El pasado año 2013 el Ayuntamiento de Detroit, la ciudad más importante del Estado de Míchigan y capital del Condado de Wayne, se declaró en bancarrota. Al igual que ha sucedido en España, sus autoridades se endeudaron en demasía y no supieron qué hacer para equilibrar su presupuesto. El funcionariado exaltado por su rebaja de sueldos y la dificultad en el cobro de sus emolumentos y las pensiones de los jubilados colgando de un hilo tan fino que en cualquier momento podía romperse.
Detroit fue fundada en 1701 por franceses dedicados al comercio de pieles. Su gran esplendor desde el primer momento hizo que la llamaran la "París del Oeste". Sin embargo la imponente ciudad ha pasado del 4º puesto en población, que ostentaba en 1950 (casi dos millones de habitantes) al 18º que ocupa en la actualidad con sus 700.000 habitantes. Más que nunca, la miseria convive con el dinero. Miles de edificios han quedado vacíos y algunas calles sin alumbrado público. El Ayuntamiento de la ciudad, en su lucha por controlar el gasto público, ha revitalizado la zona centro pero ha provocado que los barrios periféricos queden afectados por la suciedad y el abandono.
Sede central de la General Motors. |
De todas formas Detroit sigue siendo una gran ciudad y un importante centro industrial que sin ninguna duda renacerá de sus cenizas, lo cual no impide que resulte llamativo que la ciudad donde se encuentra el centro productivo y comercial de las tres marcas más importantes de coches del mundo se declare en quiebra. Son cosas que pasan. La crisis ha pegado fuerte y no solo en España. China pega fuerte y los golpes nos llegan a todos, también a los Estados Unidos de América que ven cada día peligrar su liderazgo económico mundial.
Detroit es una ciudad actualmente deprimida. Con una población muy inferior a la de décadas atrás y con un desempleo que muchas veces impide el cumplimiento de las obligaciones fiscales de sus habitantes. Es una mala etapa que sin duda pasará, pero que está impidiendo el progreso que tenía hasta pocos años atrás. A día de hoy muchas de sus deudas habrán sido saldadas o renegociadas. Empieza una nueva etapa, con menos alegrías pero quizás de paso más firme y sereno. Los sueños son bonitos, pero no siempre van unidos a la realidad.
RAFAEL FABREGAT
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