Hace ya muchas décadas, siendo yo muy joven, pensé por vez primera que el hecho de que los árboles y las plantas carezcan de voz y no se quejen de nuestras fechorías, no quiere decir -ni mucho menos- que no sufran cuando le cortas una rama a un árbol ni que se sientan morir cuando les cortas por el tronco para hacer leña con la que calentarte.
El agricultor, para aumentar su cosecha o para facilitar la recogida de la misma, poda los árboles aligerando las ramas gruesas y viejas y favoreciendo el crecimiento de ramas jóvenes, más productivas y más bajas a las que acceder mejor a la hora de recoger los frutos pero, ¿es eso lo que el árbol quiere?. Yo no he sabido de nadie -los habrá sin duda- que tenga lástima de un árbol al cortarlo, viéndolo como un ser vivo. Menos aún de una col o una lechuga, que ya se ha plantado justamente para comerla. Sin embargo somos muchos quienes no tenemos coraje de matar un conejo o un pollo para hacer la paella del domingo. Estoy de acuerdo en que somos bastante hipócritas, puesto que bien que nos comemos las tajadas que nos ponen en el plato, pero eso de matar al animal... ¡es otro asunto!.
En mi etapa como fabricante de escobas y más concretamente en lo referente a la variedad llamada Francesas de Mijo, que se confeccionaban con la paja de esta planta, uno de los trabajos era eliminar de las espigas una pequeña cantidad de grano que éstas siempre llevaban.
Del mismo modo me pregunto yo, qué sensibilidad es la del vegetariano si también las plantas que consumen estas personas tiene una vida y sin duda un disfrute cuando agua y alimento no les falta.
Hace ya un montón de tiempo, vi un programa de Eduard Punset en la televisión que hablaba de las plantas, de su posible inteligencia y de (esto lo digo yo) su indefensión ante lo inevitable. Me llamó la atención porque daba luz verde a mis inquietudes de siempre, en relación con las plantas.
El agricultor, para aumentar su cosecha o para facilitar la recogida de la misma, poda los árboles aligerando las ramas gruesas y viejas y favoreciendo el crecimiento de ramas jóvenes, más productivas y más bajas a las que acceder mejor a la hora de recoger los frutos pero, ¿es eso lo que el árbol quiere?. Yo no he sabido de nadie -los habrá sin duda- que tenga lástima de un árbol al cortarlo, viéndolo como un ser vivo. Menos aún de una col o una lechuga, que ya se ha plantado justamente para comerla. Sin embargo somos muchos quienes no tenemos coraje de matar un conejo o un pollo para hacer la paella del domingo. Estoy de acuerdo en que somos bastante hipócritas, puesto que bien que nos comemos las tajadas que nos ponen en el plato, pero eso de matar al animal... ¡es otro asunto!.
En mi etapa como fabricante de escobas y más concretamente en lo referente a la variedad llamada Francesas de Mijo, que se confeccionaban con la paja de esta planta, uno de los trabajos era eliminar de las espigas una pequeña cantidad de grano que éstas siempre llevaban.
Cada semana les dábamos a los vecinos ese grano para sus animales y ellos, amables y agradecidos, nos daban de vez en cuando algún conejo.
El primer presente de estas características se nos entregó vivo y aunque en principio lo agradecimos sin más, minutos más tarde fuimos a hablar con el vecino para que nos lo matara. Huelga decir que a partir de ese momento el "regalo" había ya pasado a mejor vida bastante antes de llegar a nuestras manos. Una hipocresía en toda regla, pero así son las cosas y así las cuento.
Volviendo al tema de las plantas y a su posible inteligencia, algo que ha llamado siempre mi atención ha sido el hecho de que ellas saben perfectamente donde está el agua, aunque ésta no esté en contacto con la tierra. ¿No es esto una prueba fehaciente de su inteligencia?.
Mi padre, por mucho que tuviera su negocio de confección de escobas, siempre fue también agricultor y personalmente se construía las pequeñas casetas de campo que jalonaban muchas de sus escasas propiedades. En todas ellas había su pequeña cisterna, siempre ubicada sobre roca y convenientemente aislada de los bancales mediante paredes de hormigón y mampostería. Pues bien. En todas ellas se metían las raíces de los árboles cercanos y, algunas veces, incluso de los lejanos. Los árboles dirigen sus raíces allá donde está el agua y raras veces se puede calificar el hecho de un hallazgo casual. Todos sabemos que de casual no tiene nada. El árbol puede estar allí desde tiempo inmemorial y tú puedes construir la cisterna donde quieras pero, allí donde la ubiques irán más tarde o más temprano sus raíces.
Está claro que las plantas no tienen cerebro y ni una sola neurona pero también lo está que, en lo poco que pueden decidir, las plantas deciden. De hecho, en más de una ocasión, las plantas se defienden de sus depredadores e incluso engañan a sus presas. Valga el caso de las plantas carnívoras. El hecho de que las plantas no se muevan, ni se comuniquen con nosotros, hace que nos olvidemos de ellas y no pensemos que son seres vivos y más o menos inteligentes. Está demostrado que también ellas tienen su "corazoncito".
Según el Antiguo Testamento Dios le dijo a Noé, al advertirle de la proximidad del Diluvio Universal, que subieran a su barca una pareja de todas y cada una de "las criaturas que puedan moverse". Parece ser que ya el mismo Dios, o quienes pusieron en su boca cuanto quisieron, se olvidaron de las plantas...
