas comarcales, en las que Herminio fue muchas veces campeón. Dichas pruebas, primero esporádicas, iban siendo cada vez más frecuentes a medida que aumentaba el número de “privilegiados” propietarios de tan rápidas e imponentes máquinas.
Reconocía Herminio tener un rival especialmente capaz de superarle en fortaleza física y, por tanto, en ganarle alguna de aquellas pruebas ciclistas que ellos mismos organizaban. Dicha persona era de la localidad y llamado “Vicent el de La Querala”.
Vicent gozaba efectivamente de una fortaleza física privilegiada y conocida de todos los vecinos de Cabanes. Muchas décadas después, ya con más de noventa años de edad, iba todos los días al campo al apuntar el alba con su carro de mano regresando un par de horas después con el mismo abarrotado de hierba que había segado para alimento de más de doscientos conejos, con los que abastecía a medio Cabanes. Si esa era su fortaleza cuando tenía más que cumplidos los noventa años, es fácil imaginar lo que esta persona sería con veinte. No obstante tal despliegue de fortaleza física, decía Herminio que no se correspondía con el sentido común para administrarla, lo que hacía que saliera disparado al inicio de las competiciones ciclistas y ya semi-asfixiado llegara de los últimos a la meta. Se repetía pues, una vez más, el célebre cuento de la liebre y la tortuga... Pero esa no es la cuestión que nos ocupa en esta entrada. Lo más importante es que, a partir de aquel día en que el tío Ros llegó de Francia, Cabanes ya tenía dos bicicletas.
Para que ese número creciera solo había que esperar. (No mucho, por cierto)
RAFAEL FABREGAT
12 de febrero de 2010
0042- CABANES Y "LES FESTES DE L'AIGUA".
Recuerdo las decenas de veces que, desde que tengo uso de razón, se ha hablado en mi presencia de les Festes de l'aigua de 1.950, conmemoración de las "Bodas de Plata" de la traída de aguas a la población de Cabanes, desde el manantial del Racó dels Pardos en el Barranc de les Santes, donación de mis bisabuelos y que nunca les fue reconocida. Jamás, en ningún lugar, consta tal donación siendo, como fue, el regalo más preciado que ha recibido el pueblo de Cabanes, cuyas gentes iban con un bote de conserva y un largo cordel a "pescarla" al Pou de les Grases a fin de calmar su sed. Lo de lavar era cuando se podía, motivo por el cual muchas casas se construyeron cisternas a fin de almacenar el agua de lluvia.
Tenía yo entonces veinte meses y naturalmente no recuerdo nada de lo que aconteció en dicha celebración pero, tantas veces referidas las fiestas llevadas a cabo, casi podría decirse que las podría contar como si hubieran sucedido en fechas que hubiera podido disfrutarlas plenamente.
Al parecer fue algo memorable y de lo que los pueblos vecinos se hizo eco, provocando que muchas de sus gentes vinieran a visitarnos con el único objetivo de conocer en primera persona dicha celebración, que todos calificaban de tan especial. Invitados por familiares o amigos de nuestra localidad o como simples curiosos que, por su cuenta, acudieron a presenciar aquello de lo que tanto se hablaba, el pueblo se inundó de foráneos que querían ver fiestas tan esplendorosas. Toros, verbenas, pruebas deportivas, etc. Ya con quince días de antelación el alguacil, atendiendo las órdenes del Sr. Alcalde, había efectuado varios "bandos" informando a los vecinos de la proximidad de la ansiada efemérides. El 27 de Septiembre de 1.950 se cumplían los 25 años en que el Delegado Valera, acompañado de las autoridades locales con su alcalde al frente, inauguraba la Fuente del Buensuceso abriendo la llave de paso que vendría a subsanar las muchas privaciones que hasta entonces había tenido el pueblo de Cabanes con el preciado elemento.
Como se ha dicho antes, con solo un par de pozos de escaso caudal, la gente de Cabanes tenía muchos problemas para abastecerse del agua suficiente para las necesidades elementales de consumo. Sacar el agua de los profundos pozos se hacía con una simple lata de conserva atada a una cuerda de cordel y no siempre salía llena de agua clara puesto que apenas había agua embalsada en el fondo. Con tan grave problema en el municipio, hacía ya muchos años que las autoridades locales se dirigían a las provinciales reclamando ayuda al respecto. Eran tiempos de escasos recursos a todos los niveles y aunque se entendía la problemática, año tras año, les daban largas y la ayuda no llegaba.
Sin embargo el año 1.925, el recién nombrado Delegado Provincial Sr. Valera, encargado de gestionar las ayudas al medio rural, tomó interés por el problema de abastecimiento de aguas de Cabanes y realizó cuantas gestiones fueron necesarias para conseguir los fondos que permitieran solucionar el asunto.
En primer lugar se gestionó la localización de un acuífero que permitiera abastecer de forma suficiente a la población. Por su altitud y calidad del agua el manantial más idóneo resultó ser el de Manuel Bellés "el Pardo" (bisabuelo de quien escribe este artículo) situado en el paraje del Barranc de les Santes y finca "Racó dels Pardos", de la citada familia. Aunque ignoro los pormenores de la negociación, dudo mucho que mi bisabuelo pusiera trabas a la solución de una cuestión de fuerza mayor como era el suministro de agua a su querido pueblo.
La cuestión es que dicho manantial quedó disponible para el abastecimiento de la población de Cabanes, a perpetuidad y sin contraprestación alguna. Tanto es así que, incluso teniendo tierras en las proximidades del pueblo, ni siquiera pidió las aguas sobrantes.
Anteriormente se había analizado el agua, que resultó ser de una calidad fuera de lo común y se verificó que la altura del manantial fuera superior al punto central de la Plaça dels Hostals, lugar donde estaba previsto instalar la fuente, a fin de que el agua llegara de forma natural a la población.
