No había relación alguna entre los dirigentes para, desde un plano político que es el habitual en estos casos, dar credibilidad al título de esta entrada.
Es otro el sentido que, por cierto, ha significado la presencia en los pueblos del Bajo Aragón de cientos de cabanenses y entre ellos de buena parte del gobierno local de nuestra población. No de los concejales en la oposición, aunque ignoro si será porque no les invitaron o porque no quisieron asistir.
Amor en las dos direcciones, lo digo con pleno conocimiento de causa, pero por motivos diferentes. Paciencia, todo se explicará.
Desde tiempo inmemorial y hasta hace 50 años atrás ha sido costumbre la llegada a Cabanes de varios rebaños de ovejas y cabras, principalmente cabra blanca, que desde los pueblos turolenses bajaban a Cabanes y su término municipal a invernar. La típica trashumancia ahora ya olvidada en esos parajes.
Varios de los corrales que jalonan nuestro término municipal veían recuperado su esplendor de antaño al acoger, con agrado de dueños y vecinos en general, numerosos rebaños procedentes del sur de la comunidad aragonesa y especialmente de los pueblos de Mosqueruela y Fortanete, que limpiaban montes y bordes de caminos a cambio simplemente del estiércol que los animales producían. Si a esto se sumaban unos litros de leche o unos quesos para el propietario de los montes, mejor que mejor. La cita, aunque no lo recuerdo con exactitud, sería hacia los meses de Octubre-Noviembre y siempre, o casi siempre, con parada en la Plaça del Arbre. Los grandes rebaños ocupaban la casi totalidad de la mencionada plaza para mayor esplendor y divertimento de chicos y mayores que, conociéndolos a todos, siempre tenían unas palabras amables para el pastor, normalmente dueño de los animales.
Ignoro cual sería el trayecto y consiguiente duración del viaje pero sí conozco que por carretera son alrededor de 130 Km. lo que me hace suponer que tardarían en recorrer esa distancia no menos de diez días. Un duro viaje. La escasez era entonces elevada y los dueños del rebaño, con el fin de reunir un dinero para comprar algunas provisiones y también para tomarse unos vinos, por otra parte bien merecidos, anunciaban al vecindario la posibilidad de vender leche que ordeñaban allí mismo. Un "perolet", de aproximadamente medio litro de capacidad, costaba cincuenta céntimos de peseta cuando en la lechería del "Ros de les Cabres", costaba el doble. Cierto es que la mujer del Ros, o sus hijas Carmen y/o Paquita, te la llevaban a tu propia casa pero... En fin, por economía, por colaboración con aquellas pobres gentes y por el plan festivo que significaba, muchos vecinos les llevaban el mencionado "perolet" y el pastor en cuestión ordeñaba "in situ" la cantidad exacta de leche demandada.
"Mig litre dos quincets foradats i una peseta litre i quart".
Les raberes, tampoco molestaban demasiados a un vecindario sin coches ni tractores y aquella gente dormía allí mismo junto a los animales, previo trasiego de unos vasos de vino tinto.
El "Ros de les Cabres" maldecía un poco pero comprendía la situación ya que incluso tenía cordial relación con ellos y era comprador de alguno de los animales que los aragoneses traían siempre, naturalmente, que hubiera acuerdo en el precio.
La competencia láctea no era significativa puesto que el pastor en cuestión salía hacia el corral convenido a la mañana siguiente y el 80% de la leche vendida aquella tarde-noche era a gente no cliente habitual del "Ros". Comprar leche a los maños formaba parte de la "fiesta" de recibimiento de los rebaños y buena parte de las casas que compraban no volvían a tomar leche en lo que restaba de año.
Hago un paréntesis a la narración, para señalar que la foto adjunta es en la mencionada "Plaça del Arbre" en aquella época y con el árbol que dió nombre a la plaza. El conductor de la bicicleta es "Rafael el de Condill" (un servidor), "Elietes el de Peleto" sentado en el "portamaletes", "Fransuá" detrás y "José Antonio el Teuleret" apoyado en el tronco del árbol.
