Es difícil aportar nada nuevo, pero no puedo evitar el emocionarme viendo estos arrozales asiáticos. Espectaculares terrazas, que nos hablan de siglos de duro trabajo. Cultura de la vida al servicio del país, de atención al anciano, al débil, a la comunidad.
Solo con este espíritu de sacrificio pudo doblegarse la naturaleza y domesticar el agua que inunda los bancales.
Desde un montón de siglos atrás y sin maquinaria, ni apenas herramientas, estas gentes consiguieron la perfecta nivelación de las terrazas. Aprovechando cada centímetro de suelo, con una perfección más parecida al dibujo del más exquisito pintor o a un trabajo de informática creativa. Es la perfección del que no tiene prisa, del que aspira al trabajo bien hecho. A ser el mejor en su campo, nunca mejor dicho.
La cosecha era importante, porque es ella la que proveía el alimento necesario para la familia. Pero estaba también el orgullo del trabajo perfectamente realizado. Porque en esa cultura ser el mejor, o al menos poner su interés en ello, cuenta mucho. Es el orgullo del pobre, el único al que se puede aspirar.
Cada palmo de tierra era un puñado más de arroz en la mesa, pero también punto de apoyo al país que te cobija y en el que se te ha dado la vida.
En occidente estas cosas cuestan de imaginar, pero así se ha vivido siempre en estas tierras donde los dioses son muchos y todos ellos respetados con auténtica veneración. Hasta el punto de ofrecerle lo mejor de la cosecha, aunque no sobre en su mesa.
La mayoría sonreímos ante lo que nos parece pura ignorancia, pero ellos son felices así. En su aparente pobreza, nada les falta y seguramente son más felices que los magnates que habitan los más caros apartamentos de Manhattan, en Nueva York.
Vida tranquila y comunitaria, donde el bien o el mal de unos es el de todos.
¡Qué poca memoria la nuestra!. No está tan lejos el tiempo en que también en occidente se vivía de forma parecida. Pero, claro, aquí somos más ambiciosos y menos solidarios. Nuestra máxima es "que cada barco aguante su vela".
¡Y así nos va...!
RAFAEL FABREGAT
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