El siguiente paso era el estudio económico y conseguir la financiación necesaria. El Ayuntamiento de Cabanes no tenía medios puesto que la población apenas podía atender sus necesidades más elementales y por consiguiente los impuestos locales eran los mínimos para dar a los vecinos la atención mínima indispensable.
El Delegado Valera solicitó ayuda vecinal para la excavación de la acequia pertinente y buscó financiación provincial para la compra de la necesaria tubería y con la colaboración de todas las partes se pudo llevar a cabo el ansiado sueño de ver salir el agua dentro de la población. Se construyeron los necesarios lavaderos municipales que permitirían a las mujeres lavar la ropa de sus seres queridos y que se llenaban simplemente del exceso de caudal no retirado en la fuente o de la que manaba por las noches. A partir del momento, en que la llave de paso dejó brotar el agua por los cuatro caños montados al efecto, interminables colas de mujeres llenaron sus cántaros durante todas las horas del día, con gran preocupación de las autoridades que veían que apenas llegaba un hilillo a los lavaderos. Sin embargo la noche hizo el milagro y a la mañana siguiente los nuevos lavaderos estaban llenos hasta la parte más alta de las pulidas piedras que servían de fregadero. A partir de entonces, también los lavaderos se llenaban de mujeres cada día.
Sobraba agua para abastecer las necesidades de todos los vecinos durante el día y para llenarse los lavaderos municipales en horas nocturnas; incluso éstos rebosaban por el conducto realizado al efecto, permitiendo que el agua fuera renovándose y autolimpiándose sin más. Nadie hasta entonces había soñado algo semejante.
El agua sobrante de la fuente de la plaza central de la población, debidamente canalizada llegaba a un enorme abrevadero que daba servicio a todas las caballerías y rebaños que venían del campo al atardecer y de éste a un primer lavadero de tamaño medio que servía para enjuagar la ropa, previamente lavada en los lavaderos propiamente dichos y que consistían en una balsa anexa de gran tamaño, que permitía lavar simultáneamente a unas cuarenta mujeres. Tres servicios en un mismo enclave y que, aunque ahora prácticamente en desuso, todavía se mantienen en perfecto estado en pleno siglo XXI.
Lavada y enjuagada la ropa, el agua sobrante salía hacia la próxima riera (ravatxol) previo aprovechamiento que todavía un vecino hacía para el regadío de un bancal anexo.
Las primeras Fiestas del Agua fueron espectaculares. Realizadas el 27 de Septiembre de 1.925 tras la inauguración y apertura de la llave de paso por parte del Delegado Valera, a quien en su honor se puso nombre a una de las principales calles de Cabanes, todo el vecindario se volcó en una celebración que todos sentían en lo más profundo. La escasez hasta entonces sufrida, hacía que todo el mundo sintiera la necesidad de expresar su alegría y agradecimiento por la materialización de tan ansiado sueño.
La música y la fiesta tomaron las calles durante quince días, en las que se consideró necesario que también nuestra querida Patrona debía compartir.
Al efecto los vecinos rogaron al párroco que, desde su enclave en la ermita de Les Santes, permitiera la subida de la Virgen del Buensuceso a la población y que, en solemne procesión, ésta visitara todas las calles del pueblo en un acto nunca sucedido.
Autorizó el párroco dichos actos y quedó instaurada esta celebración a perpetuidad, o sea, para todas las conmemoraciones que cada 25 años celebraran el acontecimiento de la traída de aguas. Los vecinos enfervorizados, construyeron imponentes arcos de retama en todas las esquinas de la población y el pavimento (entonces de tierra) ornamentado con hojas y pétalos de miles de flores de todas las variedades disponibles vieron pasar a nuestra Patrona, en un acto nunca celebrado anteriormente.
Comidas vecinales, bailes y agasajos al Delegado Valera se sucedieron durante días hasta que éste, reclamado por sus obligaciones, tuvo que ausentarse agradeciendo a autoridades y vecinos la distinción que se le había dispensado y quedando a sus órdenes para cuanto pudiera realizar en favor de tan simpática y agradecida población.
En 1.950, con motivo de las "Bodas de plata" de tan magno acontecimiento, se indagó sobre el actual destino del notable Delegado Valera que, naturalmente ya no ejercía como tal. Localizado dicho señor, ya con más de setenta años de edad, se le rogó su asistencia a dichos actos que este aceptó encantado, repitiéndose los agasajos a su persona y las fiestas de celebración, que no desmerecieron en absoluto a las que se llevaron a cabo 25 años antes.
Nuevamente los vecinos adornaron sus calles con una espectacularidad insuperable. Aparte las grandiosas fiestas organizadas por el Ayuntamiento, los vecinos de cada una de las calles de la población organizaron fiestas paralelas en una sana competición de superar a las de la calle adyacente, lo cual llevó la Fiesta a tal grandiosidad que se habló durante décadas en todos los pueblos de la comarca. Nuevamente el pueblo fue tomado por vecinos y familiares llegados de fuera y de curiosos que convirtieron la celebración en algo espectacular.
Después vinieron las de 1.975 y tras éstas las del año 2.000; todas con gran participación del pueblo en general y con la ya tradicional participación de festejos por calles y profusión de decoraciones florales con las que recibir la visita de nuestra querida Patrona la Mare de Deu de les Santes. Aún así hay que señalar que los tiempos han cambiado y que lo que entonces era espectacular y nunca visto anteriormente, ahora es casi cotidiano. Pero eso no quita importancia al hecho de que la efemérides se celebre con grandiosidad y al mismo tiempo con el respeto y agradecimiento que merece lo que, sin duda, fue la solución al problema más grave que este pueblo ha tenido a lo largo de su historia: la falta de agua.