La bicicleta (de mi padre) se rompió para siempre al subir aquel mismo día a "Fransuá" en el cuadro. Yo no estaba tampoco delgado, pero los 106 Kg. de "Fransuá" y los 60 de "Elietes" en el portamaletas hicieron el resto y la máquina, ya muy vieja, no pudo resistir el exceso de carga y nos pegamos un "costalazo" que todavía no hemos olvidado.
Dicho esto sigamos con la historia...
Después de tantos años, todos los pastores tenían amistades en la localidad y el sábado se acercaban al pueblo a tomar unos vasos de vino e incluso a cenar, por lo que era bastante frecuente que, en época de rovellones, vecinos de nuestro pueblo y algún amigo de éstos subieran a esas poblaciones turolenses invitados por los pastores a buscar este tipo de seta, aquí siempre difícil de encontrar por la mucha maleza.
Uno de estos rebaños se guardaba en el "corral de Soldilluns", junto a la carretera de Castellón en la partida de Gaidó y personalmente subí con ellos, con apenas doce años de edad, en mi primera experiencia micológica.
El conocido pastor, un tal Ramón, sea cual fuera la hora de llegada de los visitantes y sin aviso previo por la imposibilidad de llamada (nadie tenía teléfono entonces) dejaba todos sus quehaceres y acompañaba a los recién llegados a la mejor zona conocida, que no era otra que aquella en la que dos semanas antes hubiera llovido.
Recuerdo cestos repletos de los sabrosos rovellones y la desazón del pastor por lo que él consideraba una miseria para tan largo viaje. Nosotros con las cestas llenas de setas y una "panera", de las que se usaban entonces para la carga y traslado de la uva hasta el puesto instalado por el comprador, repleta hasta los topes (unos 50 kg.) y el pastor disgustadísimo por no poder hacer más por nosotros...
- Lo siento mucho, pero es que ha llovido poco... -decía el hombre compungido.
- ¡Calla, calla, Ramón!. Nunca hemos visto tantos rovellones juntos -repondíamos nosotros agradecidos por sus desvelos.
El hombre, no he visto cordialidad mayor en toda mi vida, nos regalaba todos los rovellones encontrados por él y nos obligaba además a aceptarle una invitación en una de las "tiendas" de la época, en las que igual encontrabas cerveza, alpargatas, correajes para caballerías y naturalmente alimentación. Casos como este proliferaron mucho aquellos años, ampliando la afición de nuestro pueblo por la recolección de setas y fundamentalmente en aquella zona turolense.
El Bajo Aragón y el Maestrazgo era y sigue siendo, una de las zonas más importantes de la geografía española en cuanto a producción de setas y también en facilidad de búsqueda.
Todos son profesionales en Mosqueruela y a la recolección de un buen cesto de setas se une además un día de solaz por aquellos grandiosos montes repletos de pinos centenarios.
Las patatas tardías, el excelente cordero y los vinos de Cariñena garantizan una comida inolvidable a precios siempre moderados de simple menú.
Aquella gente "tan especial" murió y de todo aquello queda la tradición de algunas personas que, como mi familia y yo, subimos todos los años varias veces a la búsqueda de tan sabrosas setas, aprovechando también el viaje para bajarnos unos sacos de patatas nuevas y algún que otro kilo de chuletas. Una mañana de búsqueda micológica y comida posterior en alguno de los restaurantes de la zona, pueden ser la mejor opción para un fin de semana otoñal. Un fin de semana al que, en alguna ocasión, se sumaron las autoridades cabanenses que, invitadas por el amigo Ramón, marido de una de nuestras concejalas y natural de Mosqueruela, disfrutaron de esta bella práctica.
Salud para todos y hasta el próximo otoño. Si Dios quiere, claro está...
RAFAEL FABREGAT
hola,
ResponderEliminarRеconosco que hasta ahߋra no me molaba dеmasiado elsitio, sin embargo con los ultimos posts stoy leyendolo гegularmente y me ha empezado a gustɑr.
A seguir igual!
Fuente Saray
Pues muchas gracias amigo. En mis aciertos y en mis errores, siempre a tu disposición. Gracias por tu lectura y un cordial saludo.
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