Esto no lo digo yo, lo dice José María Barreda, socialista y presidente de la comunidad Castilla-La Mancha. Si tuviera que decirlo yo diría que, muchas veces, ocho años son demasiados. Con una legislatura, sobra tiempo para arruinar un país, pero con dos no es siempre suficiente para sacarlo del atolladero.
Por muy difícil de creer que les parezca a más de cuatro, quien dice esto es apolítico. Hace muchos años que dejé de creer en nada y aunque, naturalmente tenga mis preferencias, las tengo por las ideas y por los hechos, pero nunca por los partidos y mucho menos por los personajes. Soy escéptico, no tengo fe ciega en nada ni en nadie. Creo en los resultados y los de quien actualmente ostenta el poder, desde mi punto de vista son nefastos, como nefastos fueron en décadas anteriores los de quien parece ser que pretende heredarlo. Mucho me temo que el remedio sea peor que la enfermedad. Hoy, como ayer, el afán de poder ciega las mentes.
Tal como Barreda le insinúa a Zapatero, ocho años son tiempo sobrado para cumplir un programa y para dejar clara la valía o la ineptitud de un mandatario. De todas formas, lo inmediato son Ayuntamientos y Comunidades. Cuando llegue el momento de las Legislativas, ya hablaremos. El caso es que dentro de todos los partidos y del Socialista también, hay gente de gran valía que, por culpa de la dirección del partido, perderá la oportunidad de dirigir un ayuntamiento o una comunidad autónoma. Lo de pagar justos por pecadores, es un hecho irrefutable y muy injusto además. Todos tenemos clarísimo que Zapatero no se va a presentar a las siguientes elecciones, tan ciego no está y su economía familiar ya la tiene resuelta, pero de momento perjudicará y mucho a posibles "camaradas", candidatos de las Autonómicas. En fin, veremos qué pasa. De momento el noviazgo con Cataluña sigue, mientras otras regiones no saben por donde tirar...
Está claro que la euforia inicial de estar unos meses en el paro, cobrando lo mismo que trabajando, ha concluido en una desesperación generalizada. Acabó la prestación por desempleo y la protección social de 426 €, sin que el problema se haya resuelto. Quedan los llantos, el miedo a un futuro incierto. El país en la bancarrota, por lo mucho gastado y lo poco ingresado. Y ahora, ¿qué?. Pues, nada. Ahora se han inventado otra nueva paga de 400 € y la rueda sigue girando. No pueden parar; este año son las autonómicas, el próximo serán las Legislativas... ¡y lo importante es mantenerse en el sillón...!
De todas formas, ¿donde han quedado las risas del ufano de turno, que despreciaba los trabajos que se le ofrecían?. Miles de viviendas embargadas, vendidas al mejor postor a menos de la mitad del precio que costaron. Familias en la miseria más absoluta, perdida su casa y alimentándose de la caridad ajena. Miles de personas deambulando por los polígonos industriales, mendigando un trabajo cualquiera al precio que quieran pagarle. ¿Quien pensaba, apenas dos años atrás, que esto pudiera ocurrir?.
Naturalmente Zapatero no tiene toda la culpa de esta situación, pero es uno más de quienes han contribuido a crearla y sin duda ninguna, el que tan poco ha hecho por minimizarla. Las cosas son como son. La gallina de los huevos de oro era una utopía, solo posible en nuestras mentes enfermizas. Tal ave no existe, como no existe el bienestar general. La riqueza, solo es posible cuando convive con la pobreza. Aunque para algunas mentes sea difícil de comprender y mucho más de digerir, un mundo de ricos sería sencillamente inviable. ¿Quien daría las órdenes y quien las acataría?. El mundo ideal es la situación intermedia, pero nadie la quiere. Todos queremos más. Estos últimos años, anteriores al conflicto económico que estamos atravesando, la situación ya empezaba a complicarse. Cuando, necesitando a un empleado, preguntabas a determinada persona si podía ayudarte, la primera pregunta era cuanto iba a ganar y la segunda cual era el trabajo a desempeñar. Que ambas cosas fueran del agrado del candidato, era bastante improbable. Era un síntoma de que los buitres sobrevolaban nuestras cabezas.
Aunque no lo hagan por nosotros, sino por su propia satisfacción e interés, hay que reconocer la valentía de quienes se prestan voluntariamente a gobernar. ¡Cuantas deben ser las satisfacciones (que ignoramos) para que tantos candidatos se presten a ello! En fin, allá ellos. Para todos aquellos que solo hemos conocido el trabajo y el afán de progreso que éste da, si la salud acompaña, el tema del poder nos resbala. No es nuestro mundo ni son nuestras pretensiones. Solo hay una vida y para vivirla no hace falta tanto. Es una cuestión de metas, claro está, de objetivos. Pero la niñez, la juventud y la vejez se comen 40 años largos de nuestra vida. ¿Merece la pena la lucha por el poder, una lucha plagada de desagradables enfrentamientos dialécticos y hasta personales, cuando no encarnizadas luchas a muerte en las que la propia vida carece de valor?. Personalmente creo que no, pero todos somos necesarios. Sin esos canallas cuyo único objetivo es ser los pastores del rebaño... ¿Qué sería de nosotros?
RAFAEL FABREGAT
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