Si todavía estamos vivos... ¡Veremos qué pasa en el 2.025!.
RAFAEL FABREGAT
Tenía yo entonces veinte meses y naturalmente no recuerdo nada de lo que aconteció en dicha celebración pero, tantas veces referidas las fiestas llevadas a cabo, casi podría decirse que las podría contar como si hubieran sucedido en fechas que hubiera podido disfrutarlas plenamente.
Al parecer fue algo memorable y de lo que los pueblos vecinos se hizo eco, provocando que muchas de sus gentes vinieran a visitarnos con el único objetivo de conocer en primera persona dicha celebración, que todos calificaban de tan especial. Invitados por familiares o amigos de nuestra localidad o como simples curiosos que, por su cuenta, acudieron a presenciar aquello de lo que tanto se hablaba, el pueblo se inundó de foráneos que querían ver fiestas tan esplendorosas. Toros, verbenas, pruebas deportivas, etc. Ya con quince días de antelación el alguacil, atendiendo las órdenes del Sr. Alcalde, había efectuado varios "bandos" informando a los vecinos de la proximidad de la ansiada efemérides. El 27 de Septiembre de 1.950 se cumplían los 25 años en que el Delegado Valera, acompañado de las autoridades locales con su alcalde al frente, inauguraba la Fuente del Buensuceso abriendo la llave de paso que vendría a subsanar las muchas privaciones que hasta entonces había tenido el pueblo de Cabanes con el preciado elemento.
Como se ha dicho antes, con solo un par de pozos de escaso caudal, la gente de Cabanes tenía muchos problemas para abastecerse del agua suficiente para las necesidades elementales de consumo. Sacar el agua de los profundos pozos se hacía con una simple lata de conserva atada a una cuerda de cordel y no siempre salía llena de agua clara puesto que apenas había agua embalsada en el fondo. Con tan grave problema en el municipio, hacía ya muchos años que las autoridades locales se dirigían a las provinciales reclamando ayuda al respecto. Eran tiempos de escasos recursos a todos los niveles y aunque se entendía la problemática, año tras año, les daban largas y la ayuda no llegaba.
Sin embargo el año 1.925, el recién nombrado Delegado Provincial Sr. Valera, encargado de gestionar las ayudas al medio rural, tomó interés por el problema de abastecimiento de aguas de Cabanes y realizó cuantas gestiones fueron necesarias para conseguir los fondos que permitieran solucionar el asunto.
En primer lugar se gestionó la localización de un acuífero que permitiera abastecer de forma suficiente a la población. Por su altitud y calidad del agua el manantial más idóneo resultó ser el de Manuel Bellés "el Pardo" (bisabuelo de quien escribe este artículo) situado en el paraje del Barranc de les Santes y finca "Racó dels Pardos", de la citada familia. Aunque ignoro los pormenores de la negociación, dudo mucho que mi bisabuelo pusiera trabas a la solución de una cuestión de fuerza mayor como era el suministro de agua a su querido pueblo.
La cuestión es que dicho manantial quedó disponible para el abastecimiento de la población de Cabanes, a perpetuidad y sin contraprestación alguna. Tanto es así que, incluso teniendo tierras en las proximidades del pueblo, ni siquiera pidió las aguas sobrantes.
Anteriormente se había analizado el agua, que resultó ser de una calidad fuera de lo común y se verificó que la altura del manantial fuera superior al punto central de la Plaça dels Hostals, lugar donde estaba previsto instalar la fuente, a fin de que el agua llegara de forma natural a la población.
El siguiente paso era el estudio económico y conseguir la financiación necesaria. El Ayuntamiento de Cabanes no tenía medios puesto que la población apenas podía atender sus necesidades más elementales y por consiguiente los impuestos locales eran los mínimos para dar a los vecinos la atención mínima indispensable.
El Delegado Valera solicitó ayuda vecinal para la excavación de la acequia pertinente y buscó financiación provincial para la compra de la necesaria tubería y con la colaboración de todas las partes se pudo llevar a cabo el ansiado sueño de ver salir el agua dentro de la población. Se construyeron los necesarios lavaderos municipales que permitirían a las mujeres lavar la ropa de sus seres queridos y que se llenaban simplemente del exceso de caudal no retirado en la fuente o de la que manaba por las noches. A partir del momento, en que la llave de paso dejó brotar el agua por los cuatro caños montados al efecto, interminables colas de mujeres llenaron sus cántaros durante todas las horas del día, con gran preocupación de las autoridades que veían que apenas llegaba un hilillo a los lavaderos. Sin embargo la noche hizo el milagro y a la mañana siguiente los nuevos lavaderos estaban llenos hasta la parte más alta de las pulidas piedras que servían de fregadero. A partir de entonces, también los lavaderos se llenaban de mujeres cada día.
Sobraba agua para abastecer las necesidades de todos los vecinos durante el día y para llenarse los lavaderos municipales en horas nocturnas; incluso éstos rebosaban por el conducto realizado al efecto, permitiendo que el agua fuera renovándose y autolimpiándose sin más. Nadie hasta entonces había soñado algo semejante.
El agua sobrante de la fuente de la plaza central de la población, debidamente canalizada llegaba a un enorme abrevadero que daba servicio a todas las caballerías y rebaños que venían del campo al atardecer y de éste a un primer lavadero de tamaño medio que servía para enjuagar la ropa, previamente lavada en los lavaderos propiamente dichos y que consistían en una balsa anexa de gran tamaño, que permitía lavar simultáneamente a unas cuarenta mujeres. Tres servicios en un mismo enclave y que, aunque ahora prácticamente en desuso, todavía se mantienen en perfecto estado en pleno siglo XXI.
