Este interesante pueblo italiano, también llamado popularmente como "el de las siete torres" fue fundado en el siglo III a.C. por Los Etruscos aunque el primer documento existente data del siglo X, cuando el pueblo adoptó el nombre del obispo San Gimignano, diácono del siglo IV, por haberla defendido frente a Los Hunos de Atila.
Durante la Edad Media esta localidad era lugar de parada de los peregrinos que viajaban a Roma puesto que por allí pasaba la llamada Vía Francígena,
proveniente de la ciudad inglesa de Canterbury. Las grandes torres que han dado importancia turística a esta población no se levantaron solamente como símbolo de poder de las familias adineradas (que también) sino para convertir sus casas en hostales, aprovechando la continua avalancha de peregrinos. El desarrollo de la ciudad también se vio favorecido por las fértiles tierras que lo rodean y los muchos productos agrícolas que allí se cultivaban.
En aquellas tortuosas calles de San Gimignano nació el año 1238 Santa Fina (también llamada Serafina) joven muy bella pero con alguna discapacidad que falleció con tan solo 15 años de edad, todos ellos vividos encerrada en su casa en oración y ayuno.
Nunca ingresó en Orden alguna, aunque siempre vivió bajo la Regla de San Benito.
A los 10 años contrajo una grave enfermedad que la dejó postrada sobre una tabla de madera de encina.
Su cuerpo estaba totalmente paralizado y llagado pero, aún así, todos cuantos la visitaban alababan su resignación. Finalmente murió el 12 de Marzo del año 1253.
La leyenda cuenta que el Papa San Gregorio I el Magno (540-604) se le apareció una noche y le predijo cual sería el día de su muerte: el día de la festividad del Santo.
Parece ser que el Papa también había sufrido la misma enfermedad y Serafina, conocedora de este hecho, se encomendaba a él en sus oraciones para que le aliviara de su dolor.
El día de sus muerte las campanas voltearon sin que nadie hubiera subido a la torre cuya puerta permanecía cerrada con llave.
El santuario se encuentra en esta misma localidad y también la casa en la que vivió, que es visitada y fotografiada por todos cuantos turistas acuden a este curioso pueblo.
Sus 7.000 habitantes presumen con razón de sus altísimas torres y de la Historia que éstas llevan a sus espaldas. Su ciudadela es sin duda la mejor conservada de toda la región.
A medio camino entre Florencia y Siena, San Gimignano mantiene en pie 14 de los 72 "rascacielos" que llegó a atesorar. El más alto es "la Torre Grossa" con 54 m. de altura y 18 pisos, algo abismal para su época. El más antiguo (1298) es "la Torre Rognosa" de 51 metros.
En su afán de demostrar poder y riqueza las familias adineradas construyeron estos portentosos edificios y supieron amortizarlos utilizándolos como fondas y torres defensivas. Palacios y torres son visitables, pero este museo al aire libre hay que visitarlo a pie pues la ciudad está cerrada al tráfico, por lo que los vehículos deben dejarse a la entrada.
RAFAEL FABREGAT
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