Teniendo en cuenta que no hace tanto me hacía llamar "El gorrión celta", por aquello de ser descendiente de aquellos emigrantes irlandeses que escaparon de la "hambruna de la patata" de mediados del siglo XIX, estoy moralmente obligado a estar preocupado.
Sí amigos. Estoy preocupado porque, una vez más, el programa de Seguimiento de Aves Comunes de Primavera (SACRE), de la organización SEO/BirdLife, constata la desaparición paulatina del gorrión de ciudad. La cifra es preocupante ya que, en tan solo una década, en España el descenso de la población de gorriones es nada menos que del 21%. En números concretos, este organismo internacional cita un descenso de la población de esta especie en 30 millones de ejemplares en 10 años.
El de la foto de la izquierda es una joven hembra, sin duda esperando un novio que no llega. Nature Forever Society, de la India y otras organizaciones conservacionistas de todas las partes del mundo, hacen un llamamiento de atención al respecto. Los gorriones se acaban. Apenas unas décadas atrás este pájaro era común el todas las ciudades del planeta y más aún en todos los pueblos y aldeas del mundo. Como las moscas, allí donde había unas migajas de cualquier tipo de comida, allí estaban ellos para limpiarlo y, de paso, alimentarse y llevar adelante a su prole. El gorrión ha sido siempre el principal indicador de la biodiversidad de un determinado lugar del planeta. Cuando esta especie amplía su número indica que ese lugar tiene una alta calidad de vida.
El gorrión se alimenta del grano de todo tipo que encuentra en los campos, pero gusta de anidar en las poblaciones cercanas, ocupando muchas veces nidos de golondrinas. El motivo es también que en las vías urbanas encuentra muchas veces migajas de cualquier tipo de comida válida para ellos. Determinados cambios en los núcleos urbanos desplazan a esta especie de aves, pero no se descarta que pueda afectar también a otras especies, incluidos los seres humanos. La campaña en marcha pretende pues llevar a cabo un estudio sobre las causas de este declive y especialmente las que puedan afectar a las personas que conviven en ese entorno. Este problema no es específico de España, pues también ha sido detectado en la mayor parte de las ciudades y pueblos de toda Europa.
RAFAEL FABREGAT
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