Lavada y enjuagada la ropa, el agua sobrante salía hacia la próxima riera (ravatxol) previo aprovechamiento que todavía un vecino hacía para el regadío de un bancal anexo.
Las primeras Fiestas del Agua fueron espectaculares. Realizadas el 27 de Septiembre de 1.925 tras la inauguración y apertura de la llave de paso por parte del Delegado Valera, a quien en su honor se puso nombre a una de las principales calles de Cabanes, todo el vecindario se volcó en una celebración que todos sentían en lo más profundo. La escasez hasta entonces sufrida, hacía que todo el mundo sintiera la necesidad de expresar su alegría y agradecimiento por la materialización de tan ansiado sueño.
La música y la fiesta tomaron las calles durante quince días, en las que se consideró necesario que también nuestra querida Patrona debía compartir.
Al efecto los vecinos rogaron al párroco que, desde su enclave en la ermita de Les Santes, permitiera la subida de la Virgen del Buensuceso a la población y que, en solemne procesión, ésta visitara todas las calles del pueblo en un acto nunca sucedido.
Autorizó el párroco dichos actos y quedó instaurada esta celebración a perpetuidad, o sea, para todas las conmemoraciones que cada 25 años celebraran el acontecimiento de la traída de aguas. Los vecinos enfervorizados, construyeron imponentes arcos de retama en todas las esquinas de la población y el pavimento (entonces de tierra) ornamentado con hojas y pétalos de miles de flores de todas las variedades disponibles vieron pasar a nuestra Patrona, en un acto nunca celebrado anteriormente.
Comidas vecinales, bailes y agasajos al Delegado Valera se sucedieron durante días hasta que éste, reclamado por sus obligaciones, tuvo que ausentarse agradeciendo a autoridades y vecinos la distinción que se le había dispensado y quedando a sus órdenes para cuanto pudiera realizar en favor de tan simpática y agradecida población.
En 1.950, con motivo de las "Bodas de plata" de tan magno acontecimiento, se indagó sobre el actual destino del notable Delegado Valera que, naturalmente ya no ejercía como tal. Localizado dicho señor, ya con más de setenta años de edad, se le rogó su asistencia a dichos actos que este aceptó encantado, repitiéndose los agasajos a su persona y las fiestas de celebración, que no desmerecieron en absoluto a las que se llevaron a cabo 25 años antes.
Nuevamente los vecinos adornaron sus calles con una espectacularidad insuperable. Aparte las grandiosas fiestas organizadas por el Ayuntamiento, los vecinos de cada una de las calles de la población organizaron fiestas paralelas en una sana competición de superar a las de la calle adyacente, lo cual llevó la Fiesta a tal grandiosidad que se habló durante décadas en todos los pueblos de la comarca. Nuevamente el pueblo fue tomado por vecinos y familiares llegados de fuera y de curiosos que convirtieron la celebración en algo espectacular.
Después vinieron las de 1.975 y tras éstas las del año 2.000; todas con gran participación del pueblo en general y con la ya tradicional participación de festejos por calles y profusión de decoraciones florales con las que recibir la visita de nuestra querida Patrona la Mare de Deu de les Santes. Aún así hay que señalar que los tiempos han cambiado y que lo que entonces era espectacular y nunca visto anteriormente, ahora es casi cotidiano. Pero eso no quita importancia al hecho de que la efemérides se celebre con grandiosidad y al mismo tiempo con el respeto y agradecimiento que merece lo que, sin duda, fue la solución al problema más grave que este pueblo ha tenido a lo largo de su historia: la falta de agua.
Si todavía estamos vivos... ¡Veremos qué pasa en el 2.025!.
RAFAEL FABREGAT
10 de febrero de 2010
0041- ANTIGUOS MEDICOS DE CABANES.
Está claro que actualmente no tiene mayor importancia que el médico de tu pueblo sea una u otra persona, máxime cuando es tan frecuente que vayas a la consulta y te encuentres a alguien que lo está sustituyendo.
En la S.S. nunca sabes quien te atenderá y cuantas veces tendrás que contar tus problemas para que éstos se vean atendidos. Eso sin contar la relativa frecuencia en que, por una u otra causa, el médico titular renuncia a su puesto y cambia de destino.
Antiguamente a falta del servicio de S.S. que ahora conocemos, con un contrato verbal o Iguala médica, te atendía el médico titular en su consulta diaria y servicio de 24 horas para causas urgentes, iguala que se pagaba mediante recibo mensual. Nacías con un médico y hasta su muerte o jubilación siempre tenías el mismo. Esto se agradecía porque entre médico y paciente había un perfecto conocimiento, físico y psíquico y una complicidad en todos los órdenes.
Sabía si "funcionabas" bien o mal, en exceso o en defecto y más de una vez le habías incluso enseñado alguna hemorroide. Ya no digamos aquellos solteros maduros que acostumbraban a ir de vez en cuando en busca de "compañía" y volvían a sus casas con picores en "salva sea la parte"... Ningún problema había entonces por contarle tus problemas a una persona a la que conocías desde siempre. Además, las soluciones eran mucho más simples que las de ahora y no era pues necesario que también el farmaceútico se enterara de tus miserias.
Si el diagnóstico al dolor o picor de culo era una "almorrana" te decía...
- Això no és res, fica el cul dins d'una safa amb aigua freda mitja hora al matí i mitja a la tarda i amb dos o tres dies ho tindràs rebaixat.
Si acudías a la consulta por algún mareo sin justificación...
- Això no és res. Massa núvia, massa núvia!. Menjar més i festejar menys!
Si estabas con un fuerte catarro...
- Això no és res, però ves al tant... l'altre dia a Vilanova es va morir un home d'això, així que al llit i bones tasses de brou.
Solución para todo... y casi siempre sin medicamento alguno.
