Alepo, con vestigios del 3.000 a.C. es el gigante de piedra que se disputa con Damasco el ser la ciudad más antigua del mundo. Dominando un cerro en forma de cono, allanado por la mano del hombre y convertido en una suave pendiente empedrada, la ciudadela de Alepo es seguramente la más impresionante de todo el Oriente Próximo. No es fácil describir toda la historia y la grandeza que se reune entre los muros de una sola ciudad. Arriba, coronando el cerro, la primitiva ciudad amurallada. Un impresionante y profundo foso rodea sus históricos muros, moles que solo puede ser salvadas a través de un largo puente construido sobre resistentes arcos. Desde el exterior el viajero toma clara conciencia del por qué los cruzados fracasaron repetidamente en sus intentos de conquistar la ciudad.
También fuera de esos muros sigue la historia y la grandiosidad de la que dice ser primera ciudad construida en el planeta, en punto estratégico a mitad de la ruta comercial que une el Eúfrates con el Medieterráneo.
Aunque Alepo estaba ya en el mismo lugar desde muchísimos siglos atrás, son los Hiitas quienes nos dan su primera noticia de ello hacia el 1.800 a.C. Posteriormente son los Amoritas quienes establecen en Alepo su capital (1.600 a.C.) para posteriormente volver a ser dominada la zona por los Hiitas. Después Asirios, más tarde Persas... A pesar de su afán batallador, o quizás justamente por eso, ya se sabe lo frágiles que eran antiguamente los dominios territoriales. En el 333 a.C. la conquistaron los Griegos, en el 64 a.C. pasó a formar parte del Imperio Romano y después del Bizantino. La dominaron los Arabes en el 637 y en el 1.098 la asediaron los Cruzados, aunque sin conquistarla. Saladino, Mongoles, Imperio Otomano... Finalmente pasó a Turquía a la recuperación de Antioquía (1.938). En 100 volúmenes no cabe la historia de tan antigua ciudad.
Siete puertas dan entrada franca a comerciantes y viajeros, que buscan entre sus paredes cobijo y forma de ganarse el sustento desde milenios. Hoy, además, están los ávidos buscadores de aventura imaginaria. Los llamados turistas culturales, gentes capaces de cerrar los ojos y ver deambular por las estrechas callejuelas a las gentes creadoras de tan bellos e históricos espacios. Sin la imaginación, ningún viaje de estas características merecería la pena. Ver el decorado no es suficiente. Al curioso de la Historia, le hacen falta también los personajes que sitúa de forma imaginaria en su contexto original. Cuando una persona es incapaz de situar en su mente la presencia de aquellas gentes, entre los muros o ruinas que está visitando, difícilmente puede desarrollar y comprender el interés que para otros despierta la visión de aquello que desde su punto de vista no son más que simples piedras, más o menos labradas. Una simple pared de piedra seca, separadora de bancales en terraza, es suficiente para hacer pensar en aquel sufrido labrador que con gran esfuerzo por su parte lucharía por añadir unos metros cuadrados a su propiedad, con los que alimentar algo mejor a su familia.
La ántigua ciudadela de Alepo está actualmente en restauración y solo es posible visitarla por cuenta y riesgo del viajero. Sirios y alemanes están trabajando a marchas forzadas para convertir tan histórico lugar en uno de los destinos culturales más importantes de Oriente Medio. Mezquitas y frescos patios rodeados de pinos centenarios, junto a baños y galerías donde, desde miles de años atrás, se ha disfrutado de una seguridad que escasas fortalezas podían ofrecer. Y allí también, como no, el palacio del Sultán y su sala del trono, sus baños privados, todo decorado con lujosos candelabros y maravillosos mosaicos que quedan salvaguardados por impresionantes rejas que miran al horizonte.
Muchas son las puertas (7) de la ciudadela -cuando ya estás dentro- pero una sola por la que se puede entrar. No en vano fueron tantos los ejércitos rechazados. De todas formas, por si en el último instante algo pudiera fallar, no falta tampoco un salida subterránea secreta, por la que se desciente el cerro y cuya boca de salida está camuflada entre riscos a considerable distancia, tras el posible enemigo.
Aquellas primitivas gentes no tenían los adelantos técnicos de hoy, pero si tenían igual o superior sabiduría, la que se adquiere con el peligro permanente frente a la puerta de tu casa...
RAFAEL FABREGAT
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