Por increíble que parezca el Gobierno del PP, en un acto que pretende sin duda conquistar la voluntad de la burguesía catalana, destina 4,1 millones de euros al Liceo de Barcelona. Como si el resto de españoles fuéramos tarados, pobres imbéciles sin ninguna inteligencia, la vicepresidenta del Gobierno de Mariano Rajoy pone esta ayuda como prueba de su buena voluntad hacia el pueblo catalán. Mientras muchos españoles acuden a recoger comida de beneficencia para alimentar a sus hijos, el Gobierno destina más de 682 millones de pesetas de ayuda al Liceo de Cataluña para que las mujeres más ricas de Barcelona puedan lucir sus abrigos de visón en la ópera.
¡Y muchos de nosotros, algunos sin trabajo y sin casa, votándoles desde hace más de 40 años...! ¿Extraña actuación la de un Gobierno de derechas?. Pues no. ¿Acaso esperaba alguien otra cosa?. Esta medida y otras que sin duda vendrán, son política de altura. Las que sin duda puede devolver la paz entre los pueblos de España.
Porque la gente corriente, de Cataluña o de fuera de ella, no pinta nada. Somos todos simples marionetas al servicio de los poderosos. La gente que sufre para llegar a fin de mes se lamenta, claro está, de que sus exiguos dineros vayan a este tipo de "cosas de ricos" y no a solucionar el problema de los pobres que es lo que esperan algunos ilusos, pero así ha sido siempre.
Ese dinero debería salir de las entradas o de los fondos de una institución destinada a divertir a tan ilustres asociados, naturalmente sufragada por éstos. ¿A quien se le ocurre que semejante despilfarro deba pagarse con dinero público?. El resto de mortales, cuando vamos al fútbol, al cine, o al teatro pagamos nuestra entrada. Con mayor razón, los ricos que paguen la suya. Y cuando determinado local no saque lo suficiente para afrontar sus gastos, que cierre sus puertas. ¿A quien se le ocurre que un pobre tenga que pagarle al rico una parte de su entrada al Liceo barcelonés?. Pues a un rico. ¡A quien si no, se le va a ocurrir semejante barbaridad!.
No siendo rentable el Teatro del Liceo tendría que cerrar pero, naturalmente, eso no lo quiere nadie. La solución ya la saben ustedes: subvención pública que abarate las entradas. Lo suficiente para que vayan los ricos pero no tanto como para que acudan los pobres. Es así de simple. Los ricos quieren que la pobreza siga existiendo, pero no quieren verla. A la puerta del Liceo, en las mismas Ramblas, hay gente durmiendo en la calle bajo cartones pero no eso no les importa. Los millonarios tienen a su chófer esperándoles a la salida del teatro y los menos ricos tomarán un taxi que les lleve a su chalet, en la zona alta de Barcelona. Allí el frío no es tan elevado. De todas formas les espera la calefacción encendida...
RAFAEL FABREGAT
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