Cuando una persona conocida nos dice algo, el cerebro descifra su voz y la coteja con los datos que tiene almacenados. Y lo mismo sucede cuando al reconocerla nos giramos para atender su llamada. Durante milisegundos el cerebro procesa sonidos e imágenes comparándolas con la multitud de datos que tiene almacenados, al objeto de distinguirlas entre toda la información disponible. Son pues nuestras neuronas y no nosotros quienes computerizan toda la información y quienes nos indican la respuesta que debemos dar. Nada somos hasta que ellas nos dicen cual es la respuesta adecuada. Es entonces cuando el indivíduo, ya con todos los datos procesados, da respuesta (positiva o negativa) a la llamada recibida. Es pues en ese momento y no antes, cuando uno sabe quien le llama y qué le dice el individuo que tiene delante.
Pero el asunto va mucho más allá. Las neuronas siguen recopilando datos que permiten disponer de toda la información que hay almacenada sobre este indivíduo y te permiten exponerle datos basados en una conversación anterior... En el mundo no hay ordenador tan potente como el cerebro de un individuo sano y bien adiestrado. ¿Qué sería de nosotros si nuestras neuronas no nos proporcionaran toda esa información?. Poco menos que nada. Sin embargo el poder de decisión no es algo con lo que se nazca o que se pueda aprender, sino un conjunto de ambas cosas. Al poder de decisión solemos llamarlo inteligencia y ésta no puede existir sin una buena base, con la que se nace, ni tampoco sin el conocimiento que se adquiere después.
Poco podemos hacer si nacemos inteligentes y nadie nos enseña los conocimientos suficientes para poder desarrollar esa inteligencia, pero tampoco podemos hacer nada si no teniendo inteligencia pretendemos aprender. Una cosa sin la otra no funciona plenamente y está condenada a la mediocridad. Inteligencia es igual a capacidad para elegir entre diferentes opciones, pero el conocimiento de esas opciones se adquiere con el estudio. El Alzheimer es la pérdida de la memoria, la pérdida de los circuitos cerebrales de la memoria. En ese estado el individuo tiene la capacidad de ver lo que se le muestra y la de escuchar lo que se le dice, pero las neuronas no tienen capacidad para cotejar esa información y por lo tanto no pueden reconocerla. Si falla la memoria falla todo.
Cualquier cosa que hagamos, por insignificante que sea, obedece a una decisión tomada por nuestras neuronas. Algunas veces sin que el propio individuo llegue a planteárselo. Cuando uno está nervioso y repiquetea los dedos sobre la mesa, parece un acto premeditado pero no lo es. Se trata de un movimiento reflejo, prácticamente inconsciente, que tiene el organismo para aliviar la tensión del momento, provocado sin duda por esas neuronas que intentan aligerar nuestro nerviosismo. Llegados a este punto es obligado preguntarse quienes somos y quien es en realidad el que toma nuestras decisiones. Pues bien. Indudablemente somos nosotros, pero no del todo puesto que ellas dependen de aquella capacidad con la que nacimos y de la educación y enseñanzas recibidas después.
Esa "intuición" con la que actúa un deportista, decidiendo en milisegundos la correcta forma de controlar una bola o una pelota es justamente el compendio, la unión, de la inteligencia nacida y adquirida, sumadas al necesario entrenamiento que las hace posibles. En el caso de los animales éstos no tienen el poder de modificar las cosas, como en el caso de los humanos, pero también nacen con un instinto de supervivencia y con una mayor o menor inteligencia que les permite aprender la conveniencia de determinadas decisiones para, si el físico lo permite, convertirse en jefes de su manada o escapar de un peligro inminente. En el caso de los humanos, la capacidad intelectual hace que seamos capaces de variar las condiciones de aquel cuerpo con el que nacimos y eso es lo que nos hace una especie diferente.
RAFAEL FABREGAT
No hay comentarios:
Publicar un comentario