A Enrique Boix Lliso, sacerdote valenciano de Llombai (Valencia), en 1937 lo torearon desnudo y después lo mataron. La noche anterior lo ataron desnudo a un limonero, lo dejaron allí toda la noche y al día siguiente lo torearon como a un animal, clavándole agujas de hacer jersey y finalmente, con un cuchillo de matar cerdos, le dieron el estoque final. Murió con 36 años en Llombai, su ciudad natal. Pero... ¿Cómo es posible tanto odio y tanta barbarie?. Según estudio llevado a cabo por el historiador Antonio Montero Moreno, durante la II República la persecución contra miembros de la Iglesia Católica costó la vida a 4.184 sacerdotes, 12 obispos, 2.365 frailes y 283 monjas.
Otros miles escaparon gracias a estar escondidos por familiares y amigos en fincas apartadas, cuevas y zulos.
Personalmente considero que no hay necesidad alguna de odiar aquello con lo que no estás de acuerdo. Con no ir a escuchar sus peroratas, todo solucionado. ¡Cuanto salvajismo!. Hasta que fue apresado, no tengo noticias de que el tal Enrique Boix hiciera otra cosa que no fuera el de impartir su ministerio en distintas parroquias de la comarca. Sin embargo el martirio al que fue condenado no pudo ser más inhumano y cruel. No fue el único. Llombai vio nacer también a Vicente Bartual Lliso y a Rafael Donat Lloret, que también fueron martirizados y finalmente asesinados junto al beato José Ferrer de Algemesí.
La persecución de los miembros de la Iglesia fue general en todo el territorio español pero parece ser que, para nuestra vergüenza, la Comunidad Valenciana fue especialmente prolífica en esta clase de maldades. Ya no digamos en la quema de iglesias, donde todo cuanto podía arder fue quemado y los malhechores, disfrazados con la ropa de los sacerdotes, festejaron sus fechorías. Enrique Boix había nacido en Llombai el 20 de Julio del año 1900. Tras su ordenación sacerdotal en 1925, ejerció su ministerio sacerdotal en Xixona, Simat de la Valldigna, Senija y Xeresa, momento en el que fue nombrado capellán de las Hermanas de los Ancianos Desamparados y de las Madres Franciscanas de Alzira.
Allí, en Alzira, fue nombrado vicario de la parroquia de San Juan Bautista, director de la Juventud Obrera y consiliario de los jóvenes de Acción Católica, así como colaborador de muchas organizaciones juveniles católicas. Está claro que no era un sacerdote cualquiera y ese fue su error. En este mundo de miserias no se puede destacar lo más mínimo, pero cada cual es como es. Boix era demasiado influyente en la ciudad y ya le avisaron de que irían a por él. Pero el que no ha hecho mal a nadie jamás puede pensar que otros vayan a hacérselo a él. Finalmente, el día 24 de Enero de 1937 Enrique fue arrestado y conducido al claustro de la parroquia, entonces convertido en vaquería, donde fue martirizado.
Tras quemar la iglesia y sacar de sus tumbas ataúdes y cadáveres allí sepultados, Enrique Boix fue apresado y atado a un limonero donde pasó toda la noche de frío intenso completamente desnudo. A la mañana siguiente lo torearon como a un animal clavándole agujas de hacer jersey para que se moviera, intentando escapar de sus agresores. Finalmente cuando, ya completamente agotado, dejó de darles el juego a la fiesta que los salvajes pretendían, cogieron un largo cuchillo de matar cerdos y se lo clavaron sin compasión alguna hasta acabar con su vida. Sin embargo nuestros actuales gobernantes se han olvidado de esa parte de la Historia. ¿Cómo es posible que haya gente tan miserable, capaz de hacer semejante cosa a quien no te ha causado ningún daño?. Pues desgraciadamente la hay. Algunos incluso pueden vivir cerca de tu casa. Solo les falta el escenario y momento adecuado...
RAFAEL FABREGAT
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