En la Europa del siglo XV las creencias divinas eran distintas y mucho más arraigadas que en la actualidad. Hoy no tendría mucho sentido encontrar a una tribu aislada de la civilización e intentar domesticarla, pero 500 años atrás las cosas eran de otra forma puesto que la religión tenía mucho más peso que ahora. Para bien o para mal, Hernán Cortés es el padre del México de hoy. Los exploradores de aquellos tiempos cambiaron el rumbo de aquellas tierras y de sus gentes. No podemos saber si todo hubiera sido mejor sin la llegada de los europeos pero repito, para bien o para mal, llegaron y lo cambiaron todo. Hernán Cortés participó decisivamente en la fundación del México actual, pero la opinión que allí se tiene de este personaje es muy controvertida, hasta el punto de ser considerado un villano para muchos. Eso es así y así debemos entenderlo.
No debía ser tan malo Cortés cuando la Corona Española tampoco lo quería. Ante las promesas incumplidas del rey Carlos I y no habiendo hecho fortuna personal con sus andanzas, a menudo merodeaba por la Corte pidiendo cargos y prebendas que para nada se le otorgaban. Sin pelos en la lengua no dudó en decirle al rey: ¿Acaso su majestad no tiene noticia de mis logros, o es que ha perdido la memoria?. Pero para el emperador de Europa los méritos americanos eran poca cosa y apenas merecían su atención. Insuficiente a ojos de Cortés, le concedió tierras, el cargo de capitán y el hábito de la Orden de Santiago. Su relación con el rey empeoró, a pesar de lo cual acudió el primero a su llamada contra los piratas de Argél.
Ninguneado por el rey y el resto de los mandos, la campaña fue un desastre y también la retirada, en medio de una tempestad que mandó a decenas de barcos al fondo del mar. Cientos de caballos hubieron de ser tirados por la borda para dar cabida a los náufragos de las naves destrozadas por la galerna. Hernán Cortés volvió agotado y enfermo, no llegando a recuperarse del todo. También su fortuna, que viajaba con él, quedó en el fondo de las aguas mediterráneas. A su regreso a Valladolid se hizo empresario puesto que sus peticiones al rey jamás volvieron a ser escuchadas, especialmente porque en ese momento los éxitos de Francisco Pizarro y los tesoros que éste mandaba a la Corona eclipsaban los traídos por Cortés.
A finales de 1545 volvió a Sevilla con el ánimo de regresar a México a la primera oportunidad, pero dos años después moría en la ciudad andaluza de disentería sin poder convertir su sueño en realidad. El conquistador extremeño moría en Castilleja de la Cuesta (Sevilla) el 2 de Diciembre de 1547, a la edad de 62 años. Aunque en su testamento pidió ser enterrado en México, sus restos mortales fueron sepultados en el panteón de los duques de Medina-Sidonia. En 1562 sus hijos Martín, el que tuviera con la nativa La Maliche que le hacía de intérprete con los aztecas de Tenochtitlán y Luis habido con su esposa Elvira de Hermosillo, llevaron los restos de su padre a México, dándole sepultura en San Francisco de Texcoco.
Las diferentes revoluciones mexicanas hacían peligrar los restos del conquistador que peregrinaron a otros destinos. En 1629 fueron llevados a una iglesia de Ciudad de México, pero en 1794 otra fundación religiosa de la misma ciudad abogó por albergar los restos del héroe hispano en un mausoleo digno de tan histórico personaje. Sin embargo poco tiempo descansaron en lugar eminente pues la invasión napoleónbica de España dio alas a los independentistas mexicanos.
La figura de Cortés se tornó cruel y despiadada con la cultura mexicana. Tildado de genocida, todas las estátuas del país fueron destruídas y los restos de Cortés volvieron a peligrar.
Previniendo la inminente profanación, las autoridades eclesiásticas desmontaron el mausoleo del español y sus huesos fueron trasladados a una tarima secreta justo bajo el altar del Hospital de Jesús. Trece años después volvieron a trasladarse a lugar aún más oculto, pues se intuyó que la integridad de los restos seguía peligrando.
Allí quedaron perdidos durante 110 años pues, aunque la Embajada de España recibió información del último traslado, el documento fue extraviado y nadie sabía el lugar exacto hasta que un equipo de investigación halló los huesos de Cortés en 1946. Confiados al Instituto Nacional de Historia y Antropología de México, el 9 de Julio de 1947 fueron depositados finalmente en una pared lateral de la Iglesia Hospital de Jesús, bajo una placa de broce con su escudo de armas. Junto a esta humilde tumba está erigida la única estatua del insigne conquistador español en tierras mexicanas. Ni este país ni el que le vio nacer hicieron nada por defender su figura.
RAFAEL FABREGAT