Sin embargo todos hemos visto en algún documental cómo una planta carnívora atrapa y devora un insecto o una babosa. La planta no puede moverse del sitio donde ha nacido, pero sabe qué hacer para atraer a los insectos con los que se alimenta...(!) En la actualidad ha quedado demostrado que, aunque baja, las plantas tienen inteligencia. Incluso también las plantas se mueven, pero a una escala distinta y siempre como forma de subsistencia, es decir: en busca de agua o alimento. Los estudiosos de hoy han descubierto lo que ya cualquier agricultor curioso, sin tener estudio alguno, vio muchos siglos atrás.
Volviendo al tema de las plantas y a su posible inteligencia, algo que ha llamado siempre mi atención ha sido el hecho de que ellas saben perfectamente donde está el agua, aunque ésta no esté en contacto con la tierra. ¿No es esto una prueba fehaciente de su inteligencia?.
Mi padre, por mucho que tuviera su negocio de confección de escobas, siempre fue también agricultor y personalmente se construía las pequeñas casetas de campo que jalonaban muchas de sus escasas propiedades. En todas ellas había su pequeña cisterna, siempre ubicada sobre roca y convenientemente aislada de los bancales mediante paredes de hormigón y mampostería. Pues bien. En todas ellas se metían las raíces de los árboles cercanos y, algunas veces, incluso de los lejanos. Los árboles dirigen sus raíces allá donde está el agua y raras veces se puede calificar el hecho de un hallazgo casual. Todos sabemos que de casual no tiene nada. El árbol puede estar allí desde tiempo inmemorial y tú puedes construir la cisterna donde quieras pero, allí donde la ubiques irán más tarde o más temprano sus raíces.
Está claro que las plantas no tienen cerebro y ni una sola neurona pero también lo está que, en lo poco que pueden decidir, las plantas deciden. De hecho, en más de una ocasión, las plantas se defienden de sus depredadores e incluso engañan a sus presas. Valga el caso de las plantas carnívoras. El hecho de que las plantas no se muevan, ni se comuniquen con nosotros, hace que nos olvidemos de ellas y no pensemos que son seres vivos y más o menos inteligentes. Está demostrado que también ellas tienen su "corazoncito".
Según el Antiguo Testamento Dios le dijo a Noé, al advertirle de la proximidad del Diluvio Universal, que subieran a su barca una pareja de todas y cada una de "las criaturas que puedan moverse". Parece ser que ya el mismo Dios, o quienes pusieron en su boca cuanto quisieron, se olvidaron de las plantas...
Sin embargo todos hemos visto en algún documental cómo una planta carnívora atrapa y devora un insecto o una babosa. La planta no puede moverse del sitio donde ha nacido, pero sabe qué hacer para atraer a los insectos con los que se alimenta...(!) En la actualidad ha quedado demostrado que, aunque baja, las plantas tienen inteligencia. Incluso también las plantas se mueven, pero a una escala distinta y siempre como forma de subsistencia, es decir: en busca de agua o alimento. Los estudiosos de hoy han descubierto lo que ya cualquier agricultor curioso, sin tener estudio alguno, vio muchos siglos atrás.
Las plantas tienen en la punta de sus raíces una zona que tiene una determinada cantidad de células, algo que -para ellas- hace las veces de cerebro.
Naturalmente no es un sistema neuronal, pero su forma de comportarse es la misma puesto que tienen la capacidad de obtener información del entorno.
Esta realidad, que no una teoría, explica de un plumazo mis inquietudes sobre la capacidad de las plantas para, cuando tienen sed, dirigirse sin equívoco posible allí donde saben que hay agua.
Se ha descubierto asimismo que las plantas tienen incluso más sensibilidad que los diferentes animales que poblamos la tierra, llegando a detectar más de quince parámetros físicos y químicos, cosa que los animales no podemos hacer.
También se sabe actualmente que las plantan se comunican entre sí para advertirse de los problemas del entorno.
Naturalmente no hablan, pero lo hacen a través de moléculas químicas volátiles que van de unas plantas a otras.
Naturalmente no hablan, pero lo hacen a través de moléculas químicas volátiles que van de unas plantas a otras.
Cuando un determinado insecto ataca sus hojas (por ejemplo) puede cesar en su crecimiento y endurecer sus hojas para que no sean digeribles por el atacante. Incluso pueden hacer que sus hojas sean tóxicas.
En una etapa de sequía extrema, una zona relativamente pequeña de acacias de un país africano, sufrió la concentración de gran cantidad de antílopes que determinó una depredación de las plantas muy superior a lo habitual.
En una etapa de sequía extrema, una zona relativamente pequeña de acacias de un país africano, sufrió la concentración de gran cantidad de antílopes que determinó una depredación de las plantas muy superior a lo habitual.
Las acacias se defendieron aumentando su concentración de taninos, de tal modo que muchos de los antílopes (se cree que más de 10.000 ejemplares) acabaron muriendo.
Muchas plantas, como la mimosa y muchos tipos de margaritas, cuando llega la noche cierran sus hojas o sus flores y duermen. De hecho lo hacen muchas plantas, sin contar en que la mayoría de los árboles se aletargan cuando llega el invierno, dejando caer sus hojas para mejor resistir las bajas temperaturas.(!)
¿No es la naturaleza, sabia y maravillosa...?
RAFAEL FABREGAT
Muchas plantas, como la mimosa y muchos tipos de margaritas, cuando llega la noche cierran sus hojas o sus flores y duermen. De hecho lo hacen muchas plantas, sin contar en que la mayoría de los árboles se aletargan cuando llega el invierno, dejando caer sus hojas para mejor resistir las bajas temperaturas.(!)
¿No es la naturaleza, sabia y maravillosa...?
RAFAEL FABREGAT
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