A pesar de la crisis que estamos atravesando, me consta que son muchos los que miran con envidia a España y a los españoles. No creo yo que haya motivos para tanto. Yo diría más bien que España está atravesando uno de sus momentos más delicados. Los españoles estamos acostumbrados a sufrir en silencio, como se sufren las hemorroides. Aguantando todo lo que los diferentes gobiernos dictatoriales nos han obligado a aguantar. Siempre pensando que, algún día, "políticos como Dios manda" llegarían al poder y propiciarían actuaciones más sociales y justas para todos los abandonados de Dios y de los hombres. Yo nunca fui de los que confían en los demás y menos aún que sean los políticos los que resuelvan mis problemas. Tengo claro que los "políticos como Dios manda" no existen, porque la gente como Dios manda no se mete en política. Recibí demasiados palos de joven, para confiar en la sociedad que me rodea. Lo siento, yo no era así, pero así me hicieron entre cuatro indeseables.
¿Amargado...? Pues tampoco, porque la vida me ha dado también otras compensaciones, naturalmente ganadas con mi esfuerzo y buen hacer. La vida es dura, si tienes metas que sobrepasan la capacidad con la que empiezas en la línea de salida, pero merece la pena. Conozco demasiada gente que espera toda su vida que sean los demás quienes le solucionen sus problemas. Es difícil que nadie lleve nada a tu casa y eres tú quien tiene que poner toda la carne en el asador para conseguir los objetivos propuestos. Pero eso no es nuevo. "A Dios rogando y con el mazo dando". De parecida forma lo decía también San Benito, fundador del Císter: "Ora et labora". Estoy acostumbrado a todo y mí no me asustaría que cada cual tuviera que sembrarse las patatas que coma.
Yo es que, a los políticos no puedo ni verlos. Todos van a lo suyo y mienten como bellacos para llegar a sus metas. Sí amigos, no solo con trabajo se llega a las metas. Hay otro camino, el de la política, pero solo utilizado por auténticos bellacos del ¡quítate tú, que ahí me pongo yo!. Afortunadamente no son todos pero, ¡ay! que poco falta. No es algo nuevo pero, aunque no se vea desde fuera, en España estamos atravesando en este momento uno de los episodios más duros al respecto. ¿Democracia?. La democracia dura, lo que dura el que esta gentuza se sitúe en la línea de salida. Hace ya mucho tiempo me dijo un octogenario que en España se estaban dando condiciones favorables para que se repitieran los actos radicales e incluso anarquistas de los últimos años de la II República y que desembocaron en el Levantamiento Nacional y la Guerra Civil de 1936.
Por extraño que nos parezca esa es la solución que algunos querrían. Derrocamiento de la monarquía y anulación de la Constitución que todos los partidos acordaron en 1978. Sin acordarse de todo lo que la Monarquía hizo en favor de la Transición y de la acogida que toda la política española dio a los partidos hasta entonces ilegales e incluso expulsados de nuestro país. Bien dice el refrán que "no hay mal ni bien que cien años dure, ni cuerpo que lo resista". Todo el mundo tiene claro que, aún no siendo perfecta, no hay forma de gobierno tan justa como la Democracia. Pero para muchos es insuficiente y lo es porque estos individuos son claramente anti-democráticos. Solo están de acuerdo cuando los resultados les son favorables, lo que demuestra su visión dictatorial de las cosas.
Democracia no es hacer lo que a uno le venga en gana, sino lo que decida la mayoría y siempre respetando las normas claramente detalladas en la Constitución. Saltarse esas normas es saltarse la Democracia, querer imponer de forma arbitraria y dictatorial tus ideas. Cuando lo que dice la Constitución no guste a la mayoría se cambia y todo solucionado, pero siempre desde la legalidad y desde el respeto a los demás. Para eso votamos cada cuatro años, para que cambien políticos y leyes con las que no estamos conformes. Todo lo demás es ilegal, antidemocrático y dictatorial. La inmensa mayoría de los españoles no conocimos los sufrimientos de la Guerra Civil ni los años posteriores a la misma, pero sabemos lo que pasó y no lo queremos. Ni para nosotros ni para nuestros hijos y nietos.
RAFAEL FABREGAT
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