Con este título y aunque no lo diga el santoral, es fácil entender que estamos a 23 de Diciembre, día siguiente al más famoso sorteo de los muchos que se celebran en nuestro país. Fecha importante para unos pocos y decepcionante para la inmensa mayoría. Todos sabemos que es de locos pretender lo imposible (que te toque la Lotería) pero, al año siguiente, volvemos a tropezar nuevamente con la misma piedra. Dicen que la ilusión es una bendita locura pero, en este caso, la veo más loca que bendita, aunque también yo caiga en sus redes.
Resumiendo, que ayer fue el día del Sorteo de Navidad y no nos ha tocado un euro. ¿A alguien le extraña?. Porque a mí, la verdad, lamentablemente no me extraña en absoluto. Es... lo normal. ¿O no es normal, que no nos toque? ¡A mí es lo que siempre me ha sucedido... no sé a vosotros!. Y por cierto, ¿Donde han ido a parar los sueños que teníamos hasta el día de ayer?. Bueno, bueno, no lo digo porque es una palabra muy fea... y, además, hace mal olor.
Total, que aquí estamos. ¡Sin plumas y cacareando! (Más bien, al revés) Menos mal que nos queda la Nochebuena, la Navidad, la Nochevieja y Reyes. Buenas fechas si hay amor y armonía, importantes palabras que, sumadas a la salud, lo dan casi todo. Para alcanzar la perfección, solo nos falta lo que en el día de ayer se repartió a raudales, pero... ¿entre cuantos?. Porque a mí nadie me ha llamado para compartir absolutamente nada.
Bueno, no hay que quejarse en demasía. La verdad es que durante estos dos últimos días, a mí tampoco me faltó de nada. La comida de anteayer en Barcelona fue espléndida, la cena extraordinaria y la comida de ayer mismo, además de superior, sobró en la mesa... Para que os hagáis una idea, solo diré que nos bebimos dos botellas de vino blanco del Penedés (entre tres) y aún así, no pudimos acabar las excelentes viandas, todas ellas procedentes del Mediterráneo, a un tiro de piedra del Delta del Ebro. Una vergüenza que, con el hambre que hay en el mundo, te dejes comida en el plato. Pero, en fin, ese es otro tema que no corresponde al día de hoy.
Al igual que la Lotería de Navidad, el día de reparto de aguinaldos 2.010 por Catalunya ya es historia. El paso siguiente es la Nochebuena. Fecha de excesos, en la comida y en la bebida. Calor de hogar, donde solo tiene cabida (en nuestro caso) la familia más directa. Es el amor en mayúsculas: Abuelos, hijos y nietos, nada más.
La Navidad es otra cosa, también extremadamente familiar, pero ahí ya se abren puertas y ventanas a una luz más extensa. Además de los componentes directos del día anterior, entran los hermanos, sus hijos y los hijos de sus hijos, si los hay. Es un ambiente más festivo, donde ya no tiene cabida el recogimiento de la Nochebuena. Voces altas, cuando no gritos, risas y carreras de los niños adentro y afuera... ¡la (bendita) locura!
Larga sobremesa y repeticiones de cafés y de bebidas. Brindis, ya no solo por la salud, sino también por la unidad ante las adversidades que nunca faltan.
Permítanme un punto de amargura, pero viene a cuento. Personalmente apenas tuve familia. Además de ser hijo único, no llegué a conocer a ninguno de mis abuelos y tampoco a mi madre, que murió cuando yo acababa de cumplir dos añitos. Después mi padre se casó y tuve madrastra. Tampoco los tíos maternos tuvieron hijos, con lo cual también carecí de primos. Dos eran los hermanos de mi padre, uno de los cuales marchó a Francia antes de la Guerra Civil y no regresó jamás. Con el de aquí no se hablaban. Todo se resume en una sola palabra: soledad.
A mí, que en el fondo siempre me han gustado las bromas, más de cuatro ya de niño me decían que siempre hacía mala cara, que tenía la mirada triste. ¡Cojones! Con un pasado triste, un presente negro y un futuro incierto ¿qué cara había de poner?. Yo juro por Dios que siempre he procurado hacer las cosas lo mejor que he sabido. Tanto es así que soy de los pocos (imbéciles) que ha repartido lo poco que tengo en vida, incluso antes de mi jubilación. Por favor que nadie siga mis pasos puesto que, además de poner en peligro tu propia existencia, puedes perder también tu familia. Yo mismo he perdido una hija, por la sola razón de haberle dado cuanto me pidió. Si a su primera petición me hubiera negado, aún la tendría conmigo. Sin embargo, ¿es culpable el imbécil de haber nacido así?. Además yo lo soy de solemnidad, sin remordimientos. Quiero decir que, no solo lo volvería a hacer, sino que (además) sigo pensando que pecar de generosidad no es pecado. ¿No serán acaso más pecadores los egoístas, los que en su desmesurada egolatría desprecian a la familia y a los amigos? ¿Y que me dicen de los que lamen el culo de los poderosos y pisan la cabeza de los débiles?. Especialmente a estos últimos les llaman inteligentes, puesto que suelen alcanzar más altas metas pero, a mi corto entender, son gentuza en toda la extensión de la palabra. ¡Basura que hay que apartar! Está claro que ningún respeto merece quien no respeta a los demás.
Hay dos capítulos más y los dos importantes: Quedaba la referencia a los amigos y con ellos a la alegría y el desenfreno que se hace presente en las cenas de Nochevieja y Roscón. Allí olvidamos los achaques, el colesterol y la hipertensión. Cada cual saca lo mejor de sí mismo, en una noche en perfecta armonía con el universo y que la mente agradece especialmente. El cuerpo no tanto pero, en fin, mientras aguante... ¡y haya Almax!
El otro acontecimiento, sin duda el más importante, es el que se produce con la llegada de los Reyes Magos y Papá Noel, que no es otro que repartir alegría entre los más pequeños de la casa. Sin embargo parece ser que este año se han encontrado a una tal "Crisis" en un bar de copas y... en fin, por la foto, parece ser que han bebido algo más de la cuenta y se lo están pasando en grande. Esperemos que se les pase pronto y que el reparto de juguetes pueda llevarse a cabo con total normalidad.
¡Felices fiestas!.
EL ÚLTIMO CONDILL
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