La cosa viene de lejos... Corría el siglo XIII cuando, según la leyenda, se dieron entre los muros de su castillo multitud de brujerías, aquelarres y todo tipo de ritos paganos que llamaron la atención de la iglesia, entonces representada en aquel territorio por el Abad del Monasterio de Veruela.
Trasmoz era un municipio independiente y ello no gustaba al Abad de Veruela, del que dependían todos los pueblos de la comarca. En virtud de derechos concedidos por la Corona, este pueblo no dependía para nada del citado monasterio y era además libre en el uso del agua. Se dice también que entre sus paredes se acuñaban monedas falsas que mermaban considerablemente los ingresos del monasterio. Aquel conjunto de circunstancias negativas para las arcas de la abadía, provocaron la denuncia eclesiástica y la orden papal de excomunión. Si negativo era no aceptar el control de la Iglesia, más lo era todavía afectar negativamente a sus finanzas.
El Monasterio de Veruela, más fortaleza defensiva que lugar de culto en su apariencia exterior, decidió realizar en 1511 una maldición oficial sobre el municipio de Trasmoz y todos sus habitantes, en la que participaron todos los monjes del monasterio, capitaneados por el Abad. A la entrada del pueblo se instaló una cruz cubierta con un velo negro y alrededor de la misma todos los monjes llevaron a cabo la lectura del salmo 108 del Libro de los Salmos. "Sálvanos con tu poder, respóndenos, para que se pongan a salvo tus predilectos". (108:7) "Danos tu ayuda contra el adversario porque es inútil el auxilio de los hombres". (108:13) "Con Dios alcanzaremos la victoria y él aplastará a nuestros enemigos". (108:14)
Para normalizar la situación, tras el nacimiento de la niña, el que sería nombrado veinte años después papa de la Iglesia Católica, casó a su amante con Bernardini de Cuspis, mayordomo del cardenal Girolamo Basso della Rovere, primo del "paternal" Julio II.
Justamente por su escaso tamaño y recondidez, cientos de pueblos de la época han desaparecido de la faz de la tierra pero, con poco más de 70 habitantes, Trasmoz sigue allí impertérrito esperando que se levante una maldición que por el contrario lo ha hecho indestructible. Nada afecta al día a día del municipio y en él se celebran toda clase de actos religiosos. Más bien al contrario, la historia de su maldición eclesiástica y de las brujerías llevadas a cabo entre los muros de su castillo, llevan allí cada año a miles de turistas que representan interesante pilar económico para los vecinos. El pueblo tiene un "Museo de la Brujería" y cada verano celebra fiestas al respecto. La magia y las plantas medicinales se dan cita cada mes de Agosto para revivir el pasado del "maldito" Trasmoz.
RAFAEL FABREGAT
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