Lo de "salva sea la parte" era un poco más complicado puesto que ya requería varias inyecciones de penicilina, pero él mismo te las ponía y todo quedaba "en casa".
Los médicos de entonces realizaban cirugía básica, arreglaban una luxación y hasta rotura de huesos, sanidad en escuelas y cementerios, atendían partos, ponían vacunas y asistían al moribundo hasta el final de sus días.
Ahora... ¡Madre mía ahora...!
- Açò no ho veig molt clar, aneu a Castelló.
Pero ¡será posible despropósito mayor! ¿Es que los médicos actuales solo sirven para recetar, al igual que los farmaceúticos solo sirven para dispensar (vender) medicinas? Antes el médico diagnosticaba y trataba; la visita al hospital era solo en caso de grandes complicaciones o enfermedades mayores. Su profesionalidad (veteranía) era tal, que con una simple mirada sabían lo que te pasaba y el tratamiento que debían darte.
No siempre, puesto que en cierta ocasión... ¡Ay que risa...!
Por un simple catarro, que entonces era común solucionar con dos o tres días de cama, Montse, mi mujer, llamó a Don José María Borrás que en poco rato se prestó a visitarme. Nuestra casa, nueva y a la moda de entonces, tenía luz indirecta en todas las piezas y concretamente en la habitación principal, en la que yo me encontraba, con fluorescentes azules. Borrás entró en la habitación y al verme la cara, asustado le dijo a mi mujer que había que trasladarme de inmediato a Castellón. Mi mujer, asustada también por el tono empleado por el doctor, cogió el teléfono que había sobre la mesita de noche y se dispuso a marcar el número que Don José María le daba para pedir una ambulancia a la mayor urgencia posible; sin embargo, de repente una idea se cruzó por su mente y accionando el interruptor que había en la cabecera de la cama, encendió la lámpara de techo que también la habitación tenía.
Cuatro bombillas de 60 W inundaron la habitación de luz blanca y potente y Borrás aliviado vio como el rostro del enfermo pasaba de moribundo a sonrosado, anulando la llamada indicada.
- ¡Que susto me habéis dado bandidos! -dijo sin poder contenerse.
- ¿Nosotros? -dijo mi mujer sin comprender.
- Bueno, bueno. En fin... que se tome este jarabe y cuando se lo acabe ya estará bien -dijo Borrás algo mosqueado por el patinazo profesional. Y dando las buenas noches marchó hacia su casa.
La complicidad entre médico y paciente estaba en el conocimiento y en la confianza. Pero, claro, siempre hay fallos... ¡Aunque sean de iluminación!.
Nuestro primer médico familiar fue Don Enrique.
Entrar en su consulta era como hacerlo en un santuario. Semi-penumbra que propiciaba la intimidad, una mesa de atención al paciente y otra llena de cachivaches médicos, en la que podías encontrar el aparato de tomar la tensión arterial, el cacharro para quemar las agujas para una eventual inyección (entonces no las había de un solo uso), quemador de alcohol para desinfectar la aguja usada en el paciente anterior y otros muchos potingues, así como una camilla para exploraciones varias. En un rincón un antiguo aparato de rayos X y un sillón tipo barbería.
Un día fui a su consulta.
- Què te pasa? -me dijo bajito, como si estuviera confesándome.
- Don Enrique, es que mire... ahí baix del labi m'ha eixit una verruga.
- Eso no es nada. Siéntate en el sillón -dijo Don Enrique al tiempo que sacaba de un armario una pequeña varilla de 15 cm. de largo y 2 mm. de grosor, terminada en punta plana y sujeta a un mango y cable eléctrico.
Enchufóe l aparato a la red y cuando la punta de la aguja se puso al rojo vivo me la arrimó a la verruga de la que salió una humareda y fuerte olor a carne quemada.
- Aaaaay! aaaay! -chillé yo abrasado vivo y espantado por el dolor.
- Bah, bah... Eso no es nada. ¡Vaya hombres que tiene Franco! -rió Don Enrique, al tiempo que arrimaba de nuevo la aguja candente.
- Aaaaay!...aaaay! -chillé de nuevo con la verruga medio asada.
- Ya està, ya està... ya puedes levantarte -dijo Don Enrique sonriendo.
- A redeu! ja està be, ja!... que m'ha fet pols! -exclamé dolorido.
- Ahora te pones esta cremita y si te vuelve a salir, vienes de nuevo y la volveremos a quemar...
- Uns collons tornaré jo! Si torna a eixir que isca, però jo no torne -respondí achicharrado.
- Vale, vale... Je, je. Bueno, hasta la otra, que vaya bien -dijo Don Enrique a modo de despedida y con una sonrisa de oreja a oreja...
Don Enrique se jubiló y ocupó su puesto Don Paco, ya más moderno en el trato, en el diagnóstico y en el tratamiento. Con él ya empezó la delegación de algunas problemáticas a la capital provincial, atendiendo de forma directa solamente los problemas menores.
También atendía de forma particular a cambio de pagarle la correspondiente Iguala y aunque unos años más tarde ya se implantó la Seguridad Social, al parecer Don Paco no estaba obligado a atender fuera del horario de consulta, por lo fuera de éste y especialmente por las noches, solo atendía a sus clientes privados que seguíamos siendo todos. La mensualidad no era excesiva y como es natural, dentro o fuera del horario oficial eras atendido con mejor predisposición. Enterado de las quejas que algunos vecinos manifestaban por el trato interesado de Don Paco, se animó a ejercer en su pueblo natal el médico Don José María Borrás, que ejercía hasta entonces en Villanueva de Alcolea. Naturalmente la titularidad de la S.S. seguía teniéndola Don Paco, por lo que Borrás hubo de implantar su correspondiente Iguala privada que rápidamente se vio repleta de clientes, a pesar de que éste no podía recetar con volantes de la S.S. Mucha gente se borró de la Iguala de Don Paco, aunque iban igualmente a su consulta de la S.S. y, al mismo tiempo, se dieron de alta en la de Borrás para poder estar atendidos dentro y fuera de horario. Con una sola Iguala tenían dos médicos y atención de 24 horas.
