En 1.696 el armador Pedro de Aróstegui recibió de la corona española el encargo de construir dos buques gemelos de 1.200 toneladas cada uno, que serían llamados San José y San Joaquín. La previsión era que los trabajos se llevaran a cabo en los astilleros de Mapil que la compañía tenía en Usurbil, cerca de San Sebastián, aunque finalmente Pedro de Aróstegui subcontrató al asentista Miguel de Echebeste la construcción del San José. Las dos naves fueron terminadas en 1.698 y entregadas al año siguiente. Los buques salieron de Pasajes en dirección a Cádiz para alistarse en viaje de escolta de la Flota de Galeones al nuevo mundo. Sin embargo la Guerra de Sucesión Española fue retrasando el viaje que no zarparía de Cádiz hasta el 10 de Febrero de 1706, tras una espera de siete años.
Eran 10 mercantes escoltados por la capitana San José, el San Joaquín como almiranta y el patache Santa Cruz, todos al mando del Conde de Casa Alegre. A la travesía oceánica se unió la Flota de Nueva España, compuesta por 13 mercantes y tres buques de guerra, uno de ellos el navío Nuestra Señora de Guadalupe, de la Armada de Barlovento. Llegaron a Cartagena de Indias el 27 de Abril sin novedad y se dispusieron a organizar la Feria de Portobelo, en la que se ponían a la venta las diferentes mercancías peninsulares de las que eran portadores. Por los diferentes gastos que ocasionaba el mantenimiento de buques y tripulaciones y la urgencia con la que se necesitaba la llegada de caudales a la Corona, era vital la venta rápida del material y el regreso a España de las naves, lo que no sucedería hasta dos años después cuando finalizara el periplo correspondiente por los diferentes países del continente americano. En Abril de 1708 el Conde de Casa Alegre se preparó para zarpar de Portobelo hacia Cartagena donde tenía previsto poner a punto las naves para, tras una última escala en La Habana, emprender la travesía atlántica que les llevaría de vuelta a casa. El viaje comercial había salido bien y llevaban más de 20 millones de monedas de oro y plata de ocho escudos.
Se dice que solo el San José llevaba más de 11 millones de monedas, valoradas en 105 millones de reales de la época, además de otras valiosas mercancías y unas 600 personas, entre pasajeros y tripulantes. El San Joaquín algo menos, pero también doblando su capacidad de peso. Una carga muy superior a la conveniente en caso de enfrentamiento naval, como así sucedería, pero ellos no podían saberlo. La escuadra del pirata inglés Charles Wager, con base en Jamaica, conocía la presencia de la flota española y la preciosa carga de la que eran portadores. Cuatro barcos ingleses con un total de casi 200 cañones patrullaba entre las Islas de Rosario y la costa para asaltar a los barcos españoles a su resgreso y robarles el tesoro.
Lo prudente hubiera sido invernar en Portobelo pero, confiados en derrotar a los ingleses, la flota española compuesta por once mercantes, varios de ellos artillados, inició viaje de regreso puesto que la temporada de huracanes en el Caribe se les echaba encima. Con una brillante luna llena fondearon en la Isla de Baru (hoy del Rosario) para cargar agua y alimentos y a la mañana siguiente emprender nuevamente viaje. La escuadra inglesa estaba prácticamente a la vista y se dirigió hacia los mercantes españoles en una maniobra envolvente. A primera hora de la tarde los buques de ambos bandos estaban en posición de combate. El San José viajaba protegido en el centro de la formación y en retaguardia el San Joaquín con parecida carga, puesto que la inmensa fortuna se había repartido entre ambos.
Sin embargo el comodoro inglés supuso que el inmenso tesoro viajaba en los tres barcos más grandes y sin mediar aviso dirigió ataque inmediato a los mismos. Tras las primeras andanadas, un certero cañonazo rompió el palo mayor del San Joaquín que perdió velocidad pero consiguió reponerse con la ayuda de los barcos protectores. Dos barcos ingleses se abrieron paso a cañonazos y encararon su proa hacia el San José. Tras las primeras andanadas, respondidas por el barco español, los ingleses estaban a escasos 60 metros, preparándose para el abordaje. A las siete de la tarde, ya de noche, el San José estalló en mil pedazos dañando incluso al barco inglés que estaba a escasos metros.
Los ingleses miraban estupefactos como se les esfumaba el precioso botín. Su hundimiento fue tan rápido que de las 600 personas que viajaban solo se salvaron once. Perdida la inmensa fortuna cargada en la nave capitana, el comandante inglés puso sus ojos en el San Joaquín que roto su palo mayor se estaba retirando para reparar los daños. En primer lugar los piratas ingleses persiguen al Santa Cruz que finalmente se rinde, pero allí no hay tesoro alguno y solo pueden robar las pertenencias de los tripulantes y de los 300 viajeros que llevaba la nave. Dos barcos ingleses inician entonces la persecución del San Joaquín que, aunque ya muy lejano, viaja a baja velocidad por su falta de velamen. Sin embargo cuando le disparan los primeros cañonazos, el San Joaquín ya está entrando en el puerto de Cartagena, donde no se atreven a seguirle. Tres años tuvo que esperar el buque San Joaquín para iniciar viaje de regreso a España.
El 3 de Agosto de 1711 el San Joaquín, protegido por dos navíos de guerra y una fragata con un total de 238 cañones amén de otros barcos menores, da comienzo la travesía de regreso a España que prontamente se vio sorprendida por un fuerte temporal que los dispersa a todos. Viendo lo impetuoso de la tormenta los barcos franceses regresan a Cartagena de Indias sin avisar al almirante español de sus intenciones. El día 7, cuando amaina la tempestad, el galeón San Joaquín se encuentra en alta mar con la sola compañía de un patache del número de barcos que les acompañaban. A lo lejos divisan una escuadra y pensando que son los compañeros franceses se dirigen hacia ella.
Cuando se dan cuenta de su error ya es demasiado tarde. Galeón y patache intentan defenderse pero tras una breve lucha y muerto su almirante por un disparo de mosquete, tienen que rendirse a la escuadra británica. Pero por fortuna el buque español fue preparado como señuelo...
Por orden expresa del rey Felipe V, antes de la partida el tesoro fue cargado a los barcos franceses y el almirante inglés no obtuvo recompensa por su victoria. Tres días después el tesoro emprendió regreso a España sin más contratiempos.
En cuanto al tesoro hundido con el buque San José, la mayor carga de oro y plata que se conoce, resta decir que el pecio fue descubierto en 1982 en las aguas del Caribe frente a las costas de Cartagena (Colombia) a 210 metros de profundidad.
El inmenso tesoro, cuyo valor supera los 5.000 millones de euros, ¿sigue? bajo las aguas ante las presiones mundiales a favor de la propiedad española y las continuas negativas del gobierno colombiano que se escuda diciendo que tales riquezas les pertenecen puesto que les fueron expoliadas en su día. Como todos sabemos se obtuvieron a cambio de la venta en diferentes plazas de las mercancías exportadas desde España en 1707. Nada menos que 10 mercantes cargados hasta los topes, pero así es la política. Mucho me temo que, cuando se consigan los permisos para su recuperación, el tesoro haya desaparecido. A 210 metros, ¡el mar no es una caja fuerte...!
RAFAEL FABREGAT
aggggggggg
ResponderEliminarMmmmmmmmmm ¡mecachis!. En la mar, claro. (Je, je,)
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