Me resultó chocante que uno de los principales promotores locales de Cabanes, al que tengo en gran estima, persona inteligente y cualificada donde las haya para emprender cualquier empresa y llevarla a buen puerto, me dijera que él no quería construir para vender y ganar. Él iba más allá. Quería construir solo para alquilar, sacando igual o superior provecho que en la venta, pero sin merma del patrimonio.
- ¡Cojones! -le dije yo- Esta visión no la tiene nadie del pueblo más que tú, porque para llevar esta idea adelante... ¡Hace falta un patrimonio de no te menees!.
- Bueno, cada uno tiene lo que tiene, pero se trata de sumar siempre, sin restar nunca -me dijo sonriendo- Yo lo que gano lo reinvierto siempre. Mientras pueda alquilar, no venderé.
- Vaya, vaya... ¡Por eso hay unos que hacen y otros que deshacen...! -dije yo intentando digerir explicación tan simple y contundente al mismo tiempo.
El citado promotor es hijo de padres listos y su mujer, socia y asesora, también. No es pues de extrañar que, aparte de "tenerlos bien puestos", tuvieran una base económica para empezar y agallas más que suficientes para multiplicarla cien veces. A la vista está.
Ya nada es como antes y aquella visión inicial posiblemente ya no sea tan factible como entonces pero, de momento, sigue en sus trece. La nueva coyuntura puede ser incluso más propensa que nunca al alquiler, en detrimento de las compras generales que se hacían unos años atrás. Volvemos a tiempos pasados. Ante la actual incertidumbre laboral son pocos los que están en disposición de comprar y lo menos arriesgado es un módico alquiler a la medida de las posibilidades de cada uno. Por lo tanto, aunque estemos inmersos en una etapa problemática, la idea inicial le sigue siendo válida a este espabilado promotor local. Se trata simplemente de elegir con una lupa más potente a los posibles inquilinos, a fin de garantizar en lo posible los ingresos mensuales evitando el cliente conflictivo. Aquellos que no tienen medida para pedir y a los que resulta difícil cobrar, hay que desecharlos. No interesan. La crisis actual ha puesto a casi todos en su sitio. Aquellos que, simples espabilados, se hicieron promotores sin serlo, convirtieron una situación que pudo ser holgada en asfixiante. El señor al que me he referido anteriormente, aunque sin trabajo como todos, sigue su camino. Con menos alegría que antes... ¡pero sigue adelante!. Otros, ambiciosos sin medida, miran agobiados lo que pudo ser y no fue, al ver convertidos sus beneficios en ladrillos, en impuestos y en intereses que afrontar.
Nuestra época fue diferente y si que ayudó y mucho a aquellos que fuimos algo más lanzados, a pesar de los altos intereses que pagamos. (18,5%, TAE 21%)
En el mes de Octubre del año 1973, nuestros amigos comunes (Fransuà y Pepita la del Chaval), nos
comunicaron a mi novia Montse y a mí su próximo enlace matrimonial al tiempo que nos invitaban a su boda. Desde ese mismo instante nosotros, que ni se nos había ocurrido tal eventualidad, ya no pudimos quitárnoslo de la cabeza.
Tal como quedó reflejado en entrada anterior (PREPARANDO EL CAMINO) hacía apenas unas semanas que habíamos iniciado la construcción de nuestra futura casa, una obra que, ni teníamos previsto terminar ni teníamos medios para ello.
Pero el anuncio de la boda de nuestros amigos eran el detonante de las emociones que también nosotros queríamos sentir. A partir de ese día mi novia y yo ya no pudimos hablar de nada más y la idea de seguir los pasos de nuestros amigos rondaba continuamente por nuestras cabezas. No sabíamos cuando y como decirlo a nuestros padres, pero había que afrontar el reto y no queríamos esperar un minuto más. Les comentamos la posibilidad y la urgencia con la que pretendíamos llevar a cabo el enlace y, naturalmente, nuestras prisas les alarmaron.
- No, no... ¡No pasa nada! -les dijimos- Se trata simplemente de que se nos ha ocurrido casarnos y queríamos saber si por su parte hay algún inconveniente.
- Hombre... inconveniente no hay ninguno pero, ¡esa urgencia...! -dijo el padre de mi novia.
- Son cuatro años largos de noviazgo y tenemos una casa en marcha que no podemos terminar
-razonamos. Consideramos pues que conviene empezar cuanto antes nuestra vida en común para ganar prontamente dinero y poder acabarla.
- ¿Y mientras tanto...? -preguntaron los padres.
