Después de contactar telefónicamente con nuestro modesto taller y teniendo en cuenta la gran distancia que nos separaba, convenimos cita en localidad intermedia para conocernos personalmente y llevarle las muestras que necesitaba...
Estoy hablando de un antiguo cliente, un tal José Antonio, comerciante de la localidad de Antzuola en la provincia de Guipúzcoa.
La cita fue una mañana de primavera, en una cafetería de Tudela, próxima al hotel donde yo pernoctaba en viaje a Pamplona, para otro tipo de asuntos. El posible cliente acudió puntual a la cita y visto el material y precios en oferta quedó interesado en hacer una primera compra que allí mismo se acordó.
La entrega, quince días después, sería directa con nuestros propios medios de reparto y en cantidad de viaje completo, a fin de compensar la distancia a realizar.
Preparado el material fui yo mismo a realizar la entrega, con el fin de explorar el terreno y realizar el cobro que, en esta primera ocasión, sería al contado y en metálico.
Para que no me resultara pesado, había salido de Cabanes a media tarde y subido por Morella y Alcañíz, pernoctando en La Puebla de Hijar. Cena y alojamiento y a las seis de la mañana siguiente salía del hotel en dirección Zaragoza y Pamplona. La ruta era conocida y no tenía por qué preocuparme, al menos hasta Tudela donde hay un cambio de Autopista.
Sin embargo, en las inmediaciones de Tudela, disfrutando del paisaje me despisté y sin darme cuenta pasé de largo el desvío que lleva a Pamplona.
De pronto allá en la lejanía vi una gran ciudad que desconocía y quedé extrañado.
Mis dudas se aclararon de inmediato puesto que un cartel me indicaba que la ciudad era Calahorra.
- Pero... ¿Donde estoy? -me pregunté a mí mismo.
Paré de inmediato en el arcén y saqué el mapa de carreteras.
- Veamos. ¡Vaya, voy en dirección Logroño...! Me había pasado casi 30 Km. así que no podía volver atrás pues serían 60 para volver a empezar...
Estudiado el mapa, veo que hay una comarcal (NA-122) que me lleva de Calahorra a Estella, en lo que parece ser una carretera bastante recta y sin problemas.
- Yo no tiro atrás... Veamos qué pasa. -me digo enfilando la citada comarcal.
Una hora más tarde me encontraba en Estella, lugar en el que poco tiempo atrás la ETA había matado al joven concejal Miguel Angel Blanco. Estas cosas, casi habituales para la gente del País Vasco, a mí me tenían un poco acojonado.
La NA-120 es la que corresponde tomar para acercarme a mi destino, pero todos los pueblos por los que paso me suenan a territorio peligroso: Lizárraga, Alsásua, Beasaín, Zumárraga...
- Cojones, por aquí aún me pegarán un tiro -pensé para mis adentros.
Naturalmente la zona por la que transcurría era el corazón mismo de la conocida banda armada pero... ¿qué tenía que ver yo con ellos y ellos conmigo?. La mañana avanzaba plácida y el paisaje, deslumbrante por el inmenso y claro verdor de los prados, me tenía embelesado.
El camioncillo, cargado hasta los topes, transcurría alegre por aquellas húmedas carreteras, por entre grandes caseríos y campos salpicados con pequeños rebaños de vacas y ovejas. Al llegar a Zumárraga veo ya carteles anunciándome la proximidad de mi destino. La gente, amable pero seca. No tienen la cordial expresividad de las gentes mediterráneas. Son amables pero fríos, van a lo suyo. Lógicamente esto cambiará sin duda con la gente que conocen, pero al forastero le deja un poco descolocado.
A la llegada a la pequeña localidad de Antzuola, el cliente ya me esperaba junto a la misma carretera y siguiendo sus indicaciones llegamos a su pequeño almacén, lugar donde se había de realizar la descarga. Sin contratiempo alguno se descargó el material, que fue de su total conformidad y me pagó la factura correspondiente, pasándome un nuevo pedido para entrega a medio plazo.
Me despedí y siguiendo sus consejos no volví por donde vine si no que, llegando a Beasaín, continué en dirección a San Sebastián y tras pasar Tolosa tomar la A-15 que lleva directo a Pamplona. Con todo el viaje de regreso por autopista, al menos hasta Zaragoza, los kilómetros se hacían a velocidad meteórica. Desde allí tampoco regresé por Alcañiz y Morella, que es por donde había venido, si no que tomé dirección Teruel-Sagunto por la antigua N-330 que actualmente es también autovía, llegando al atardecer a Cabanes.
Nueva experiencia y nuevos paisajes ocupaban mi mente, deseando ser trasladados a mi familia por medio de la palabra.
Fueron algunos más los pedidos del citado cliente pero, por una u otra causa, nunca pude ir con mi mujer a mostrarle aquellos idílicos paisajes.
Intentando compensar la deuda pendiente, este año, veinte después de aquella primera aventura, es mi intención llevarla a visitar aquellos lugares, San Sebastián y todo el País Vasco en general.
- De este año... ¡No pasa! -me dije.
Y no pasó, desde luego que no. Lo que mi mujer no sabía (fue una sorpresa) es que cuando salimos de Cabanes yo ya llevaba hecha la reserva de comida y pernoctación en el Hotel de Karlos Arguiñano, personaje con el que charló y que amablemente le firmó el menú. El placer de la vida, son estas pequeñas cosas...
RAFAEL FABREGAT
En hora buena Rafael, muy ameno el relato de tu experiencia laboral y personal, muy bien narrado y documentado con estas fantásticas fotos de esta bonita zona, saludos desde Madrid
ResponderEliminarGracias Manuel. Como bien sabes la vida te lleva de aquí para allá, como cáscara de nuez mecida entre las olas. Gracias por tu lectura y recibe un fuerte abrazo.
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