Majestuoso, dominando la sierra Jura de Suavia. En este mismo emplazamiento se ubicaba antiguamente el bastión de los Caballeros de Lichtenstein, señores de estas tierras hasta el siglo XVII.
El castillo fue construido entre 1150 y 1200 por orden de Gebhard de Lichtenstein y destruido en 1311 y en 1388.
El resultado fue una completa ruina y posterior abandono, pero los Caballeros de Lichtenstein eran muy tozudos y cuando recuperaron la propiedad decidieron reconstruirlo, con mayores defensas si cabe.
Fueron tres años duros, de grandes trabajos y no poca inversión, pero entre 1840 y 1842 su arquitecto Carl Alexander Heideloff reconstruyó los tres primeros pisos de la antigua fortaleza y construyó varios edificios anexos, con su capilla, un patio central y nuevo jardín. La nueva imagen es la que en este momento podemos contemplar. En 1980 hubo de restaurarse el tejado, que amenazaba ruina y se reforzaron la torre y un lienzo de muralla. Una importante obra que se prolongó hasta 2002. Actualmente la primera planta del castillo está destinada a museo de armas y armaduras históricas. Aunque sigue siendo propiedad de los duques de Urach, en la actualidad se permite el acceso a los visitantes.
El Castillo de Lichtenstein y todo su entorno merecen sin duda las muchas visitas que cada día reciben. Las múltiples reconstrucciones convirtieron la fortaleza inicial, construida en un lugar imposible, en un castillo romántico y claramente neogótico.
Una decoración vinculada con el romanticismo que le da al conjunto una bella imagen de fábula, entre la tupida arboleda de unos bosques de colores cambiantes.
Por extraño que nos parezca, no hay el más mínimo atisbo de las duras luchas libradas a sus pies y entre sus paredes. Destruido hasta en dos ocasiones, renació finalmente, como renace la vida y todo lo que merece la pena. Todo a su alrededor respira hoy paz, belleza y armonía.
RAFAEL FABREGAT
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