Dentro de la crisis general que afectó a la Iglesia Católica a finales del primer milenio y comienzos del segundo, tuvo una especial relevancia un periodo que va desde el año 882 al 1046, etapa de 164 años en la que más de 40 personajes fueron nombrados papas o antipapas, gente indigna que solo buscaba intereses personales en la silla de Pedro. Esta crisis galopante comienza con la muerte violenta del papa Juan VIII (882) y sería para el Vaticano el simple comienzo de la etapa más oscura de su historia. A partir de ese momento y hasta el citado 1046 la mayor parte de sus sucesores fueron depuestos, encarcelados e incluso asesinados.
Durante décadas el papado está bajo el yugo de la familia de los Spoleto. Bajo esta influencia, a la muerte del papa Formoso I que no gozaba de las simpatías de Lamberto de Spoleto, accede al papado Esteban VI (896-897) que acatando las órdenes del joven emperador convoca el llamado "Concilio de los cadáveres". De acuerdo con las órdenes recibidas, el cuerpo del papa Formoso I fue desenterrado y procesado.
En el juicio llevado a efecto, un diácono puesto a su lado respondía por él. Como no podía ser de otro modo, el cadáver del papa Formoso fue condenado, degradado de su dignidad pontificia y colocado en una fosa común, para acto seguido ser desenterrado y arrojado al Tíber. A estos episodios siguió una revuelta contra el papa Esteban VI, su encarcelamiento y muerte por estrangulación en la propia celda, pero este es simplemente uno más de los escándalos papales registrados en esas fechas. Siguen los nombramientos y las muertes de los titulares hasta la llegada del papa Sergio III (904-911) que reanuda las políticas de Esteban VI y restablece las condenas contra los formosianos.
Al nuevo papa le une gran amistad con el cónsul y senador Teofilacto I y su esposa Teodora. De hecho, según Liutprando de Cremoa, Sergio III fue el amante de su hija Marozia y padres ambos del futuro papa Juan XI. Tras dos papados breves siguió Juan X (914-928) nombrado por los Teofilactos con el apoyo de Teodora de la que era amante. Se suceden luchas contra los musulmanes bizantinos y en ellas encuentran la muerte Teofilacto y Alberico de Spoleto, marido de su hija Marozia. Poco tiempo después Marozia y su segundo marido (Guido de Toscana) dominan nuevamente la situación en Roma y sus gentes matan al hermano del papa. El propio Juan X es encarcelado y asesinado poco después. Es a partir de la muerte del papa cuando Marozia domina totalmente Roma y sujeta también al papado. Tras el pontificado de León VI y Esteban VII sucede su hijo Juan XI (931-936), pero el declive de Marozia y del joven papa es inevitablemente rápido.
Alberico, hijo también de Marozia y hermano de Juan XI se subleva ante las terceras nupcias de su madre con Hugo de Provenza y la encarcela, asumiendo el gobierno de la ciudad, a la vez que ejerce toda su influencia sobre los nuevos papas designados por él. Bajo su dominio se nombran cuatro nuevos papas y una seria renovación monacal pero a su muerte le sucede su hijo Octaviano que se autoproclama papa Juan XII y reune en una sola persona el poder civil y religioso. Con apenas 18 años el estado del alma preocupa poco y las orgías y escándalos de todo tipo se dan cita en los aposentos papales.
Resulta fatigoso, más bien aburrido, seguir relatando las fechorías de los más de cuarenta papas que ocuparon el trono del Vaticano en este periodo, todos ellos muertos jóvenes y prácticamente ninguno de muerte natural, pero antes y después no fue muy diferente.
- Estas no fueron mis enseñanzas -diría Jesucristo.
Políticos y religiosos se disputaron el poder sin el más mínimo temor al destino que pudieran correr sus almas.
A trancas y barrancas llegamos al año 1046 cuando tras el Sínodo de Sutri se depone a los dos papas que por compra-venta existían en ese momento y se nombra a Clemente II cerrándose este tiempo de oscuridad.
Solo tres pilares fundamentales gobernaban (y gobiernan) la Iglesia de entonces y de siempre: sexo, poder y dinero. Sea por el orden que fuera, tanto monta...
RAFAEL FABREGAT
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