- Pues... ¡buscaremos una de alquiler! -respondimos. Las cosas no estaban entonces como están ahora. Las casas habitadas estaban en unas condiciones bastante deficientes, por lo que las deshabitadas eran mucho peor. Todavía sin agua corriente en las casas, buscamos y barajamos ventajas e inconvenientes de la escasa oferta local y la mejor casa disponible era la de Vicent el de Paveto, número 77 de la calle Capitán Cortés, hoy carrer de la Font. Dicha casa, sin agua ni luz, estaba al menos construida con un cierto orden. Se componía de una pequeña entrada, fácilmente convertible en salita-recibidor; comedor y cocina; corral donde ubicar zona de lavado y aseo; y pequeño patio que tenía un antiguo retrete (entonces llamado "comú") que, afortunadamente, no había que vaciar por coincidir con una falla del terreno que absorbía cuanto echaras. En el primer piso y junto a la calle, la habitación principal con piso hidraúlico y detrás de ésta dos más, de ladrillo rojo, una de las cuales estaba siendo usada para criar gallinas y con varios centímetros de suciedad. Arriba una gran sala o desván.
El alquiler, 1.500 Ptas. mensuales, fue aceptado a condición de que se contratara la luz, quedando a nuestras expensas la instalación interior de la misma, que llevé a cabo personalmente sin tener la más mínima idea para ello. El agua corriente aún no había llegado a Cabanes y todos íbamos a la fuente a por el imprescindible elemento. La casa tenía cisterna pero, no conociendo su calidad,
solo la gastábamos para lavarnos o para tirar unos cubos al retrete.
La casa se alquilaba tal cual estaba, con toda la suciedad acumulada por los muchos años en los que solo se gastaba como trastero y criadero de animales y sin instalación eléctrica alguna. Mi suegra (Fina) y su hermana (Montse) se prestaron a ayudarnos y empezó el adecentamiento general de la casa, al tiempo que yo, sin conocimiento alguno de electricidad, empecé a instalar cableado de superficie y diferentes interruptores y enchufes. No hubo obra ninguna pero sí la pintura y empapelado de las diferentes estancias. El resultado fue aceptable y los plazos previstos se cumplieron sin problema alguno. Pronto se vislumbró que la boda podía celebrarse el 7 de Diciembre, que era la fecha pretendida. Exactamente una semana después de la de nuestros amigos (Fransuà y Pepita) que, por cierto, no pudieron venir a nuestra boda por estar en viaje de novios.
Tras una ardua semana de trabajo, la casa estaba limpia, empapelada o pintada y con luz en todas las estancias, incluido el corral que haría las veces de trastero y aseo, así como el patio exterior que cobijaba el único "servicio" disponible. En el segundo piso era todo una enorme sala o desván que no nos era aprovechable para nada y me limité simplemente a ponerle una bombilla por si en determinado momento podía servirnos para algo. La planta baja (servicios) y el primer piso (tres habitaciones) eran cuanto necesitábamos y todo ello estaba limpio y disponible para cobijar los muebles; no se podía hacer nada más. Acompañados por las madres visitamos la tienda Muebles Flores de Torreblanca y llevamos a cabo la compra de tresillo y muebles accesorios para la "salita-recibidor" que instalamos en la entrada de la casa; comedor completo, mesa y sillas para la cocina, habitación principal de matrimonio y otra segunda habitación (entonces llamada de soltero) para eventuales necesidades, así como algunas lámparas y decoración adicional.
Una visita a la pequeña tienda de Pepe el Chato, en la calle del Carmen, completó "el nido de amor" del futuro matrimonio: una cocina de gas ORBEGOZZO, una nevera IGNIS y un televisor GENERAL ELECTRICA ESPAÑOLA en blanco y negro. De regalo un molinillo de café y una cafetera de ocho tazas.
Los inquilinos actuales, rumanos en su mayor parte, son mucho más exigentes que nosotros lo fuimos entonces y antes de entrar en una casa de alquiler lo miran todo con pelos y señales exigiendo al dueño que no falte nada y que sea todo moderno y en perfecto funcionamiento. Un porcentaje elevadísimo de esta gente ha estrenado la vivienda alquilada y aún así, ante la gran disponibilidad existente, cambian por cincuenta euros mensuales de diferencia. En nuestros tiempos no había tanto donde elegir, ni dinero para pagarlo.
Cuatro años y medio después, Mayo de 1.977, nos instalábamos ya en nuestra casa de la calle Delegado Valera. Estaba de moda entonces la colocación de talla y la instalación de luz indirecta en color. Así la pusimos blanca en el pasillo, blanca y roja en el comedor y azul en la habitación principal. A los nueve meses del cambio de casa nació nuestra hija Ana. ¿Sería por los diferentes colores de la iluminación? -se preguntaba la gente.
Yo, bromeando, decía que no sabía nada y que seguramente sería el pintor.
Por fin estábamos en nuestra casa. Toda la planta baja como taller para nuestro modesto oficio de fabricantes de escobas y arriba una de las más grandes y modernas viviendas de Cabanes.
No hay que desesperar. Con salud y trabajo... ¡todo llega!.
RAFAEL FABREGAT
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