
Aún hoy, ya bien entrado el siglo XXI y cuando muchas voces reclaman que se elimine el monumento a Colón, por sus abusos con el pueblo amerindio, el Museo de Historia de Barcelona alberga el monumento en honor de Antonio López y López, primer marqués de Comillas, ilustre prohombre de la ciudad de Barcelona que hizo su fortuna con la trata de esclavos en las Antillas. Hasta ahora estaba en su plaza homónima. Dinero llama a dinero. Suegro de Eusebi Güell, mecenas de Antoni Gaudí e inspirador del famoso Parque Güell, al que fueron a parar una parte de aquellos dineros ganados con el negocio de la esclavitud. También el padre de Eusebi (Joan Güell i Ferrer) se había enriquecido con la trata de esclavos, pero rico y famoso también tiene su monumento en la Gran Vía de esa misma ciudad. La lista es interminable, pero la dejamos aquí puesto que son decenas los personajes de la alta sociedad, catalana o no, que se lucraron con ese miserable negocio.
A principios del siglo XVII se calcula que vivían en España unos 58.000 esclavos negros, número que fue bajando hasta su desaparición en la segunda mitad del siglo XIX. Tras la Reconquista era habitual en España que las familias pudientes tuvieran esclavos en las casas y más aún en las fincas de su propiedad. La corona de Aragón, una de las más influyentes, no eran ajenas a este comercio de esclavos y por lo tanto Cataluña y los reinos de Valencia y Mallorca eran punteros en el negocio. Tanto es así que se considera que en 1.609, cuando se decretó la expulsión de los moriscos, se incluyó una salvedad para los que fueran esclavos a fin de que éstos siguieran perteneciendo a sus dueños. El motivo no era otro que el desastre que suponía para la gente adinerada el tener que prescindir de esta mano de obra barata y tener que buscar ayuda de fuera, escasa y costosa.
Desde el siglo XVI al XIX Europa llegó a tener 18 millones de esclavos, de los que unos 700.000 ejercieron en la península ibérica. Durante esos tres siglos ver gente negra en los países europeos no era algo exótico, sino más bien habitual. Justamente Barcelona era puerto puntero del Mediterráneo occidental en el desembarque de esclavos. Los archivos catalanes dan buena cuenta de aquel vergonzoso comercio en el que se incluía, entre otras muchas mercancías, alrededor de 500 esclavos por cada barco y viaje. El valor de esta carga era de unas 17.000 libras, de las 40.000 que sumaba todo el transporte. Resulta chocante que en el momento actual y por un simple conflicto de intereses, una parte de la población catalana haya sido convencida del eslogan "España nos roba" cuando, en realidad, es la región más beneficiada económicamente y son justamente sus propios gobernantes quienes les están desplumando.
RAFAEL FABREGAT
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