Pero Don Paco no era tonto y esta situación le agradó poco por considerarla injusta, hasta el punto de retirar el saludo a alguno de aquellos prófugos a los que, aunque con poca alegría, atendía igualmente en su consulta de la S.S. pues era la única forma de que la gente pudiera obtener las medicinas con receta oficial.
Aquella situación no duró demasiado puesto que Don José María Borrás, con buenas influencias en todos los medios provinciales, realizó las gestiones necesarias y en poco tiempo pudo igualmente recetar a sus clientes, siempre particulares, a través de los volantes pertinentes de la S.S. por lo que éstos no quedaban discriminados económicamente y a partir de entonces cada cual atendió a sus clientes sin más problemática.
Con los años, ambos se jubilaron y se instaló en el pueblo un ambulatorio local por el que han pasado ya varios médicos y alguna médica, más o menos guapa. Nada es como antes en lo que respecta al trato directo y a la complicidad entre médico y paciente, pero la medicina se ha modernizado y la gente está mejor atendida que antaño, desde el punto de vista técnico. También los médicos y personal sanitario es muy amable.
Solo que... ahora es más difícil enseñarle el culo al médico, con o sin hemorroides. Especialmente si el médico es una mujer, ¡joven y guapa...! Ya sabemos que también ellas van a la consulta ginecológica de médicos varones, pero es que los hombres... ¡Somos tan tontos!.
RAFAEL FABREGAT
En la S.S. nunca sabes quien te atenderá y cuantas veces tendrás que contar tus problemas para que éstos se vean atendidos. Eso sin contar la relativa frecuencia en que, por una u otra causa, el médico titular renuncia a su puesto y cambia de destino.
Antiguamente a falta del servicio de S.S. que ahora conocemos, con un contrato verbal o Iguala médica, te atendía el médico titular en su consulta diaria y servicio de 24 horas para causas urgentes, iguala que se pagaba mediante recibo mensual. Nacías con un médico y hasta su muerte o jubilación siempre tenías el mismo. Esto se agradecía porque entre médico y paciente había un perfecto conocimiento, físico y psíquico y una complicidad en todos los órdenes.
Sabía si "funcionabas" bien o mal, en exceso o en defecto y más de una vez le habías incluso enseñado alguna hemorroide. Ya no digamos aquellos solteros maduros que acostumbraban a ir de vez en cuando en busca de "compañía" y volvían a sus casas con picores en "salva sea la parte"... Ningún problema había entonces por contarle tus problemas a una persona a la que conocías desde siempre. Además, las soluciones eran mucho más simples que las de ahora y no era pues necesario que también el farmaceútico se enterara de tus miserias.
Si el diagnóstico al dolor o picor de culo era una "almorrana" te decía...
- Això no és res, fica el cul dins d'una safa amb aigua freda mitja hora al matí i mitja a la tarda i amb dos o tres dies ho tindràs rebaixat.
Si acudías a la consulta por algún mareo sin justificación...
- Això no és res. Massa núvia, massa núvia!. Menjar més i festejar menys!
Si estabas con un fuerte catarro...
- Això no és res, però ves al tant... l'altre dia a Vilanova es va morir un home d'això, així que al llit i bones tasses de brou.
Solución para todo... y casi siempre sin medicamento alguno.
Lo de "salva sea la parte" era un poco más complicado puesto que ya requería varias inyecciones de penicilina, pero él mismo te las ponía y todo quedaba "en casa".
Los médicos de entonces realizaban cirugía básica, arreglaban una luxación y hasta rotura de huesos, sanidad en escuelas y cementerios, atendían partos, ponían vacunas y asistían al moribundo hasta el final de sus días.
Ahora... ¡Madre mía ahora...!
- Açò no ho veig molt clar, aneu a Castelló.
Pero ¡será posible despropósito mayor! ¿Es que los médicos actuales solo sirven para recetar, al igual que los farmaceúticos solo sirven para dispensar (vender) medicinas? Antes el médico diagnosticaba y trataba; la visita al hospital era solo en caso de grandes complicaciones o enfermedades mayores. Su profesionalidad (veteranía) era tal, que con una simple mirada sabían lo que te pasaba y el tratamiento que debían darte.
No siempre, puesto que en cierta ocasión... ¡Ay que risa...!
Por un simple catarro, que entonces era común solucionar con dos o tres días de cama, Montse, mi mujer, llamó a Don José María Borrás que en poco rato se prestó a visitarme. Nuestra casa, nueva y a la moda de entonces, tenía luz indirecta en todas las piezas y concretamente en la habitación principal, en la que yo me encontraba, con fluorescentes azules. Borrás entró en la habitación y al verme la cara, asustado le dijo a mi mujer que había que trasladarme de inmediato a Castellón. Mi mujer, asustada también por el tono empleado por el doctor, cogió el teléfono que había sobre la mesita de noche y se dispuso a marcar el número que Don José María le daba para pedir una ambulancia a la mayor urgencia posible; sin embargo, de repente una idea se cruzó por su mente y accionando el interruptor que había en la cabecera de la cama, encendió la lámpara de techo que también la habitación tenía.
Cuatro bombillas de 60 W inundaron la habitación de luz blanca y potente y Borrás aliviado vio como el rostro del enfermo pasaba de moribundo a sonrosado, anulando la llamada indicada.
- ¡Que susto me habéis dado bandidos! -dijo sin poder contenerse.
