Plataformas secesionistas repartiendo pitos antes del partido. |
Cuando eso sucede, cuando llegamos a ese punto, los cables ya no van paralelos sino que se rozan entre sí y salta la chispa. Desgraciadamente mucha gente no sabe vivir en libertad, lo cual hace las guerras inevitables. Es la triste realidad de este mundo en el que nos ha tocado vivir. Auténticos demonios (porque lo son) traen las guerras y con ellas la muerte y la miseria de todos; la suya y la de aquellos que ninguna culpa tienen de llegar a tales situaciones. Ante tamaña desgracia y cuando algunos ya lo han perdido todo, incluso la vida, llegan los lamentos y las ansias de paz. También esos demonios la quieren, porque ellos son de carne y hueso como nosotros, pero su paz durará solamente el tiempo necesario para reponer fuerzas. Después volverán a las andadas, porque no saben hacer otra cosa.
Esa gente, que no sabe vivir en paz, disfruta del mal ajeno y para conseguirlo arriesga incluso su propia libertad. Para ellos la paz es algo muy soso y aburrido. No es una cuestión de ideales, como pretenden hacer creer a los inocentes que alguna vez les acompañan. Los ideales se la traen al pairo. Lo que pasó en Barcelona en 1714 no fue más que una lucha de intereses entre ricos que, como siempre ocurre, unos pierden y otros ganan. Los pobres no entran en esa clase de luchas, porque nada tienen que defender. De todas formas no hay que ser tan pretenciosos pues un hecho tan simple como ese ha sucedido en todas partes y nadie se ha rasgado las vestiduras por ello. En Xátiva (Valencia) Felipe V está colgado del revés por algo similar. ¿Qué pueblo, por pequeño que sea, no ha tenido un cacique?.
¿Vamos por eso a recordárselo eternamente a sus descendientes?. Esas actuaciones son memeces de niños malcriados; pataleo de mariquitas del que se burlan hasta en las antípodas. Al toro, cuando se tiene lo que hay que tener, hay que agarrarlo por los cuernos y decirle: ¡Hasta aquí hemos llegado!. Todo lo demás son mariconadas de teatrillo barato en campo de reclutas y (por supuesto) pido perdón a todos los gays, que son mil veces más personas que los que solo usan el pito en las gradas de los campos de fútbol. Tenía yo un tío, marido de una hermana de mi madre, que era cazador de patos en la Albufera de Valencia. También tenía un pito pero él, para hacerse el interesante, lo llamaba silbato. Tampoco hubiera pasado nada, si un día se le hubiera atragantado...
RAFAEL FABREGAT