Normalmente, casi siempre, el fascismo se vincula con la burguesía cuando, en realidad, es un movimiento que nace con el marxismo y la izquierda más radical. La ideología fascista surge como revisión revolucionaria, reconociendo en el valor del pueblo la capacidad necesaria para derribar el orden burgués que es el normalmente establecido. En la globalizada situación actual no es difícil imaginar cómo el actual descontento generalizado, puede llevar a grandes grupos de ciudadanos a romper con el modelo neoliberal impuesto en la mayoría de los países y radicalizarse hasta el punto de fomentar revoluciones e independentismos que intentan derribar el orden establecido. Es curioso ver cómo, el que maneja estos hilos, puede hacer pensar a grandes multitudes que los opresores son los demás cuando el mayor opresor es justamente el que predica estos comportamientos. No hace falta ser una lumbrera para saber que el proletariado que cambia de líder, no cambia de condición.
Para el revolucionario se trata simplemente de fomentar el fascismo, removiendo los sentimientos del pueblo y sus ansias de libertad con dedicación y militancia. En España el problema se presenta justamente en las comunidades autónomas más ricas: Cataluña y País Vasco. Las más pobres, las más dependientes, ya tienen asumidas sus limitaciones y con ellas procuran vivir lo mejor que pueden. Los ambiciosos marcharon ya muchos años atrás a otras comunidades. El problema no son pues los gobiernos centrales, que también, sino la gente radical. Es la opresión que sienten determinados personajes cuando no son ellos los que gobiernan o, incluso gobernando, tienen que acatar determinadas órdenes impuestas por ese gobierno central.
Es entonces cuando, apelando a ese "amor a la patria que les ha acogido", los radicales imponen criterios de sublevación nacional. Conseguidos éstos, se dispondrá del potencial necesario para luchar contra lo que ellos consideran gobierno absolutista.
Eso es lo que está pasando en este momento en muchos lugares del mundo. Resulta ciertamente chocante comprobar que el fascismo nació en la izquierda y no en la derecha como muchos creemos. Claro que esto puede darse también en la parte contraria y ser el capital el que se defienda contra los avances del proletariado. La cuestión, en definitiva, es que el fascismo (aunque nacido en la izquierda) no es de izquierdas ni de derechas. Lo ejerza quien lo ejerza, el fascismo es la radicalidad. Terreno peligroso que no suele llevar a nada bueno.
La radicalidad se basa justamente en imponer (a la fuerza) tus criterios frente a los de los demás y eso es lo que todos conocemos por fascismo. Un fenómeno político y cultural que, sin embargo, goza de completa libertad intelectual. El problema es que el capital no suele derrumbarse a las primeras de cambio y cuando lo hace no se diluye, sino que simplemente cambia de manos. ¿Qué mejoras puede encontrar en ese cambio el trabajador?. Ninguna. Está claro que suena triste, pero es una realidad que no admite discusión. Quien no esté conforme con su destino no puede esperar que nadie cambie su suerte, sino que es él mismo quien debe buscarla. La solución no es cambiar de pastor, sino dejar de ser oveja.
No es fácil, está claro. En el mundo somos más de 6.000 millones de ovejas y menos de 300 pastores. A pesar de que en la actualidad la mayoría de los países del mundo tienen establecidos sistemas democráticos, aquel que quiera ser pastor lo tiene francamente difícil. Demasiados aspirantes para tan pocos puestos. Sin embargo hay una solución mucho más fácil, que es la de convertirse en perro pastor.
De esos hay muchos más, quizás haya varios millones de perros. Unos son Presidentes de Autonomía, otros Diputados, otros Senadores, otros Alcaldes y/o Concejales de determinados pueblos o ciudades. No es lo mismo que ser pastor, claro, pero se goza de cierta autonomía y con un poco de suerte y un mucho de cara también se puede llenar la saca...
RAFAEL FABREGAT
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