- ¿Nosotros? -dijo mi mujer sin comprender.
- Bueno, bueno. En fin... que se tome este jarabe y cuando se lo acabe ya estará bien -dijo Borrás algo mosqueado por el patinazo profesional. Y dando las buenas noches marchó hacia su casa.
La complicidad entre médico y paciente estaba en el conocimiento y en la confianza. Pero, claro, siempre hay fallos... ¡Aunque sean de iluminación!.
Nuestro primer médico familiar fue Don Enrique.
Entrar en su consulta era como hacerlo en un santuario. Semi-penumbra que propiciaba la intimidad, una mesa de atención al paciente y otra llena de cachivaches médicos, en la que podías encontrar el aparato de tomar la tensión arterial, el cacharro para quemar las agujas para una eventual inyección (entonces no las había de un solo uso), quemador de alcohol para desinfectar la aguja usada en el paciente anterior y otros muchos potingues, así como una camilla para exploraciones varias. En un rincón un antiguo aparato de rayos X y un sillón tipo barbería.
Un día fui a su consulta.
- Què te pasa? -me dijo bajito, como si estuviera confesándome.
- Don Enrique, es que mire... ahí baix del labi m'ha eixit una verruga.
- Eso no es nada. Siéntate en el sillón -dijo Don Enrique al tiempo que sacaba de un armario una pequeña varilla de 15 cm. de largo y 2 mm. de grosor, terminada en punta plana y sujeta a un mango y cable eléctrico.
Enchufóe l aparato a la red y cuando la punta de la aguja se puso al rojo vivo me la arrimó a la verruga de la que salió una humareda y fuerte olor a carne quemada.
- Aaaaay! aaaay! -chillé yo abrasado vivo y espantado por el dolor.
- Bah, bah... Eso no es nada. ¡Vaya hombres que tiene Franco! -rió Don Enrique, al tiempo que arrimaba de nuevo la aguja candente.
- Aaaaay!...aaaay! -chillé de nuevo con la verruga medio asada.
- Ya està, ya està... ya puedes levantarte -dijo Don Enrique sonriendo.
- A redeu! ja està be, ja!... que m'ha fet pols! -exclamé dolorido.
- Ahora te pones esta cremita y si te vuelve a salir, vienes de nuevo y la volveremos a quemar...
- Uns collons tornaré jo! Si torna a eixir que isca, però jo no torne -respondí achicharrado.
- Vale, vale... Je, je. Bueno, hasta la otra, que vaya bien -dijo Don Enrique a modo de despedida y con una sonrisa de oreja a oreja...
Don Enrique se jubiló y ocupó su puesto Don Paco, ya más moderno en el trato, en el diagnóstico y en el tratamiento. Con él ya empezó la delegación de algunas problemáticas a la capital provincial, atendiendo de forma directa solamente los problemas menores.
También atendía de forma particular a cambio de pagarle la correspondiente Iguala y aunque unos años más tarde ya se implantó la Seguridad Social, al parecer Don Paco no estaba obligado a atender fuera del horario de consulta, por lo fuera de éste y especialmente por las noches, solo atendía a sus clientes privados que seguíamos siendo todos. La mensualidad no era excesiva y como es natural, dentro o fuera del horario oficial eras atendido con mejor predisposición. Enterado de las quejas que algunos vecinos manifestaban por el trato interesado de Don Paco, se animó a ejercer en su pueblo natal el médico Don José María Borrás, que ejercía hasta entonces en Villanueva de Alcolea. Naturalmente la titularidad de la S.S. seguía teniéndola Don Paco, por lo que Borrás hubo de implantar su correspondiente Iguala privada que rápidamente se vio repleta de clientes, a pesar de que éste no podía recetar con volantes de la S.S. Mucha gente se borró de la Iguala de Don Paco, aunque iban igualmente a su consulta de la S.S. y, al mismo tiempo, se dieron de alta en la de Borrás para poder estar atendidos dentro y fuera de horario. Con una sola Iguala tenían dos médicos y atención de 24 horas.
Pero Don Paco no era tonto y esta situación le agradó poco por considerarla injusta, hasta el punto de retirar el saludo a alguno de aquellos prófugos a los que, aunque con poca alegría, atendía igualmente en su consulta de la S.S. pues era la única forma de que la gente pudiera obtener las medicinas con receta oficial.
Aquella situación no duró demasiado puesto que Don José María Borrás, con buenas influencias en todos los medios provinciales, realizó las gestiones necesarias y en poco tiempo pudo igualmente recetar a sus clientes, siempre particulares, a través de los volantes pertinentes de la S.S. por lo que éstos no quedaban discriminados económicamente y a partir de entonces cada cual atendió a sus clientes sin más problemática.
Con los años, ambos se jubilaron y se instaló en el pueblo un ambulatorio local por el que han pasado ya varios médicos y alguna médica, más o menos guapa. Nada es como antes en lo que respecta al trato directo y a la complicidad entre médico y paciente, pero la medicina se ha modernizado y la gente está mejor atendida que antaño, desde el punto de vista técnico. También los médicos y personal sanitario es muy amable.
Solo que... ahora es más difícil enseñarle el culo al médico, con o sin hemorroides. Especialmente si el médico es una mujer, ¡joven y guapa...! Ya sabemos que también ellas van a la consulta ginecológica de médicos varones, pero es que los hombres... ¡Somos tan tontos!.
RAFAEL FABREGAT
9 de febrero de 2010
0040- SER MUJER EN TIEMPOS DE FRANCO.
Los hombres y los niños a caballo, las mujeres a pie. |
Muchos años después, fervientes seguidores de las políticas franquistas suelen exclamar:
- ¡La mujer de hoy nada tiene que ver con la de antaño! Aquellas mujeres se vanagloriaban de aprender a coser un botón o realizar una sabrosa comida con la que alimentar a los suyos.
