Allí permaneció durante siglos y siglos, descansando en paz, sin que nadie osara interrumpir su sueño eterno a pesar de que eran muchas las tumbas profanadas. Sin embargo el enterramiento estaba predestinado, como tantas otros, a ser descubierto y su momia a ser expuesta en cualquier museo, como una más. A finales de 1890 cuatro ricos estudiantes de Inglaterra, metidos a arqueólogos, excavaron la zona y encontraron el sarcófago de Amen-Ra. Después de 32 siglos de descanso en la profundidad de la tierra, la sacerdotisa de Osiris despertaba de su letargo, la luz del sol iluminaba su rostro, y se activaba la maldición de aquel amuleto especialmente creado para ella.
El hermoso sarcófago de madera y su interesante contenido no llegaron a la casa de subastas pues, apenas extraído de la cámara mortuoria, fueron muchos los que pujaron por él. Prontamente uno de los cuatro jóvenes millonarios que habían colaborado en el hallazgo ofreció a sus socios una suma imposible de igualar por los demás compradores y se hizo con la propiedad del histórico tesoro. La valiosa pieza fue trasladada a su hotel y horas más tarde su propietario salió a dar un paseo por el desierto no regresando jamás. Al día siguiente uno de los tres compañeros fue herido por un disparo fortuito de los criados que les acompañaban y perdió su brazo derecho. Los otros dos vieron esfumarse su fortuna y acabaron pidiendo limosna en la calle.
No se sabe lo que pasaría por su mente pero el fotógrafo marchó a su casa y se suicidó pegándose un tiro en la cabeza. Viendo el cúmulo de desgracias, el Museo Británico decidió desprenderse de la momia de Amen-Ra, la sacerdotisa de Osiris. La compró un famoso coleccionista que, tras la habitual cadena de desgracias, la depositó en el desván de su casa. Pasaron los años y nadie volvió a saber nada de aquella reliquia egipcia, hasta que un buen día de 1889 la famosa teósofa y psicoanalista Madame Blavatsky
(1831-1891) que trataba al propietario de la momia, quiso analizarla, descubriendo las maldades que encerraba. Apenas entrar en el desván, donde estaba cubierta de polvo, sintió la presencia maligna que emanaba de aquella pieza, considerando innecesario examen alguno de la misma. Acto seguido convenció a su propietario que se deshiciese de ella al precio que fuera pero, ¿quien iba a querer una momia maldita?. Nadie.
Nadie la quiso hasta que, veinte años después la compró por un precio irrisorio un irreverente americano que nada creía de lo que, para él, todo eran supercherías y cadena de casualidades.
El 10 de Abril de 1910, unos días después de la compra, el nuevo propietario consignó el sarcófago con los restos mortales de la sacerdotisa Amen-Ra en un barco que se disponía a cruzar el Atlántico con 2.224 pasajeros a bordo. Era el trasatlántico Royal Mail Steamship TITANIC...
RAFAEL FABREGAT
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