Se estrenó, si no recuerdo mal, a finales de 2012 y cuenta las peripecias de un delincuente (Robbie) que, a pesar de estar al borde de entrar en la cárcel, no abandona el mal camino.
Conmutada su pena por trabajos sociales, conecta con un experto en whisky que le enseña todos los trucos para distinguir las diferentes calidades y su valor en el mercado.
El desarrollo de sus cualidades como catador podría haberle hecho rico dentro de la más rigurosa legalidad pero, ¿qué hacer cuando se es pillo por naturaleza?.
Yo he tenido y tengo una buena amistad con uno de los últimos destiladores artesanos de la Comunidad Valenciana y de España (Julián Segarra Esbrí, de Xert). Gran luchador, como lo fueron sus padres. En las muchas visitas realizadas a su destilería siempre me ha comentado lo difícil y caro que resulta soportar las mermas que sufren anualmente los toneles que guardan su maravilloso elixir durante décadas. Estemos en época de crisis o de bonanza, la merma hay que sumarla al precio inicial, lo cual encarece grandemente el producto sin que ese encarecimiento aumente el margen comercial del productor.
El amigo Julián Segarra ha sido nombrado en esta entrada para aludir a las mermas que se sufren si quieres envejecerlo. Cada año los litros que se evaporan en el tonel de la cosecha más antigua, se añaden de la inmediata anterior y así sucesivamente hasta que todos los toneles quedan completos. Esa merma, tan cara de reponer, es lo que se llama la parte de los ángeles. Es fácil comprender que el amigo Robbie que encabeza este post, aprovechando que dentro de la empresa había tunantes con apariencia de gente honrada, decide robar una parte de ese whisky achacando la pérdida a la evaporación natural, es decir, a la parte de los ángeles...
RAFAEL FABREGAT
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