En mi post 1898 dije (y dije bien) que la campaña de setas 2015, al menos en el Maestrazgo, había finalizado; que ya no volvería este año a buscarlas y que si patatín y que si patatán.
Pues bien, si no quieres caldo... ¡toma dos tazas!.
El jueves (anteayer) fui con mi mujer a buscar "boletus" a Vistabella.
Llegué a casa, como llegan todos los viejos: ¡reventado!. Pero va entonces mi hija y me dice que han llevado el coche a Cantavieja a la ITV y no se la han pasado porque tenían el tubo de escape roto. Total, que ya lo tenían reparado y subirían al día siguiente (ayer) a pasarla de nuevo y aprovecharían para ir a buscar setas...
- ¿Queréis venir? -me dice.
Yo no sabía qué responder pues estaba reventado.
- El monte está seco -le dije.
Claro que la suerte, es para el que la busca...
- Como aquí es fiesta (Día de la Comunidad Valenciana) y nosotros igual tenemos que subir, hemos pensado, que tal vez os apetecía subir y pasar la mañana por Mosqueruela. ¡Las niñas también vienen...!
- Las niñas también van -repite mi mujer.
- Vale, vale, subiremos a pasar el día por allí. Ahora llamo para reservar mesa para comer en el Molino.
- Ah pues, estupendo -dice mi hija- Nosotros a primera hora estaremos en la ITV y después iremos al pinar. Nos vemos allá en... ¡el que llegue primero que vaya buscando!.
En fin, a lo que iba...
Yo no tenía intención de volver a buscar setas al Maestrazgo este año. Como todos saben la lluvia ha sido escasa, pero lo peor han sido los calores y los vientos de poniente que lo han secado todo. Sin embargo el maldito Internet y mi poco seso hicieron que le propusiera a mi mujer (con el monte seco y fuera de temporada) que, como último cartucho, fuéramos este jueves a ver si encontrábamos algún "boletus". Como para que te salga la Lotería tienes que jugar, nos fuimos y encontramos una cesta llena, entre los dos. La cesta era grande, pero no todo eran boletus. Había también una docena de robellones y otra de champiñones "selváticus". En fin la cuestión era llenarla, siempre que fuera de setas buenas y sabrosas.
Pero lo de repetir, al día siguiente, ¡ya era harina de otro costal.
Total que, sin madrugar pero subimos. Llegamos al lugar de la cita a las 9,30 pasadas. Su coche ya estaba allí. Hice sonar el claxon y al momento estaban todos allí.
- Ya queríamos marcharnos a esperaros junto a la carretera porque aquí no hay nada -dijeron.
- Ya lo sabía -pensé- Pero no dije nada. Nos comimos los bocadillos y cogiendo a mi nieta más pequeña le dije que fuéramos a coger "su" robellón. Es una mata de maleza, a escasos metros de donde dejamos el coche, donde salen robellones fijo. Si allí no hay ninguno ya puedes marcharte a casa que no encontrarás nada. La cogí de la manita y comiéndonos el bocadillo llegamos a la mata. Verdadero milagro, pero había uno y solamente uno.
- Anda córtalo. (Tiene cinco años) Así, junto a la tierra...
- Mami, mami, ¡ya tengo uno! -gritó alborozada.
Nos fuimos a otro lugar, único punto donde podía haber algo por estar algo más resguardado del sol y del viento. Esto de las setas es como la caza, no puedes desengañarte.
- No hay prisa -les dije- Cuando pasemos por Mosqueruela pararemos a tomar un café.
El dueño, que me conoce desde "la noche de los tiempos", enseguida me pregunta.
- Hombre, no me dirás que habéis venido a buscar setas.
- Pues no, no. Ellos han subido a pasar la ITV y nosotros a comprar patatas, pero echaremos un vistazo.
Me salió así, como salen las cosas del subconsciente, ya que las patatas ya las habíamos recogido la quincena anterior, pero son tan buenas y tan baratas que me quedé con la idea de que habíamos debido comprar más. De allí mismo llamé al productor y encargué 50 Kg. más.
- Pues la semana pasada salió llanega negra -me dice el del bar.
- ¿Ah si?. Pues donde queremos ir sale ese tipo de seta -respondí.
Tuvimos suerte. A pesar de los pesares, todos salieron con media cesta de setas. Yo dos tercios largos de la misma. Efectivamente la mayoría del contenido era llanega negra, el resto níscalos, algún robellón y llanega blanca. En fin, pasamos la mañana, que era de lo que se trataba. A la 13:30 llegábamos a la casa del señor que nos vende las patatas.
- Pues habéis tenido suerte. -nos dijo- Las que tengo ahora también son blancas, pero de otra variedad más tardía de carne amarilla. Son mucho mejores que las que cogistéis el otro día.
- ¿Y el precio? -le pregunto.
El precio el mismo, a 40 céntimos.
Yo es que no me lo puedo creer. Es que a ese precio... ¡Ni para la semilla!. De allí nos fuimos a comer al Hostal El Molino. Buena comida y mejor vino en menú de 13 euros. Para reventar...
RAFAEL FABREGAT
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