Diez años después ya todo está superado, pero no fue fácil ni rápido. El 30 de Diciembre de 2.010 fue modificada la Ley anti-tabaco 28/ 2.005 por la que se regulaba la distribución y uso de los espacios de fumadores. Hasta entonces, los locales de menos de 100 m2. tenían que elegir la opción de fumadores o no fumadores y quienes superaban esta superficie debían de separar el espacio de los fumadores que en ningún caso había de superar el 30% del local, no estando permitida la entrada de menores en esa zona. El espacio para fumadores tenía que ser un espacio totalmente compartimentado y con sistema de ventilación independiente, amén de otras normas que no vienen al caso.
La modificación de 30 Diciembre 2.010, que impide fumar en todos los locales públicos cerrados, sea cual sea su superficie y uso, ha sido fruto de la incompetencia de bares y restaurantes que, aún en los casos de haber realizado obras de separación de espacios, han incumplido la normativa y han permitido fumar en las zonas habilitadas para no fumadores. Lo mismo ha ocurrido en hospitales y centros educativos, en los que sus profesionales consideraban medida suficiente el fumar en habitaciones de uso propio, pero cuyo humo circulaba libremente por los espacios comunes.
Con la nueva Ley llegaron las lamentaciones y quejas, por lo que los fumadores dicen ser imposiciones que coartan su libertad, pero esta normativa no hace otra cosa que proteger los intereses de quienes no tienen el porqué tragarse el humo de los demás. Me consta que con esta afirmación me estoy creando enemigos, pero creo sinceramente que es una realidad. Realmente no se prohibe a nadie que deje el vicio del tabaco, solamente se prohibe fumar en locales públicos donde acude gente que no fuma. El fumador, repito, dice que se le niega su libertad a fumar, pero ¿donde está la libertad de quien no fuma?. Durante siglos los fumadores han ejercido su derecho a fumar, sin preocuparse lo más mínimo por las libertades de los no fumadores. Tal era su despreocupación por los demás que, cuando les han dicho basta, se suben por las paredes. Ya que quienes fuman no han sabido respetar nunca al no fumador, bien está que haya llegado el momento de que alguien vele por sus intereses. Sabiendo que detrás de este asunto está en juego el interés económico de este tipo de locales, el fumador amenaza con no entrar en aquellos que no permitan fumar. Demasiado han aguantado ya los no fumadores, como para que encima éstos amenacen.
A mí, que nunca me ha importado el tema del humo ajeno digo hoy que, si el fumador no respeta una ley que (por fin) vela por nuestros intereses, debemos ser los no fumadores los que dejemos de entrar en los locales en los que se fume. ¡A ver qué pasa!. Demasiados años de docilidad ha hecho que este colectivo se crea con derechos que sin duda no tiene. ¡Creo que ya está bien!.
Ahora cuatro irresponsables, acogiéndose a normativas no totalmente claras, se declaran insumisos ante la nueva Ley y permiten que se fume en su local. Tres cosas son las que estos irresponsables se merecen:
1º).- Aplicación de la Ley y sanciones respectivas.
2º).- Sanción adicional por exaltación a la insurgencia.
3º).- Abandono de su local por parte de los no fumadores.
Estoy seguro de que más de cuatro cuando lean esta entrada, dirán que soy un dictador y hasta incluso es posible que empleen la palabra fascista. Yo, que he sido fumador toda mi vida, diré que los dictadores hemos sido siempre los fumadores, pues somos nosotros los que, toda la vida, hemos abusado de la permisividad de los no fumadores, haciéndoles tragar el veneno de nuestro tabaco.
Esa es la única verdad. Que la Ley llegue o no a buen puerto dependerá de la actitud de los fumadores y de la presión que, en caso contrario, ejerzan los que no lo son. Sin embargo fumar no es la única cuestión de falta de respeto. En España nos falta civismo y solo el tiempo hará que la gente se conciencie de que a su lado puede haber gente que esté molesta no solo por el humo de tus cigarrillos, si no por los gritos que muchas veces se soportan en bares y restaurantes, por parte de gente poco civilizada que se comportan como si estuvieran solos, o en un local privado. Por otra parte, si los ciudadanos salen a fumar a la calle, ¿como soportarán los vecinos el griterío de los jóvenes clientes en bares musicales, discotecas, o en un local de ocio cualquiera?.
Volviendo al tema del tabaco, la gente no fumadora, que hasta ahora no se ha quejado jamás, ha abierto los ojos y puede empezar a hacerlo. Si se da esa circunstancia, que nadie olvide que el colectivo de no fumadores es incluso superior a los que sí lo hacen. Solo es menester que, al igual que hacen los fumadores, luchen por sus intereses con igual o superior dureza. Cuando dos amigos van a tomarse un café y uno de ellos no fuma, se sientan en la terraza para que el vicioso pueda fumar. Nunca es el fumador el que dice entremos dentro que, por un ratito, me puedo aguantar. ¡Ya está bien de que los tontos seamos siempre los mismos!. El que quiera gritar que se vaya en mitad del campo y el que quiera matarse que se mate, ¡pero que no moleste ni mate a los demás!. De la misma manera, cuando un fumador va a la casa de un amigo que no fuma, ¿por qué pregunta si se puede fumar?. El ya sabe que no debe hacerlo...
RAFAEL FABREGAT
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