Su poder central se ubicaba en lo que hoy llamamos el Oriente Próximo pero el imperio llegó a ser el segundo más grande de la antigüedad, detrás del que alcanzó Alejandro Magno.
Al morir Alejandro sin un descendiente adulto, varios generales se enfrentaron al regente al que asesinaron. Justamente había sido su comandante Seleuco Nicátor quien dirigió la rebelión que condujo a una partición del imperio en el 320 a.C. y en la que reservaría para sí Babilonia y toda la parte oriental del Imperio de Alejandro.
La ambición de Seleuco no tenía límites y llegó hasta la India. Allí se enfrentaría con el fundador del Imperio Maruya. Chandagrupta formó para la batalla 600.000 hombres y 9.000 elefantes de guerra. Seleuco no lo vio claro, aunque tampoco al jefe de los maruyas le convenía tal enfrentamiento. Finalmente firmaron un Tratado de Paz, por el cual Seleuco le cedía las tierras del Indo a cambio de 500 elefantes y complementado ello con una alianza matrimonial al cederle una de sus princesas.
Debido a su enorme extensión, Seleuco no podía asegurar el control de sus dominios. Territorios como Gedrosia y Aracosia se perdieron con los años. Sería muy prolijo enumerar todos los reyes que le sucedieron y los múltiples avatares del Imperio Seleúcida, hasta llegar al año 63 a.C. cuando los romanos borraron de la faz de la tierra al último miembro de esta raza de formidables guerreros.
Hacia el año 100 a.C., el antaño gran Imperio seleúcida, apenas dominaba Antioquía y algunas ciudades sirias.
El año 83 a.C. el rey de Armenia Tigranes II el Grande invadió Siria y prácticamente hizo desaparecer a los seleúcidas, pero el año 69 a.C. el general romano Lúculo derrotó a Tigranes y el reino seleúcida fue restaurado. Sin embargo las disputas internas por el poder provocaron una guerra civil y en el 63 a.C. los romanos, alarmados por la inestabilidad de la zona, decidieron acabar con el problema convirtiendo Siria en una provincia romana. Ante las dificultades para defender la zona, el año 117 de nuestra Era, Trajano la incendió completamente, renunciando a ella Adriano un año después. Ante la marcha de los romanos, poco a poco la ciudad fue reconstruida al estilo Parto pero cuarenta y siete años después (164 d.C.) los ejércitos romanos la destruyeron nuevamente. Hacia el año 228 d.C. el rey persa Ardacher I ocupó el territorio y reconstruyó la ciudad de Seleucia y la llamó Veh-Ardashir.
Seleucia, junto a Ctesifonte que es la denominación de la creada en el año 140 a.C. por Ctesifón I, son ruinas bajo la arena apenas visibles.
RAFAEL FABREGAT
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