El año 1216 visitó la región el rey Alfonso IX de León y concedió a este monasterio el privilegio de que el camino real que iba de Oviedo a Santiago desviase su curso y pasase por Obona, con prohibición expresa de que nadie osara retornarlo en un futuro a su recorrido anterior. A pesar de ser entonces un camino principal y altamente transitado, no era cómodo en absoluto puesto que en algunos puntos no tenía el ancho suficiente para las carretas y las diferentes mercaderías habían de transportarse a lomos de las mulas o caballos. Volviendo al Monasterio de Obona cabe decir que en un principio convivían monjes y monjas, bajo las disciplina de un Abad y de una Abadesa.
Con la fundación del Monasterio de Corias en el año 1032, éste recibió un tercio de los derechos sobre el de Obona, lo que lo convirtió de uso exclusivamente masculino. Entre los siglos X y XII las donaciones para mantener el monasterio fueron tantas que la propiedad del mismo pasó a ser particular, en este caso de la familia Tructino, siendo el tercio restante propiedad de los monjes de Corias. Sin embargo en el siglo XII, al acogerse los monjes a la regla benedictina, consiguen recuperar su propiedad y su independencia. Los benedictinos eran de vida sobria, lo cual no les impedía exprimir duramente al campesinado pues eran despiadados a la hora de recoger impuestos y de hacerse con las tierras de su interés.
En cierta ocasión para conseguir unas fincas juraron a sus propietarios que las tierras que pisaban pertenecían al monasterio de Obona. Siento tan grave pecado en aquellos tiempos el hecho de jurar en vano, los vecinos cedieron sus tierras pensando que por fuerza tenía que ser verdad. Quitáronse los monjes las madreñas (zuecos) dejando caer la tierra que habían metido en ellas y que efectivamente habían recogido de su monasterio. Realmente pisaban tierra del monasterio cuando llevaron a cabo el juramento... Oscuros y perfectos escondrijos tuvo siempre la iglesia para que anidaran murciélagos y malandrines de todo tipo, lo que no impide que también se hayan cobijado personas de buena voluntad.
En el medievo la violencia era mucha y cercana, pues también el monasterio se defendía con las armas. Las malas lenguas cuentan que también en el monasterio se ejercía el derecho de pernada sobre las recién casadas que, tras la ceremonia, debían permanecer obligatoriamente una semana entre sus muros. En ese tiempo la desposada pasaba por las manos de todos los monjes y en caso de quedar embarazada, se consideraba al recién nacido hijo del monasterio y por tanto pasaba a engrosar las filas de los benedictinos. Sin embargo la leyenda más famosa de este monasterio es la que nos habla del extenso laberinto que todavía hoy se encuentra en el subsuelo del mismo...
Los viejos campesinos dicen que ya sus ancestros hablaban de ese laberinto como de todo un mundo con cientos de maravillas y riquezas, quizás por lo mucho que les robaban. Cuentan que en dicho laberinto se metió un tal Per de Omaña, uno de los más ricos de la región pero tan avaricioso que nunca tenía bastante. En visita al monasterio los mojes le hablaron de dicho laberinto y de sus riquezas, entre las que se encuentra la inmortalidad, pero también de un guardián que más pronto o más temprano acabaría con él si osaba entrar. Don Per venció sus miedos y accedió al laberinto y todavía se escuchan de noche sus gritos puesto que el guardián lo persigue constantemente para matarle...
RAFAEL FABREGAT
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