Hefesto era para los griegos el Dios del fuego y la forja. En la mitología romana se corresponde con Vulcano. Era adorado en todos los sectores industriales vinculados con la artesanía, la escultura y la metalurgia. Nació tan sumamente feo que su madre (Hera, hermana y esposa de Zeus) lo lanzó fuera del Olimpo, provocándole una cojera que lo acompañaría de por vida. Hefesto estuvo cayendo hacia el mar nueve días y nueve noches, aunque con la fortuna de ser recogido por dos diosas (Tetis y Eurínome) que lo llevaron a la isla de Lemnos y lo cuidaron hasta que pudo valerse por sí solo. Artesano de la forja labró artísticos tronos para diferentes dioses y se vengó de su madre construyendo uno de diamantes para ella, con un mecanismo secreto que apenas sentarse quedó atrapada sin poder escapar.
Una de las exigencias de Hefesto para liberar a su madre (Hera) fue que demostrara todos sus poderes hasta conseguir casarlo con Afrodita, la más hermosa de las diosas y a la que nadie había conseguido poseer.
Afrodita había nacido del mar, cerca de la isla chipriota de Pafos. Durante la Titanomaquia, el dios Crono le cortó los genitales a Urano y los arrojó al mar, flotando en medio de una gran espuma durante mucho tiempo, tanto que finalmente de entre ella nació una doncella ya adulta. Era Afrodita, llamada Venus por los romanos, según la describió Plinio el Viejo en su obra Naturalis Historia y que consta de 37 libros que fueron publicados el año 77 de nuestra era.
Las versiones sobre todo esto son muchas y bien diferentes unas de otras. En alguna de ellas Afrodita es también hija de Zeus y por tanto hermana de Hefesto.
En lo que coinciden todos es que Afrodita nació adulta, en edad casadera y extraordinariamente deseable. Es una de las diosas del Panteón Griego realmente casada, aunque le fue infiel a su marido con mucha frecuencia. La Odisea relata que Afrodita prefería a Ares, el dios de la guerra y personaje que desempeñó un papel importante en la Guerra de Troya.
Debido a su inmensa belleza Zeus, temiendo el enfrentamiento con otros dioses, la casó con Hefesto pero Afrodita no estaba enamorada de su hermano y buscó la compañía de otros, entre ellos Adonis o Ares, como antes se ha dicho.
Informado por su amigo Helios, Hefesto urdió una red de finas cadenas sobre el lecho para que cayeran sobre ellos al más mínimo contacto entre los amantes. Hefesto no los liberó hasta conseguir que Poseidón le prometiera que Ares le pagaría el agravio, pero los amantes escaparon sin mantener su promesa.
La Illiada nos cuenta que Hefeso le abrió la cabeza a su padre (Zeus) para que naciera Atenea su hermana. A partir de entonces los hermanos Hefeso y Atenea unen la destreza del primero en la fabricación de armas, con la sabiduría de la segunda para utilizarlas adecuadamente. El día treinta del mes Pianepsio, ambos hermanos son honrados con la fiesta de Calqueas. Según el mito, la fragua de Hefesto estaba en el monte Olimpo aunque, de acuerdo con la creencia popular, habría que situarla en el centro volcánico de la isla de Lemnos, en el mar Egeo. Según los romanos, que lo describían como Vulcano y Adranos, la forja de este dios estaba en las islas volcánicas de Lipari, junto a Sicilia. A Hefesto se le atribuye la fabricación de todos los objetos metálicos de los que eran portadores los dioses y forjador además de los rayos de Zeus.
Su imagen se representa en algunas cerámicas y pinturas caminando con la ayuda de un palo, siempre sudoroso, desastrado, con el pecho descubierto y trabajando en la fragua.
Su apariencia es la de sufrir envenamiento por arsénico, propio de todos los profesionales del hierro de la Edad del Bronce, puesto que se añadía al bronce para endurecerlo y pudo aumentar su cojera e incluso provocarle cáncer de piel.
A pesar de estar casado con Afrodita no tuvieron descendencia pues ésta no estaba muy sujeta al yugo conyugal.
Desesperado y encendido por la lujuria Hefesto quiso violar a su hermana Atenea pero no lo logró pues ésta logró escapar de debajo en el último momento, cayendo su semen en el suelo. Por lo visto se trataba de unos dioses (a veces) muy terrenales...
RAFAEL FABREGAT
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