Vivir en un manicomio no es solo estar encerrado entre las paredes de tan tétrico establecimiento mental, sino ignorar el bien y el mal de las cosas. Vivir en un manicomio es despreciar el amor de los demás, permitir que las ideas infantiles se mantengan en tu mente cuando ya estás en la madurez de la vida. El mundo no es el ideal cinematográfico que nos ofrecen determinados directores de cine a través del celuloide. Para ser medianamente feliz, la vida ha de estar presidida por la cordura, el desprendimiento, la tolerancia y el amor a los demás.
Treinta años son suficientes para entender que en la vida no hay cabida para envidias ni odios injustificados. No hay felicidad posible con esa forma de pensar. Cuando uno es joven tiende a ser idealista pero, a medida que pasan los años, uno suele darse cuenta de que estaba equivocado. De que esa no es la realidad de las cosas de este mundo y hay que "poner los pies en el suelo". Cuando más pronto se dé uno cuenta de esa realidad menos serán los sufrimientos. El mundo en el que nos ha tocado vivir no es el relato idílico de los "cuentos de hadas" ni el de las películas románticas. Vivir es más duro que todo eso y hacerlo con normalidad conlleva sacrificios y comprensión hacia los demás, muy especialmente con los tuyos, con aquellos que aunque te nieguen alguna vez la razón estarán siempre dispuestos a ayudarte en lo posible.
No darte cuenta de eso es lo que se llama "vivir en un manicomio". Un caos mental que a nada bueno conduce. No seas loco y regresa pues a la senda del amor entre los tuyos, los que verdaderamente te quieren. Aunque no te lo parezca, están deseando abrazarte. No caminas por la senda de la experiencia, sino por el camino del idealismo. Seguramente no quieres regresar, pues piensas que la vida que llevan los tuyos no es la que quieres para ti. Si es así, no regreses. La mente vive inmersa en sus propias ideas. No se puede actuar de modo diferente a lo que uno piensa. No será la verdad, pero es tu verdad.
Sin embargo ten por seguro que la caridad te haría libre. No estás compartiendo el agua de tu cisterna y el agua que no se agita se pudre. ¡Regálala a quienes tengan sed!. Permite que los demás beban de ese agua y el manantial será renovado. Se eliminará el agua vieja y otra nueva y fresca ocupará su lugar. El pozo de cada uno de nosotros está conectado con un océano infinito. Es mejor dar que recibir. El que comparte es el más beneficiado en la transacción. Desgraciados los que en su egoísmo no entienden esta premisa. Aún en el caso de que los que reciben tu amor lo desprecien, siempre te quedará la satisfacción personal de saber que has hecho lo correcto y tu alma será libre.
Los bienes y el dinero son necesarios para vivir en este mundo, pero el valor del amor es muy superior. No tiene precio. El egoísta, el que no da ni siquiera amor a los demás y siempre piensa en recibir, es persona muerta en vida. Está podrida, presa en el manicomio del infortunio.
El más agradecido es el que da, no el que recibe. Para no vivir en un manicomio hay que tener tolerancia, amor y caridad hacia los demás. Esta actitud es la única que puede proporcionarnos un mínimo de felicidad, en este mundo de egoísmo y locura infinita. La vida es corta y lo material siempre acaba sobrando. Sin embargo el amor es un bien inmaterial que llena mucho más y no cuesta nada repartirlo. Más bien al contrario, el hecho de dar ya te aporta satisfacción. ¿Y qué pierdes con dar algo que es inmaterial?. El refranero español dice que "amor con amor se paga". No siempre es verdad, pero queda la satisfacción del deber cumplido...
Durante miles de años la sociedad vivió sin dinero y eran más felices que ahora. Tu me das fruta y yo te doy patatas... tú me das ropa, yo te doy pan.
Cuando le des algo a alguien y te lo coja, agradéceselo pues hubiera podido rehusar. Del mismo modo, coge y agradece lo que te dan pues, por poco que sea, el día de mañana tú o los tuyos pueden necesitarlo. Nadie jamás vio el mañana. Algún día podrá vivirse nuevamente sin dinero. Cuando eso suceda, la humanidad volverá a ser feliz. El dinero es invento de los políticos, de los Bancos, de los que viven en el manicomio del egoísmo. Y si vives en el manicomio sin estar loco, es mejor que finjas que lo estás. De lo contrario los mismos locos acabarán contigo. Lo hicieron con Jesucristo, con Luther King, con Ghandi y con todos los que predicaron la palabra del amor hacia los demás. Pobres idealistas que, buscando el bien común, cerraron los ojos no queríendo ver en qué mundo vivían...
RAFAEL FABREGAT
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