Como veremos más adelante, antes esto no era un insulto. El libro referente a los insultos indica que el término "gilipollas" se puso de moda en el siglo XIX, aunque el origen de la frase es muy anterior y de sentido muy diferente al que se le da actualmente. Ser gilipollas es algo más frecuente de lo que podemos imaginar, tanto que se dice que viene a serlo no menos del 30% de la población. Es lo que llamamos un charlatán, el bufón de cualquier pandilla de amigos. Para que podamos estar de acuerdo o no con esta aseveración hay que aclarar que, de acuerdo con lo indicado en el diccionario de la lengua española, gilipollas es todo aquel que siendo tonto participa de la condición de bocazas que todo lo airea sin guardar recato. De tal manera que, aunque no tenga maldad, suele ser tan inoportuno que puede representar un peligro para cualquiera. Según la RAE la palabra "gilipollas" deriva de la forma vulgar de aplicar el adjetivo "gilí", a cualquier persona inocente, cándida y parlanchina.
Su origen viene de lejos ya que, por lo que se ve, nació en el Madrid del siglo XVI de forma coloquial. La palabreja cayó en gracia y en la segunda mitad del siglo XIX le salieron "parientes" como "gilipuertas" y otros, que trataban de eliminar las sílabas finales y malsonantes de la palabra gilipollas. En realidad, este adjetivo siempre fue un insulto, aunque de escasa gravedad. En la actualidad esta palabra solo se escucha en los suburbios, entre gente de poca o nula educación y de ningún peso social. Pero vamos a contar el verdadero origen de la misma...
La palabra "gilipollas" tiene su origen en la persona de D. Baltasar Gilimón de la Mota, fiscal del Consejo de Hacienda en tiempos de Felipe III. Dicho señor tenía tres hijas en edad de merecer pero poco agraciadas y algo atolondradas. En busca de algún apuesto joven que las desposara, Don Gil las que llevaba a todos los bailes y actos públicos de la alta sociedad de su tiempo, pero el milagro no se producía. Tan frecuente era su presencia en estos actos que a la pregunta de si había llegado Don Gil siempre se respondía que lo había hecho con "sus pollas", o sea, con sus hijas. La arraigada costumbre relacionar a Don Gil con sus hijas (pollas) de pocas luces, daría lugar a la palabra "gilipollas" como alguien corto de entendederas.
Eso es lo que cuentan las malas lenguas aunque, al menos originalmente y en todos los textos que citan a dichas jóvenes, aparte de sus nombres Fabiana, Feliciana e Isabel, son citadas coloquialmente como "las gilimonas", debido al apellido paterno (Gilimón). Las jóvenes, además de feas y tontas, gustaban de llamar la atención y de ahí su rebeldía cuando un bando de Felipe III impuso que las mujeres debían de acudir a los actos públicos con vestimentas graves y severas. Don Gil respondió a su rebeldía condenándolas a ir vestidas de monja, lo que sin duda terminó de alejar a algún posible despistado. Esta curiosa historia puede consultarse en: https://openlibrary.org/books/OL6189847M/Madrid_viejo
No sabemos cuanto hay de cierto o de falso en la historia de las hijas de Don Gil pero, de todas formas una cosa no desdice de la otra. Que su verdadera denominación fuera la de "gilimonas" poco o nada tiene que ver con que, sabiendo que entonces se llamaba "pollas" a las chicas jóvenes, derivara a la palabra gilipollas dos siglos después. De la misma manera que, sabiendo que eran casquivanas y de pocas luces, se adaptara la palabra como insulto o denominación de personas tontas y charlatanas. Gente que no tiene nada interesante que decir, pero que gusta de ser el centro de atención en cualquier reunión. Ese es el significado actual de la palabra gilipollas.
RAFAEL FABREGAT
No hay comentarios:
Publicar un comentario