Ahora sienten vergüenza de dedicarse a las labores del hogar y alardean de haber dejado a un lado la ternura que la naturaleza les ha dado para dedicarse, cual si de una competición se tratara, a cubrir los puestos de responsabilidad que el hombre ha tenido hasta ahora, alardeando de ser igualmente capaces... ¡O de superarle incluso!.
Estos comentarios, sin duda certeros por la gran escalada que las mujeres han protagonizado en el mundo actual, están muy mal vistos y dependerá del tono en que se hagan para que sean aceptados o no. Está claro que las mujeres alardean y con razón de los progresos realizados, pero generalmente el hombre ya no es el opresor cavernícola que algunas feministas pregonan, por lo que el respeto mútuo sería lo más aconsejable. Todos tienen "su" razón...
Ya en la prehistoria los hombres cazaban y las mujeres cuidaban de los hijos. Aún hoy, las tribus que de forma aislada viven emboscadas en las junglas más recónditas, mantienen esa misma forma de vivir. No se trata de que la mujer sea inferior al hombre. Aunque físicamente no tenga la fuerza de éste, la mujer está suficientemente preparada y capacitada para suplirle en casi todos los avatares que la vida pueda presentar, siempre que no se trate de una cuestión de fuerza bruta.
Por el contrario ningún padre es capaz de suplir la ternura de la madre ausente. Las madres son... otra cosa. Otra cosa mucho más cariñosa y compleja. Por eso mismo, los roles que la naturaleza puso de manifiesto desde el primer día de la Creación, dicen que el hombre caza y trae la comida a la casa y la mujer la prepara y alimenta a los hijos. No lo dice nadie, lo dice la naturaleza. Sin embargo estos son otros tiempos y la modernidad dispone otras formas de vivir y de luchar. En el mundo actual tanto el hombre como la mujer son aptos para "cazar" y para preparar la comida con las piezas logradas y el que no lo admite tiene un serio problema y a la mujer en contra, la suya y las demás. Pero volvamos al tema...
En tiempos de Franco, desde la Enseñanza Primaria hasta la que posteriormente ejercía la Sección Femenina de la Falange Española y de las J.O.N.S., la educación de las mujeres iba orientada a la labor de esposa y madre, dedicación a las labores del hogar y cuidado de los hijos. Subordinación al marido y claro exponente de un segundo lugar en la sociedad. Los tímidos intentos de emancipación de la mujer, que nacieron en tiempos de la II República, fueron rápidamente erradicados al ganar Franco la guerra civil. Lo más curioso es que las dirigentes femeninas del Régimen Franquista no predicaban con el ejemplo y en general eran de talante autoritario e independiente, no sumisas al varón. Dirigentes como Pilar Primo de Rivera no se casaban y tenían un trabajo que llenaba todas sus aspiraciones, no necesitando el marido que ellas mismas propugnaban para las demás.
Mediante Decreto de 28 de Diciembre de 1.939 se confió a la Sección Femenina la formación social y política de las mujeres, asignatura obligatoria que cumplían las niñas en los Centros de Enseñanza Primaria y que incluían Hogar, Educación física, Labores, Cocina y Economía doméstica; todo ello impartido por monitoras especiales y en cursos de tres a seis meses, que venían a completar la Enseñanza Primaria. Después de la guerra, en la gran concentración femenina que se celebró en Medina del Campo, Pilar Primo de Rivera le dijo a Franco:
- Mi general, estas son las secciones femeninas que durante la guerra acudieron a todos los puntos donde la patria reclamó su presencia.
Franco le contestó:
- Ahora os queda formar a las niñas y mujeres españolas, ya que la única misión que tienen asignada en la tarea de la Patria es el hogar.
Pilar Primo de Rivera agradeciendo su confianza afirmó:
- Ampliaremos su formación en las escuelas, para hacerles a los hombres más agradable la vida de familia y para que encuentren dentro de la casa lo que antes les faltaba. Así no pensarán en ir a pasar en la taberna los ratos de expansión.
- Así tiene que ser -respondió Franco, categórico.
En contra de las reticencias de la Iglesia católica, la Sección Femenina propugnó que se incluyera en los cursos de formación la práctica de la gimnasia por lo que, para que las deportistas no cayeran en inmoralidad, se vigiló mucho la indumentaria que se utilizaba en los ejercicios deportivos y aconsejando la colocación de pololos bajo las faldas; prenda holgada que permitía todos los movimientos sin que se pudiera ver un solo centímetro de los muslos.
En 1.975, con la muerte del Dictador, las cosas cambiaron... Surgieron los primeros grupos feministas que emprendieron una lucha sin tregua por reconquistar los derechos de la mujer y la Sección Femenina se diluyó. Pilar Primo de Rivera se retiró discretamente, convencida que algún día la Historia le reconocería la labor realizada.
Hay que señalar que, en los últimos años del Régimen, la situación de la mujer mejoró notablemente. El porcentaje de mujeres solteras que trabajaban era del 53%, el 16% de las casadas y el 44% de las viudas o separadas. Estas cifras dan una idea de la escasa incidencia de la mujer española en el mundo del trabajo remunerado y sin tener en cuenta, además, que la mayoría de las mujeres empleadas trabajaban en puestos secundarios y mal pagados. La Democracia trajo la luz a muchos sectores de la sociedad y también a la mujer. Treinta y cinco años después de instaurarse la Democracia en España, las mujeres están cubriendo la mayor parte de las plazas universitarias y entrando de lleno en el mundo técnico y empresarial.
Tendrán menos fuerza física pero... ¿Será verdad que nos superan en todo lo demás?. Mmmm. ¡No me extrañaría nada...!
RAFAEL FABREGAT