Para quien no lo conozca, el Parque Arqueológico de Segóbriga está situado en el cerro de la "Cabeza del Griego", en el término municipal de Saelices, provincia de Cuenca (España) y justamente a 90 Km. de esa capital provincial. Se trata de los restos de la ciudad romana de Segóbriga, un núcleo poblacional de tal riqueza que sin duda su Anfiteatro disponía de muchas más localidades (5.000) que habitantes tenía la ciudad.
Pero eso no era todo ya que el Teatro tenía cabida para 2.000 espectadores y el Circo para las carreras de cuadrigas poco o nada tenía que envidiar al plasmado en la película BEN-HUR dirigida por William Wyler en 1959. Termas públicas, foro, basílica, templos, acueducto... El por qué de tan magnífica ciudad, que hoy aparece en medio de la nada, estuvo en el lapis specularis, una piedra mágica para ellos, especie de yeso cristalizado prácticamente translúcido que se usaba a modo de cristal para el cierre de edificios.
Segóbriga fue construida sobre las ruinas de una antigua ciudad celtíbera, pero el interés real de los romanos era la geología del subsuelo, punto central de una zona rica en el citado mineral y que fue extraído en tales cantidades que, década tras década, dejaron la zona prácticamente hueca.
Nada menos que 200 Km. lineales de galerías subterráneas del que afloró durante décadas el rico mineral selenita que, cortado en finas láminas, era el cristal de la época.
Con motivo de tal riqueza allí confluyeron importantes calzadas romanas que unían a esta urbe con todas las ciudades de la meseta o de la costa y muy especialmente con la Emérita Augusta, capital de Lusitania y con la famosa Cartago-Nova, conquistada a los cartagineses en aguas mediterráneas. Allí, en la actual Cartagena, era llevado el mineral en carretas que, cargado sobre las naves, era transportado a todos los confines del Imperio. Según el historiador Plinio el Viejo, aunque los romanos tenían minas similares en otros puntos del Mediterráneo (Sicilia, Chipre, Capadocia, etc.) ninguna de ellas podía compararse al material extraído en las minas de Hispania y concretamente de Segóbriga, de láminas más finas y transparentes.
Como se habrá dado cuenta el lector, a pesar de estar hablando de los restos de una ciudad romana de primera índole, no se está profundizando en la ciudad en sí, ni tampoco en las bien conservadas ruinas que cualquier aficionado a la Historia puede admirar en dicho enclave. Segóbriga es bien conocida por gran parte de los españoles y por miles de visitantes extranjeros que conocen su emblemático pasado y su presente prometedor. En esta entrada al blog, he querido ir un poco más allá y explicar una pequeña parte de su presencia entre nosotros y que, como se ha dicho, tiene al lapis speculais como principal motivo de su esplendor en estas tierras conquenses.
Esa riqueza del subsuelo de Segóbriga no es una, si no una serie de minas repartidas por las proximidades y que se tiene previsto abrirlas al público antes de finalizar el presente año 2015 con fines turísticos. Una de las más largas, si no la más, es la de Torrejoncillo del Rey que está situada en el Cerro de la Mora Encantada. Como cualquier lugar con interés esta mina tiene su historia, casi leyenda... Allá por la década de 1950 un vecino de los alrededores dijo haber soñado que en dicho paraje había oculto un cofre lleno de monedas de oro. Tal fue su fijación sobre aquello que había soñado, que convenció a un amigo para que, con la colaboración de su futuro yerno, excavaran un pozo para buscar las soñadas riquezas. ¿Cosa de locos?. Pues casi.
Llegados los tres expedicionarios a los 25 metros de profundidad encontraron un hueco de grandes dimensiones. Era una gran sala llena de cristales y con galerías que salían de allí en todas direcciones. La llamaron el Palacio de la Mora Encantada y el hallazgo tuvo tal repercusión que el Gobernador Provincial hubo de mandar patrullas de la Guardia Civil para controlar al personal. Con el tiempo el hallazgo perdió interés pues no había cofre ni oro en las profundidades de la tierra, pero el director de excavaciones de Segóbriga tenía claro que aquello no era otra cosa que una mina romana y cinco décadas después, en 2003, se puso en marcha un proyecto para el estudio de la mina. El resultado fue el hallazgo de otras minas que daba luz al misterio de la riqueza de Segóbriga.
A menos de cuatro leguas en línea recta, las minas de Torrejoncillo del Rey muestran la misma riqueza que las de la Mora Encantada. La colina que dio cobijo a los celtíberos del siglo XIII a.C. y que después ascendió a la categoría de municipio romano de élite, viene a disfrutar el mismo paisaje que vieron sus antiquísimos moradores. Aquella rica joya (Segóbriga) que Plinio el Viejo denominaba como "Caput Celtiberiae" (comienzo de Celtiberia) con referencia a su situación geográfica, comenzó su declive en el siglo II de nuestra era, al generalizarse el uso del vidrio. A las gentes de hoy, ya inmersos en el siglo XXI, nos queda la historia y la magnífica restauración que está haciéndose de tan majestuosas ruinas. Esta visita podrá en adelante completarse con el acceso a las minas del famoso lapis specularis.
RAFAEL FABREGAT
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