Como buenos empresarios, los nuevos alcaldes tienen como máxima prioridad reducir costes al precio que sea. A tal objeto se está estudiando crear Bancos y otras medidas correctoras, consistentes principalmente el dejar en la cuneta a todos sus proveedores y que sea el alcalde y sus concelajes los que, desde el Ayuntamiento, preparen el pan y la sal para todos los contribuyentes. También, por supuesto, el vino de los ciudadanos que tengan la sana costumbre de tomar un vasito en las comidas. Habrán de plantarse algunas viñas, hacer una bodega, etc. pero ¿qué es eso para todo un Quijote español, destrozador de molinos de viento?. Minucias. Por supuesto también se gestionará la producción de algodón en masa y la fábrica de camisetas y calzoncillos para que no nos salgan rojeces en la entrepierna. Hay que reducir el gasto en farmacia. Como sea...
Son muchos los Ayuntamientos gobernados por tan insignes próceres. Especialmente en Madrid hasta incluso podrás morirte a mejor precio puesto que, según informan los periódicos, su alcaldesa gestionará no solo los cementerios que son de rigor, sino incluso las funerarias. Si algún empresario de pompas fúnebres se tira desde el puente más alto por no poder hacer frente a sus facturas, no pasa nada, ya pasarán los del Ayuntamiento con pala y capazo para recoger sus restos. Y esto no ha hecho más que empezar. Algunos "envidiosos" querrían que estas cosas también pasaran en su pueblo... Calma y tiempo al tiempo, todo llegará. "Volverán las oscuras golondrinas, en tu balcón sus nidos a colgar y otra vez con el ala a los cristales, jugando llamarán..."
Cuando yo era joven, una de las primeras cosas que un adolescente pueblerino se compraba, era una navaja. No era para rajar a nadie, claro, sino para cortar a cachitos el tocino seco que era el único fiambre que se comía (día sí y otro también) para almorzar. Tener tu propia navaja era una señal de hombría. Dentro del zurrón con el que te ibas a tus quehaceres diarios en el campo estaba el agua, el pan y el tocino seco; además del tabaco y el mechero. Nadie ponía allí cuchillo alguno, porque se suponía que cada cual tenía su propia navaja. Yo quisiera que (por un día) volviéramos todos a aquella vida, a ver si (por fin) nos dábamos cuenta de nuestro bienestar actual. Y eso que estamos en crisis. Pero, ¿qué clase de crisis es esta, que ningún viejo la entiende?. ¡Ay, es que los viejos son como los niños!. Dicen verdades como puños y eso... a los jóvenes les gusta poco, ¡o nada!.
¡Como han cambiado los tiempos!. Cuando yo era joven llamábamos bienestar a trabajar doce horas al día, incluidos los sábados. Después llegó lo de hacer fiesta los sábados por la tarde. Después lo de acabar el viernes y ahora lo de no trabajar los viernes por la tarde. ¿Qué será lo próximo?. Pues bien, lo próximo ya ha llegado. ¡Vivir en crisis!. ¿Mala cosa?. ¡Que va, para nada!. Estar en crisis es tener que esperar cada mañana en la puerta de los bares a que abran, o ir al gimnasio y tener que ducharte para volver al bar. Antes, cuando la crisis no existía, la gente se ponía a trabajar a las ocho de la mañana ya almorzado. Lo que no se negaba a nadie eran quince minutos a media mañana para fumar un cigarrillo que, también para el no fumador, significaba un descanso.
Tanatorio de la M-30. Madrid. |
RAFAEL FABREGAT
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