10 de febrero de 2015

1657- LAS MUJERES DE CONFORT.

Con esta denominación tan peculiar llamaban los japoneses a las prostitutas, que no eran tales. 
Durante la Segunda Guerra Mundial el Imperio de Japón creó un cuerpo formado por 200.000 de mujeres jóvenes, la inmensa mayoría niñas de entre 14-16 años, que fueron forzadas a satisfacer sexualmente a la soldadesca en campaña. 
Lo que en principio parecía una forma voluntaria de satisfacer sexualmente a la tropa, en 1989 quedó acreditado que se trataba en realidad de mujeres que fueron secuestradas por los mandos imperiales para ese fin. 
Unas veces fueron seducidas, otras engañadas y otras más coaccionadas, cuando no directamente secuestradas de los territorios ocupados.
Casi todas las que sobrevivieron a la tragedia ya murieron por la edad, pero algunas todavía viven. 
La vergüenza les había impedido hablar pero décadas después Amnistía Internacional denunció los hechos en Bruselas para que el gobierno nipón fuera obligado a asumir la verdad y a pedir perdón a las supervivientes.

Gil Won Ok es de Corea del Sur y tenía entonces 13 años. Ellen Van der Ploeg, holandesa entonces en la actual Indonesia, tenía 18 años. Estuvo dando este servicio forzoso y cuenta que si no "trabajaba" lo suficiente le rebajaban su ración de comida. 
Menen Castillo, filipina que también fue secuestrada por los japoneses con 13 años y fue utilizada por los soldados durante cuatro días, finalmente sus familiares negociaron su liberación y consiguieron rescatarla pero estaba traumatizada y medio muerta.
Como esas, decenas de miles.
Durante décadas el gobierno japonés negó sistemáticamente su responsabilidad en relación con el sistema de esclavitud sexual militar. Cuando finalmente los testimonios arreciaron, las disculpas del gobierno japonés fueron vagas e inaceptables para las supervivientes; menos aún la oferta de una compensación directa a las víctimas. Las pocas que quedan son ya muy ancianas, pero aquellos días ninguna superaba los 20 años. 


Las testigos aseguran que estaban obligadas a realizar entre 40 y 50 servicios diarios. Ante la dificultad de llevar a cabo el acto sexual tantas veces, muchas de ellas eran golpeadas y forzadas. Cuando una se negaba la amenazaban con un cuchillo o directamente las pinchaban para obligarlas a ello. Muchas fueron apuñaladas directamente y miles de ellas murieron por enfermedades sexuales o directamente asesinadas por sus violadores. Cuentan también que tenían la comida muy escasa y apenas les quedaba tiempo para dormir, lo cual las hacía pedir incluso la muerte, como forma de escapar de aquel infierno.

La mayor parte de aquel regimiento de mujeres jóvenes fue reclutado en Filipinas, Vietnam, Malasia, Tailandia, China, Corea, Indonesia y colonia Neerlandesa. Los abusos eran realizados mayormente en las "casas de confort", también llamadas "... de solaz",
instaladas por las propias autoridades japonesas en las bases establecidas durante la guerra. Las supervivientes quedaron totalmente traumatizadas. La mayoría no llegaron a casarse ni tuvieron hijos, debido a las lesiones sufridas. El gobierno japonés negó siempre tales prácticas, hasta que el investigador Yoshimi Yoshiaki consiguió que algunas de esas mujeres declararan en 1992 lo sucedido ante un tribunal internacional.


Aprovechando el 70 aniversario del final de la contienda, historiadores de todo el mundo recuerdan lo sucedido al solo objeto de que tal monstruosidad no vuelva a repetirse. No era la primera vez que el ejército nipón practicaba semejante aberración, puesto que ha quedado demostrado que en la década de 1930 ya llevaron a cabo una campaña similar de esclavización sexual femenina, dirigida a satisfacer a las fuerzas armadas de su país. Consideradas simple ganado, las autoridades japonesas no daban mayor importancia a este hecho de utilizar a las mujeres de las zonas ocupadas como carne fresca para la tropa. Atrocidades conocidas por todos, pero no reconocidas por los culpables.

RAFAEL FABREGAT

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