19 de mayo de 2015

1762- LA SACERDOTISA AMEN-RA.

La historia nos cuenta que en el Antiguo Egipto y tiempos del faraón Amenofis IV (1353-1336 a.C.) también llamado Akenatón, vivió una princesa-sacerdotisa llamada Amen-Ra. Por mandato del faraón y tal como correspondía a su rango de sacerdotisa de Osiris, a su muerte los restos fueron momificados y enterrados en una profunda bóveda de Luxor, a orillas del Nilo, a fin de que Osiris la trasladara al mundo de los espíritus. A tal fin la momia era portadora de todos los amuletos pertinentes y muy especialmente, bajo la venda que cubría su cabeza, un amuleto especial con la figura de Osiris que decía: "Despierta de tu postración y el rayo de tus ojos aniquilará a todos aquellos que quieran adueñarse de ti".


Allí permaneció durante siglos y siglos, descansando en paz, sin que nadie osara interrumpir su sueño eterno a pesar de que eran muchas las tumbas profanadas. Sin embargo el enterramiento estaba predestinado, como tantas otros, a ser descubierto y su momia a ser expuesta en cualquier museo, como una más. A finales de 1890 cuatro ricos estudiantes de Inglaterra, metidos a arqueólogos, excavaron la zona y encontraron el sarcófago de Amen-Ra. Después de 32 siglos de descanso en la profundidad de la tierra, la sacerdotisa de Osiris despertaba de su letargo, la luz del sol iluminaba su rostro, y se activaba la maldición de aquel amuleto especialmente creado para ella.


El hermoso sarcófago de madera y su interesante contenido no llegaron a la casa de subastas pues, apenas extraído de la cámara mortuoria, fueron muchos los que pujaron por él. Prontamente uno de los cuatro jóvenes millonarios que habían colaborado en el hallazgo ofreció a sus socios una suma imposible de igualar por los demás compradores y se hizo con la propiedad del histórico tesoro. La valiosa pieza fue trasladada a su hotel y horas más tarde su propietario salió a dar un paseo por el desierto no regresando jamás. Al día siguiente uno de los tres compañeros fue herido por un disparo fortuito de los criados que les acompañaban y perdió su brazo derecho. Los otros dos vieron esfumarse su fortuna y acabaron pidiendo limosna en la calle.

Por fin, tras una racha de desgracias allí por donde pasaba, el sarcófago y la momia de la sacerdotisa de Osiris llegaron a Inglaterra adquiridos por otro famoso millonario. La maldición no se haría esperar, muriendo tres de los miembros de su familia en un trágico accidente, al tiempo que su casa ardía misteriosamente sin que pudieran determinarse las causas. Intuyendo una causa-efecto con respecto a la pieza adquirida, el millonario inglés donó la pieza al Museo Británico. Los empleados del museo cargaron la valiosa caja sobre el camión y antes de subir a la cabina, el vehículo se puso en marcha y atropelló a un peatón. Llegado el vehículo frente al museo uno de los empleados se rompió una pierna y el otro murió días después aquejado de una enfermedad desconocida. No acabaron ahí los problemas. Cuando el precioso sarcófago y su sacerdotal contenido quedaron expuestos en una de las salas egipcias del museo, todas las noches los vigilantes de seguridad dijeron haber escuchado gritos y arañazos en el interior del sarcófago. Cada noche se oían sollozos y se escuchaban arañazos a las paredes de la caja, rompiéndose el habitual silencio del recinto. Uno de los vigilantes que se había apoyado para escuchar los sonidos que salían de su interior, murió aquella semana. 

Todos estos acontecimientos estaban en boca de todos y las limpiadoras se negaban a trabajar en las proximidades de la momia, mientras algunos vigilantes abandonaron el trabajo. El sarcófago de Amen-Ra fue bajado a los sótanos del Museo, pero los acontecimientos no dejaron de producirse. Uno de los conservadores moría, mientras su ayudante caía enfermo de gravedad. Los hechos trascendieron y la prensa puso interés en el asunto, mandando a un fotógrafo que tomó una instantánea del pacífico rostro de la momia pintado en la caja. Cuando reveló la fotografía quedó estupefacto pues lo que allí salía era una imagen fantasmal que lo miraba fijamente. 


No se sabe lo que pasaría por su mente pero el fotógrafo marchó a su casa y se suicidó pegándose un tiro en la cabeza. Viendo el cúmulo de desgracias, el Museo Británico decidió desprenderse de la momia de Amen-Ra, la sacerdotisa de Osiris. La compró un famoso coleccionista que, tras la habitual cadena de desgracias, la depositó en el desván de su casa. Pasaron los años y nadie volvió a saber nada de aquella reliquia egipcia, hasta que un buen día de 1889 la famosa teósofa y psicoanalista Madame Blavatsky 
(1831-1891) que trataba al propietario de la momia, quiso analizarla, descubriendo las maldades que encerraba. Apenas entrar en el desván, donde estaba cubierta de polvo, sintió la presencia maligna que emanaba de aquella pieza, considerando innecesario examen alguno de la misma. Acto seguido convenció a su propietario que se deshiciese de ella al precio que fuera pero, ¿quien iba a querer una momia maldita?. Nadie.


Nadie la quiso hasta que, veinte años después la compró por un precio irrisorio un irreverente americano que nada creía de lo que, para él, todo eran supercherías y cadena de casualidades. 
El 10 de Abril de 1910, unos días después de la compra, el nuevo propietario consignó el sarcófago con los restos mortales de la sacerdotisa Amen-Ra en un barco que se disponía a cruzar el Atlántico con 2.224 pasajeros a bordo. Era el trasatlántico Royal Mail Steamship TITANIC...   

RAFAEL FABREGAT

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