La "mina" se encuentra al sur del Alto Atlas. Se trata de la localidad de Taliouine, un pequeño pueblo de la región de Soouss-Massá-Drâ, conocido desde muchos siglos atrás por ser centro de cultivo de un azafrán de gran calidad, pero actualmente caído en desgracia.
La Kasbah, de la tribu Glaoua, colabora también en la llegada de numerosos visitantes turísticos, pero buena parte de ella está en estado ruinoso y la finalidad principal de los viajeros es adquirir el famoso azafrán de la localidad: El oro rojo de Marruecos. El crocus sativus, que florece entre Octubre y Noviembre. Tierras áridas que, fuera de temporada, hace dudar de la riqueza que hay sembrada en el subsuelo.
Todas las dudas se disipan cuando llega el otoño y las bellas flores violeta salpican los ásperos bancales próximos a la N-10, tierra blanca que no parece de gran riqueza pero que resulta ser la mejor para este cultivo.
Toda la familia se lanza a la cosecha de esta bendita flor, fuente luz y sabor en las cocinas de todo el mundo. Para reunir un kilo se necesitan 250.000 flores, pero cuesta 3.000 euros.
La recogida es diaria y se hace siempre a primeras horas del día, antes de que el sol caliente, a fin de que las flores no se cierren y presenten dificultades para recogerlas y para mondarlas. Porque, como todos sabrán, el azafrán no es otra cosa que el estigma de la rosa del azafrán, que tras arrancarlo de la flor se tostará a fuego lento. La recolección, del azafrán suele durar algo más de tres semanas, siendo la segunda de ellas la de cosecha más intensa.
Esa semana de mayor producción, llamada "manto", se suele trabajar con más intensidad puesto que, al igual que los días más flojos, hay que recoger todas las flores del día. Cada día, tras la recolección, ya en casa todos se pondrán rápidamente a sacar los estigmas de la flor. A esta operación sigue el tueste que elimina el 90% de la humedad. Las hebras empequeñecen y su color pasa del rojo intenso al rojo oscuro, adquiriendo un aroma característico. Después se almacena en lugar fresco y seco, protegiéndolo de la luz. Antiguamente se guardaba durante un mínimo de dos años, siendo a partir de ese momento cuando alcanza su mejor aroma y color.
En Marruecos, si bien los hombres preparan la tierra, siembran los bulbos y limpian los campos de malas yerbas, los trabajos de recolección y preparación del azafrán lo llevan a cabo las mujeres. Es una actividad socio-cultural de profundas raíces históricas que, desde el punto de vista del foráneo, roza connotaciones próximas a la esclavitud. Al amanecer y con no pocos cantos, las mujeres marchan hacia los campos en busca de las flores, regresando inmediatamente cuando el sol empiece a calentar. De vuelta al hogar queda una larga jornada, a veces hasta la madrugada, para convertir aquellas flores violáceas en el valioso azafrán. Posteriormente será el hombre de la casa quien lleve el azafrán al zoco para su venta. Unos ingresos que, no siendo grandes, ayudará en los gastos familiares.
Los comerciantes serán quienes finalmente decidan el precio a pagar por tan duro trabajo. Una doble explotación que sufre la mujer en este caso, porque no participa en la venta ni en el cobro del producto. Los productores de mayor importancia, guardan el azafrán y lo venden a lo largo del año al mejor postor, pero los pequeños agricultores venden durante la cosecha, yendo a parar el mayor beneficio a manos de los avispados comerciantes que reúnen las míseras cantidades de azafrán para después venderlo al por mayor. La importancia del azafrán en Taliouine es de tal envergadura que hace unos años se construyó una lonja internacional (Casa del Azafrán) que desgraciadamente no trajo solución a los problemas de los agricultores.
Su única suerte es que la tierra es benigna para ese cultivo y tiene la capacidad de multiplicar sus cosechas, pero las mafias organizadas se han instalado en los consejos comunales y en la dirección de las asociaciones campesinas al objeto de controlar los precios y la producción. Los campesinos se ven obligados a dejar su cosecha en estas cooperativas y a cobrar varios meses después el precio por ellos estipulado. Posteriormente deben comprar en la misma cooperativa bulbos genéticamente modificados y estériles para su multiplicación. De esta manera el agricultor es obligado no solo a vender su cosecha, sino también a comprar los bulbos. Últimamente se celebra la Fiesta del Azafrán, una "comedia" de la que solo se benefician los exportadores.
Cada año, el día de la Fiesta del Azafrán, la juventud local arremete contra las mafias, expresando su cólera por los abusos sufridos en esta zona aislada del mundo, pero de poco les vale. Mientras los campesinos y sus mujeres son explotados sistemáticamente, los dirigentes de las cooperativas se reúnen con los compradores en bailes y banquetes. Música de muerte para los campos de azafrán. Mientras todo esto sucede, la gente de Taliouine carece de agua y saneamiento en las casas, sin centro de salud, con falta de profesores y una vida aislada en campos y aldeas. Lo malo es que no se vislumbra esperanza. La gente vive amedrantada por las fuerzas represoras de agentes que colaboran con quienes buscan aumentar sus ganancias a costa de perpetuar la miseria del campesinado.
RAFAEL FABREGAT
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