Ayer murió mi mejor amigo, mi mejor compañero, mi perrito Blas. ¿Exagerado?. Es posible. Para esos que se vanaglorian de tener decenas de amigos, que se te muera un perro apenas les hará pestañear, pero ese no es mi caso. Para mí la amistad es una palabra muy grande, tan grande que desde mi punto de vista no creo que haya tenido un solo amigo. Somos todos demasiado egoístas para dejar hueco a la verdadera amistad. Un amigo, para mí, es incluso más que un hermano. Es tu otro yo, el que te brinda su amistad de forma desinteresada e incondicional, el que te apoya y consuela en los momentos más difíciles. ¿Existe eso?. Porque a la vista está que un hermano no llega a tanto.
Blas había cumplido a primeros de Junio 15 años. Estaba viejo, con poca vista y ningún oído, sin dientes y escasas fuerzas. Muchas veces se quedaba de pie en mitad del pasillo de la casa y tenías que esquivarlo para no tropezar con él. No te oía llegar. Parecía estar ya con un pie en ese mundo más justo en el que muchos confían. Incapaz de subir al sofá se ponía de pie y me raspaba las piernas con su patita para que lo subiera. Yo me enfadaba porque antes de los diez minutos ya se bajaba, para beber, para comer, o simplemente para cambiar de postura. Se echaba en el suelo o en la alfombra y diez minutos después volvía a llamar mi atención para que lo subiera nuevamente. Cosas de viejos, que no estamos bien en ningún sitio.
Hace unos días le empezamos a notar un cierto tufillo desagradable, pero no le dimos mayor importancia. Si antes lo duchábamos una vez por semana a partir de entonces lo hacíamos dos veces, pero el olor persistía. En el último lavado mi mujer le vio algo raro en la boca y aunque él quería impedir que se la abriéramos, lo hicimos y le vimos unos nódulos feos en la boca. Sin duda era lo que desprendía el olor. Pedimos inmediatamente cita a la clínica veterinaria. Era un cáncer. En varios lugares de la boca y seguramente ya extendido a otras partes del cuerpo. No había solución válida para él y tomamos una dura decisión.
Era nuestro amigo, mi mejor amigo y quise para él lo que querría para mí llegado ese momento. Un soplo en el corazón, del que ya éramos conocedores hace varios años, impedía una posible operación que tampoco hubiera sido solución radical. No cabía otra solución que dejarlo sufrir hasta el final de sus días o sedarlo y dejarlo marchar rápidamente y en paz, sin llegar a sufrir. Terrible solución para cualquier ser vivo que ha sido tu compañero y amigo durante casi dieciséis años, pero estaba claro que era la mejor, la que para mí quisiera cuando llegue el caso. Es curioso que esta solución pueda aplicarse a cualquier animalito de compañia y no pueda dársele a un ser humano. Volví a mi casa, como he vuelto siempre que he dejado en el hospital a uno de mis seres queridos. Con dolor de cabeza y sensación de impotencia.
Está claro que meter a un animalito en el mismo saco que a un ser humano parece demencial pero cuando los humanos te han fallado siempre el amor de un perro puede ser y es el clavo ardiendo al que se puede agarrar cualquiera.
Siempre dije que cuando Blas muriera tendríamos inmediatamente otro que supliera sus caricias, pero hoy no lo tengo claro. Quizás dentro de un tiempo cambie de parecer y efectivamente tengamos otro perro que tanta compañía da en cualquier casa y más cuando en esa casa, durante años y años tan ocupada por gente de todas las edades, solo quedan dos viejos.
Si tenemos otro perro le querremos sin duda igual, pero Blas siempre estará en nuestro recuerdo.
Adiós amigo, adiós.
RAFAEL FABREGAT
Siento su pérdida, sólo lo sabe quien lo ha pasado.
ResponderEliminarRealmente cuando se va un animal, parte de tu vida se va con el.
Ánimo y un abrazo
Gracias amigo. Uno de mis lectores, porque hay gente que está en todo, me ha enviado un mensaje diciéndome que Blas vivirá mientras dure nuestro recuerdo. Si esto es así, que lo es sin duda, Blas vivirá para siempre. Un abrazo.
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