19 de marzo de 2016

2047- EL SECRETO DE LA FELICIDAD.

Nunca lo había pensado, pero tal vez sea verdad. Yo soy en este momento más feliz de lo que he sido nunca... y es porque cumplo una de las principales premisas: no tener nada, no necesitar nada, no desear nada. Desde el momento en el que nada deseas, ¡lo tienes todo!, nada te falta. La receta es la simplicidad. Todos en general, cuando somos jóvenes, tenemos nuestras ilusiones, nuestras ambiciones y el simple hecho de no poder alcanzar esas metas nos hace desgraciados. Más del 99% de la gente no ve cumplidos sus sueños y eso se convierte en frustración e infelicidad. Es fácil comprender que la culpa de esa infelicidad está pues en nosotros mismos, en unas aspiraciones materiales, difíciles de conseguir y que no son necesarias para alcanzar la felicidad.

Cuenta esto el francés Matthieu Ricard que, cansado ya de una vida de abundancia y de relaciones importantes lo abandonó todo y marchó al Himalaya haciéndose monje budista. Nos dice que ha alcanzado la felicidad y yo me lo creo. La gente nos complicamos mucho la vida, soñando metas imposibles o de muy difícil consecución. Está claro pues que somos nosotros mismos los que atraemos nuestros problemas. Para alimentar nuestro cuerpo hace falta muy poco y todo lo demás es accesorio. Lo que de verdad llena nuestra alma es ayudar a los demás pero, ¿quien se dedica a ello?. Cuatro bonachones a los que llamamos locos o, lo que es peor: tontos. Sin embargo estoy convencido de que esos 'tontos' son mucho más felices que nosotros.

A esa gente que cuida enfermos de forma desinteresada y reparte su escasa comida con los demás, ¿qué puede faltarle?. Sin duda no le falta nada y si en este mundo miserable es posible alcanzar un mínimo de felicidad, esa clase de gente es quien la tiene. ¿De qué sirve tener casas, fincas, coches caros, si no es para acumular impuestos, gastos y quebraderos de cabeza?. Es verdad que cuando lo heredas o lo adquieres sigue un corto espacio de tiempo en el que te sientes poderoso, incluso feliz, pero esa felicidad dura poco. Con la posesión y tras el relajo, llegan los problemas, los gastos y más pronto que tarde la infelicidad. Ser felices es el deseo de todos pero, no asustarse, para alcanzarla no necesariamente hay que hacerse budista.

Cada persona es un mundo y cada cual tiene su infelicidad y su propia 'medicina'. La receta no es igual para todos, pero está claro que la escasa felicidad que podemos encontrar en este mundo va pareja con el amor y la tranquilidad y para alcanzarla cada uno de nosotros necesita caminos diferentes. En general se trata de alcanzar objetivos, pero cada uno de nosotros los tiene diferentes de los demás. Lo que sí está claro es que esos objetivos no han de ser materiales, sino cosas agradables, sencillas y positivas. Hay pues que hurgar en nuestro interior, intentando encontrar motivos que puedan sernos satisfactorios y hacer lo posible por hacerlos realidad. Darle unas monedas a un mendigo o ayudar a levantarse a alguien que ha caído puede alegrarnos la mañana.

La vida está llena de momentos en los que podemos prestarle ayuda a gente necesitada, sin mermar para nada nuestros recursos, que pueden ser escasos. Se trata simplemente de hacer un favor cuando podamos, de hacer el bien sin esperar nada a cambio. Actuar de ese modo nos será satisfactorio y nos dará esa felicidad que no encontramos en la acumulación de bienes. Algunos dudaréis sin duda de estas palabras, pero probarlo es bien sencillo. Salid a la calle e intentad ayudar a quien lo necesite. Ese anciano que necesita cruzar la calle, esa mujer que ha dado un traspiés, ese tullido que pide limosna para subsistir, esa persona normal y corriente que te pregunta por una dirección... Por poco que sea, todo lo que signifique ayudar a los demás te hará feliz.

RAFAEL FABREGAT

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