1723- LA LEYENDA DE ARALAR.

Sobre el Santuario de San Miguel de Aralar aletea una vieja leyenda que los naturales dan por cierta, unas veces apoyada en creencias ancestrales y otras por la transmisión oral de viejos tiempos de oscuridad y escasas pitanzas. El citado santuario está situado en término municipal de la localidad navarra de Huarte-Araquil y diócesis de Pamplona. La leyenda a la que nos referimos es la que cita como protagonista a Don Teodosio de Goñi, caballero navarro que vivió en el siglo VIII, en tiempos de Witiza, el rey godo predecesor de Don Rodrigo, previos ambos a la conquista musulmana de la Península Ibérica. 

Según relataba el monje capuchino navarro Fray Tomás de Burgui, utilizando como fuente la Crónica de los Reyes de Navarra de 1534, Don Teodosio, descendiente del linaje de los Goñi, casó con Constanza de Butrón y Viandra, pasando a vivir el matrimonio a la casona del esposo en Larrañarenetxea, también en el mismo pueblo de Goñi, valle de Araquil, entre la cuenca de Pamplona y las tierras de Estella. En determinado momento el caballero se vio obligado a ausentarse de su casa para luchar contra las tropas musulmanas a las órdenes del conde Don Julián. Tras una larga ausencia Don Teodosio pudo volver a su tierra natal. 

De pronto en mitad del camino, ya próximo a divisar su pueblo, encontró a una especie de ermitaño (el diablo quizás) que le dijo que su mujer lo engañaba con uno de sus criados y que para ello usaban el propio lecho conyugal. Ciego de rabia Don Teodosio espoleó su caballo y cabalgó sin tregua hasta la casa. Llegado a la casa se encaminó a sus aposentos y en la penumbra de la habitación vio dos cuerpos que yacían en la cama durmiendo tranquilamente.

Viéndose deshonrado, sin mediar palabra, sacó su espada y la clavó varias veces hasta que sus manos se cubrieron de sangre. Acto seguido salió a la calle y cual no sería su sorpresa al ver a su esposa Constanza que regresaba entonces de la iglesia. La alegría inicial de la joven al verle, se tornó en desolación al explicarle su esposo lo que había sucedido y al comprobar ambos que a quien había asesinado Teodosio era a sus propios padres, que Constanza había invitado a vivir en su casa durante la ausencia de su esposo. Desolado, el hombre confesó su crimen al párroco y al obispo de Pamplona, quien le ordenó viajara en peregrinación a Roma para pedir la absolución del Papa Juan VII. El Pontífice perdonó sus crímenes a condición de vivir alejado de la población y con una cruz a cuestas, unida a una gruesa cadena y ésta sujeta al cuello y a su cintura hasta que por desgaste la cadena se rompiera. 

Siete años vagó Teodosio por los montes de la región hasta que un día del año 714, estando descansando junto a la boca de una profunda gruta, salió de ella un dragón que la habitaba para engullírselo como ya había hecho con otros que habían transitado por allí. Aterrorizado Teodosio se encomendó a San Miguel al que siempre tuvo gran devoción y abriéronse los cielos y descendió éste aniquilando al dragón y rompiendo las cadenas del reo. Liberado de su penitencia volvió a Goñi, abrazando a su esposa y a su hijo. Hecho esto regresó a la cumbre del monte Aralar donde había acontecido el milagro, ordenó que se construyera un templo en honor de su salvador y consagró el resto de su vida al recogimiento y a la meditación, siempre bajo los auspicios de su protector, el arcángel San Miguel. 

La tradición popular dice que las cadenas que hay colgadas al exterior de la capilla, son las que llevó Teodosio hasta el momento de su liberación y que el Santuario está construido exactamente sobre la gruta en la que habitaba el dragón que cita la leyenda. A la derecha del altar mayor, hay una pequeña abertura que comunica la iglesia con la sima en la que habitaba el dragón aniquilado por San Miguel, siendo costumbre que los feligreses dejen caer unas monedas para confirmar, por medio del ruido que hacen al tropezar contra las rocas en su caída, la gran profundidad de la sima sobre la que se asienta el emblemático templo.

RAFAEL FABREGAT