9 de febrero de 2011

0266- ANTIGUAS FERRETERIAS DE CABANES.

Con unos 2.400 habitantes, el Cabanes de la posguerra no tenía capacidad de negocio para mantener un negocio específico de Ferretería. Sin embargo no había una, si no tres y de lo más variopinto y completo que uno pudiera imaginar. Eran tiendas de alimentación pero, como entonces solía ocurrir, en ellas se podía encontrar todo lo necesario para una casa y algo más si cabe. Estas tiendas, a las que yo denomino también ferreterías, eran por orden de antigüedad, la de "Les Danieles", la de "Les Vullgaues" y la de "La Llumera".
Hacia los años 70 abrió una pequeña ferretería el llamado José el Ferré, en la plaza de la Virgen del Buensuceso, que durante una década larga dio servicio a la población, cerrando a su jubilación. Hacia los 90 hizo lo propio Federico el Pardo, en un local anexo a su taller de aperos agrícolas de la calle Delegado Valera, que también cerró en un par de años. Hace un par de años abrió la Ferretería El Clauet, en la parte alta de la población y también con poco éxito, debido a su mala ubicación extramuros. En fin... ¿Tiempos pasados, a pesar de la miseria, eran mejores?. No, pero las necesidades eran menores...

TENDA DE LES DANIELES. C/. Obispo Gavaldá, 13-15
Aunque no tengo datos que lo justifiquen, considero más que probable que fuera ésta una de las tiendas de comestibles y ferretería más antiguas de las que yo he visto abiertas en la segunda mitad del siglo XX y con toda seguridad anterior a la Guerra Civil de 1.936. Para fijar una fecha aproximada, que para nada indica su apertura, cabe decir que mi padre (1907-1996) ya me comentaba que el "tío Daniel", padre de las hermanas que regentaban la tienda y apodadas "Les Danieles", ya tenía abierto el comercio en tiempos de Primo de Rivera. Siendo costumbre local en Cabanes la fabricación de escobas de palma, mi padre era uno de los muchos que se dedicaban a tal actividad (desde 1929) y tengo entendido que ya le compraba a este señor las tachuelas y el alambre para confeccionarlas, en una época en la que estos materiales eran muy escasos. Cualquier herramienta o artículo de carpintería y construcción, etc. podías encontrarlo en esta tienda.
Por si todo ello fuera poco, aún abrieron almacén de abonos en el hoy llamado carrer de la Fira, 12.
Se decía que el citado Daniel, fundador del citado comercio y una de las primeras fortunas locales, era también corresponsal de Banca. Con la implantación de la II República (1931-1936) los problemas se acrecentaron y la inestabilidad del país fue devaluando el valor de la peseta. Daniel, con información de primera mano por su corresponsalía, compró cuantas monedas de oro quisieron venderle los vecinos y guardaba además todas las pesetas y duros de plata que entraban en su tienda, además de las que la gente le confiaban para su ingreso en el Banco, sustituyéndolas por todo el papel moneda que tenía ahorrado. Perfectamente lícito, cualquiera en su lugar hubiera hecho lo mismo. La devaluación llegó al extremo de que la plata superaba el valor facial por lo que, el año 1.935, el Gobierno retiró de la circulación los duros y pesetas de plata y emitió billetes de hasta 50 céntimos. Para más inri, con el final de la guerra, el bando vencedor invalidó todos los billetes republicanos y la gente quedó sin dinero... ¡No Daniel claro, que lo tenía en metales nobles!.

LA TENDA DE LES VULLGAUES. C/. San Vicente, 29.
Aunque la tienda la llevaban las dos hermanas, la llamada Erondina era la que llevaba el peso del negocio. Con menos artículos de cerrajería que la anterior, también allí podías encontrar pequeña herramienta para el campo (azadas, tenazas, etc.) así como todo tipo de menaje, de todas las formas y tamaños, tanto en barro cocido como en metal (hierro, zinc, latón, etc.) y posteriormente el plástico. Con un fluorescente en la fachada de la marca Philips, quedaba claro que también podías adquirir repuesto para las bombillas que pudieras necesitar. Excelente oferta de artículos de mercería (agujas, hilos, corchetes, cremalleras, etc.) y todo lo relativo a papelería (sobres, cartas, libretas, plumas, etc.) además de una gran oferta de joyeros y cajas de música, amén de otros muchos artículos de regalo para el bolsillo más exigente. Naturalmente, todo en alimentación y muy especialmente, caramelos y artículos para niños y adolescentes. Era, sencillamente, una tienda todo-terreno. Algo muy común en aquellos tiempos en los que, en una misma tienda, podías comprar arroz, alpargatas, azadas y gaseosas.

LA TENDA DE LA LLUMERA. C/. San Antonio, 29.
No era una tienda muy frecuentada por mis mayores y por lo tanto no tengo en mi memoria la imagen de sus fundadores, a los que sin duda debería conocer. Me consta que todavía eran ellos quienes la regentaban a finales de la década de los 50, que es de la que escribo. De todas formas su hijo Laureano estaba en el negocio desde chaval y siendo sus padres mayores, prontamente cogió las riendas del negocio. Inteligente y sin las ataduras de sus padres, Laureano hizo destacar pronto la tienda que, aunque manteniendo el apartado principal de alimentación, ya empezó a incorporar gran oferta de menaje para el hogar, loza y cristal y hasta toda clase de joyería en oro de primera ley. En joyería, sus precios eran tan competitivos que llegó a decirse que trabajaba con artículos de contrabando que sacaba en la playa de La Ribera de Cabanes.
Su ambición y capacidad de trabajo no tenía límites. Se hizo empresario de espectáculos y explotaba el Teatro-cine Benavente y los cines de Benlloch y El Trinquet o cine de verano de Cabanes, así como una empresa de máquinas tragaperras, en sociedad con "Viçent de Roc". También servicio de alquiler para todo lo necesario para bodas y banquetes. (Sillas, mesas, menaje, etc.)
Curiosamente llegó a casarse con una empleada suya, la joven taquillera del cine de Benlloch que, dicho sea de paso, era la más guapa de toda la comarca.
Había otras tiendas con funcionamiento similar: Oviedo, Vázquez, Consuelo la Borrega, etc.), alguna de ellas (Vázquez) de gran solera y calidad, pero sin artículos de ferretería y no con el variopinto abanico de posibilidades de las anteriormente mencionadas.
Cada tienda trabajaba y bien, aquello en lo que se especializaba. Y bien que se les notaba a sus dueños, por cierto...

RAFAEL FABREGAT

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