En primer lugar quien escribe debe aclarar que, aunque no es en absoluto republicano, tampoco es defensor ni mucho menos de la monarquía. Demasiadas veces tengo dicho que lo de las monarquías es algo obsoleto y un gasto innecesario que se podría muy bien dedicar a cosas más importantes. Sin embargo, son tantos los gastos que deberían eliminarse (y tan gravosos) que uno más, económicamente, ni siquiera se nota. A pesar de no ser un defensor de la monarquía, debemos reconocer que, a nivel institucional y mundial, ésta tiene un peso que tampoco debemos despreciar y es en esos momentos cuando esa institución justifica y muy bien el sueldo que cobra.
Si yo, en lugar de ser un don nadie, fuera consejero del rey, las disculpas que éste ha pedido a su salida del hospital con respecto a su viaje de cacería a Botswana, no se las hubiera aconsejado. ¡Cuan baja está la confianza de esa monarquía y que lamentable su disculpa, prometiendo -cual niño malo- que no volverá a suceder...!
Los españoles no somos tontos y sabemos perfectamente que, al margen de lo que personalmente le pueda gustar o no la cacería de elefantes o de perdices (porque todos los animales tienen el mismo derecho a la vida) el rey tiene invitaciones y compromisos que, de forma más o menos directa, fomentan las relaciones comerciales del país y por lo tanto el interés de todos los españoles.
el rey, cuando lleva a cabo una cacería, una comida, o un viaje de negocios que los malintecionados solo ven desde la perspectiva del disfrute personal, está trabajando por y para el país y eso lo sabe perfectamente hasta el republicano más contrario a la figura monárquica. Lo que ocurre es que, en este país de pandereta y de ideólogos que no buscan más que el propio beneficio, hay que justificar el sueldo que se cobra a cambio de tirar pedradas sin ton ni son, al solo efecto de que los demás vean que estás cumpliendo tu función. Mucho más cuando esa función, en absoluto productiva, se basa únicamente en desprestigiar a los demás, se trate de instituciones o partidos contrarios a esa corriente ideológica por la que estás cobrando un sueldo.
El rey tiene que estar muy por encima de las opiniones contrarias de cuatro desalmados, incapaces de comprender el interés que puede tener la institución para todos los españoles. Que nadie dude que aquellos cuyo trabajo es el de tirar pedradas a todo, no están faltos de inteligencia. Saben perfectamente hacia donde van, contra quien van y cuales son sus objetivos. ¡Quítate tú para ponerme yo!. Que nadie dude tampoco que dichos objetivos no suelen ser especialmente interesantes para el resto de los españoles, sino tan solo para ellos. Basta ya de comedias y que cada cual siga su camino que, entre las gentes de bien, tan solo es el del trabajo y bienestar común. Lo demás no interesa a nadie.
Ya para finalizar, reiterar una vez más que la figura de un rey débil no es la que España necesita y si el que tenemos está viejo y cansado, bien haría en dejarle las riendas a su hijo que, se supone, solo por el hecho de ser joven y con la preparación suficiente, podría sin duda devolver la fuerza y la vitalidad que la institución necesita. Puede, repito, que la monarquía esté obsoleta para los tiempos actuales y que represente un gasto por tanto innecesario, pero lo que si está claro es que, si la hay, debe ser fuerte y pasar por tanto de las opiniones de esos cuatro folloneros de turno, cuentistas que solo viven de lanzar piedras a los demás. Charlatanes improductivos que también viven de la palabra, como aquellos a los que quieren eliminar. Justicia toda, libertad también, pero cuentistas ninguno. Esos charlatanes son los zánganos que verdaderamente sobran en España...
RAFAEL FABREGAT
Si yo, en lugar de ser un don nadie, fuera consejero del rey, las disculpas que éste ha pedido a su salida del hospital con respecto a su viaje de cacería a Botswana, no se las hubiera aconsejado. ¡Cuan baja está la confianza de esa monarquía y que lamentable su disculpa, prometiendo -cual niño malo- que no volverá a suceder...!
Los españoles no somos tontos y sabemos perfectamente que, al margen de lo que personalmente le pueda gustar o no la cacería de elefantes o de perdices (porque todos los animales tienen el mismo derecho a la vida) el rey tiene invitaciones y compromisos que, de forma más o menos directa, fomentan las relaciones comerciales del país y por lo tanto el interés de todos los españoles.
el rey, cuando lleva a cabo una cacería, una comida, o un viaje de negocios que los malintecionados solo ven desde la perspectiva del disfrute personal, está trabajando por y para el país y eso lo sabe perfectamente hasta el republicano más contrario a la figura monárquica. Lo que ocurre es que, en este país de pandereta y de ideólogos que no buscan más que el propio beneficio, hay que justificar el sueldo que se cobra a cambio de tirar pedradas sin ton ni son, al solo efecto de que los demás vean que estás cumpliendo tu función. Mucho más cuando esa función, en absoluto productiva, se basa únicamente en desprestigiar a los demás, se trate de instituciones o partidos contrarios a esa corriente ideológica por la que estás cobrando un sueldo.
El rey tiene que estar muy por encima de las opiniones contrarias de cuatro desalmados, incapaces de comprender el interés que puede tener la institución para todos los españoles. Que nadie dude que aquellos cuyo trabajo es el de tirar pedradas a todo, no están faltos de inteligencia. Saben perfectamente hacia donde van, contra quien van y cuales son sus objetivos. ¡Quítate tú para ponerme yo!. Que nadie dude tampoco que dichos objetivos no suelen ser especialmente interesantes para el resto de los españoles, sino tan solo para ellos. Basta ya de comedias y que cada cual siga su camino que, entre las gentes de bien, tan solo es el del trabajo y bienestar común. Lo demás no interesa a nadie.
Ya para finalizar, reiterar una vez más que la figura de un rey débil no es la que España necesita y si el que tenemos está viejo y cansado, bien haría en dejarle las riendas a su hijo que, se supone, solo por el hecho de ser joven y con la preparación suficiente, podría sin duda devolver la fuerza y la vitalidad que la institución necesita. Puede, repito, que la monarquía esté obsoleta para los tiempos actuales y que represente un gasto por tanto innecesario, pero lo que si está claro es que, si la hay, debe ser fuerte y pasar por tanto de las opiniones de esos cuatro folloneros de turno, cuentistas que solo viven de lanzar piedras a los demás. Charlatanes improductivos que también viven de la palabra, como aquellos a los que quieren eliminar. Justicia toda, libertad también, pero cuentistas ninguno. Esos charlatanes son los zánganos que verdaderamente sobran en España...
RAFAEL FABREGAT